La mañana de Pascua:
La tumba vacía, las mujeres y el mensaje de los ángeles

Osterberg

El texto bíblico:
Mc 16,1-8

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. El primer día de la semana, muy de madrugada, a la salida del sol, fueron al sepulcro. Iban comentando: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero, al mirar, observaron que la piedra había sido ya corrida, y eso que era muy grande. Cuando entraron en el sepulcro vieron a un joven sentado a la derecha, que iba vestido con una túnica blanca. Ellas se asustaron. Pero él les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazareth, el Crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, tal como os dijo. Ellas salieron huyendo del sepulcro, llenas de temor y asombro, y no dijeron nada a nadie por el miedo que tenían.

Jn 20, 1-18:
El domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol, María Magdalena se presentó en el sepulcro. Cuando vio que había sido rodada la piedra que tapaba la entrada, se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a Simón Pedro y al otro discípulo que tanto a quien Jesús tanto quería. Les dijo: Se ha  llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro. Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a Pedro y llego antes que él. Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí; pero no entró. Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el sepulcro y comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el paño que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó. (Y es que hasta entonces los discípulos no habían entendido la Escritura, según la cual Jesús tenía que resucitar de entre los muertos). Los discípulos regresaron a casa.

María, en cambio, se quedó allí junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, volvió a asomarse al sepulcro. Entonces vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Los ángeles le preguntaron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella contestó: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, se volvió hacia atrás y entonces vio a Jesús, que estaba allí, pero no le reconoció. Jesús le preguntó: Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando? Ella, creyendo que era el jardinero, le contestó: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo misma iré a recogerlo. Entonces Jesús la llamó por su nombre: ¡María! Ella se acercó a Él y exclamó en arameo: ¡Rabón! (que quiere decir Maestro). Jesús le dijo: No me retengas más, porque todavía no he subido a mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi dios, que es vuestro Dios. María Magdalena se fue corriendo adonde estaban los discípulos y les anunció: He visto al Señor. Y les contó lo que Jesús le había dicho.

Relatos paralelos se hallan en:
Mateo 28,1-10 y Lucas 24,1-12

Auferstandener

Mientras arriba, en la montaña el Resucitado triunfa en la luz de la mañana de Pascua, abajo el ángel junto a la tumba vacía anuncia a las mujeres el mensaje pascual.
Osterengel

Explicación:

El testimonio escrito más antiguo de la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos se halla en la Primera Epístola de Pablo a la comunidad de Corinto (15,1-11). Esta Epístola fue escrita en el año 54/55. Pablo cita aquí una fórmula de confesión aún más antigua, que le había sido comunicada en seguida después de su conversión (alrededor del año 34): “Porque yo os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas (= Pedro) y luego a los doce” (1 Cor 15,3-5).

A diferencia de tales fórmulas antiguas de confesión, de las cuales nosotros conocemos varias, los Evangelios transmiten historias de Resurrección individuales, que ciertamente no pueden ser mal interpretadas como “reportajes” de observadores neutrales, sino que más bien tienen que ser interpretadas como un testimonio personal de seres humanos, que llegan a la fe por medio del suceso relatado o se refuerzan en ella. Estos relatos contienen una serie de recuerdos históricos, pero, en su auténtica intención, no son protocolos históricos sino anuncio cristiano primitivo del Cristo viviente.

Todos los evangelios relatan que algunas mujeres – María de Magdala está citada sin excepción en estos relatos, y ciertamente siempre en primer lugar – van al tercer día de la Crucifixión a la tumba y la encuentran vacía. La cuestión sobre la tumba vacía está muy debatida. Recientemente aquí en Göttingen, el profesor Lüdemann ha puesto en duda la “tumba vacía” y, de ello, ha deducido que la fe en la Resurrección de Cristo no tiene sentido. Pero ya incluso los textos neotestamentarios dejan claro que sólo el hallazgo de la tumba vacía no conduce a la fe en el Resucitado. De las mujeres se dice expresamente: “Ellas salieron huyendo del sepulcro llenas de temor y asombro, y no dijeron nada a nadie por el miedo que tenían” (Mc 16,8). En primer lugar, las apariciones del Cristo viviente despertaron la fe, no sólo de María de Magdala sino también de los otros discípulos. Así es atestiguado de forma análoga por los Evangelios.

Las apariciones ciertamente escapan en absoluto a todo método de investigación histórico-científico, ya que se trata además de experiencias de fe muy personales individuales y de pequeños grupos, que al modo de un testimonio de fe son transmitidas. Aquí se trata de experiencias religiosas, en las que se trata de un encuentro con el “ámbito de lo divino” y que exceden los límites de una demostración empírico-científica. Este juicio es también válido para los teólogos, que trabajan según el método histórico-crítico. Esto debía saberlo también el profesor Lüdemann. Otra cuestión es, si él como ser humano puede o quiere “creer”. Es válido respetar su “increencia”, como él, por su parte, tiene que respetar la fe de los demás, sin sermonear sobre su inaceptabilidad. Una fe convincente ofrece al proyecto existencial de una persona, evidentemente, un fundamento más sólido que hipótesis científicas que, con frecuencia, se han comprobado como sumamente dudosas.

Nuestro pesebre:

muestra en el centro del coro sobre el altar, la “tumba vacía” con el ángel del mensaje pascual y las mujeres. Son también signos de la resurrección las muchas flores de primavera que florecen alrededor de la tumba. Arriba, en lo alto de la cumbre del monte “Gólgota” se ve al mismo Resucitado con la bandera de la victoria sobre todas las fuerzas de la muerte. Un paño forma el fondo con el cordero pascual que es también un símbolo de Jesucristo, que se inmoló por los seres humanos hasta la muerte de cruz, pero que resucitó y vive en medio de nosotros.

Al mismo tiempo la parte inferior del pesebre muestra la Aparición del Resucitado en el Cenáculo en Jerusalem.