La Predicación Pentecostal de Pedro

El testimonio bíblico:
Hch 2,1-24

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo los movía a expresarse. Se hallaban por entonces en Jerusalem judíos piadosos venidos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron estupefactos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos atónitos y admirados, decían: ¿no son galileos todos los que hablan? Entonces ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua materna? Partos, medos, elamitas y los que viven en Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y la parte de Libia que limita con Cirene, los forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas la grandeza de Dios. Estaban todos estupefactos y perplejos, y comentaban: ¿Qué significa esto? Otros, por el contrario se burlaban y decían: Están borrachos.

Entonces Pedro en pie con los Once, levantó la voz y declaró con solemnidad: Judíos y habitantes todos de Jerusalem, fijaos bien en lo que pasa y prestad atención a mis palabras. Estos no están borrachos, como vosotros pensáis, pues son las nueve de la mañana. Lo que ocurre es que se ha cumplido lo que dijo el profeta Joel: En los últimos días, dice Dios, Derramaré mi Espíritu sobre todo hombre…

Israelitas, escuchad: Jesús de Nazareth fue el hombre a quién Dios acreditó ante vosotros con milagros, prodigios y señales, que realizó por medio de él entre vosotros, como bien sabéis. Dios lo entregó conforme al plan que tenía previsto y determinado, pero vosotros valiéndoos de los impíos, lo crucificasteis y matasteis. Dios, sin embargo, lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, pues era imposible que ésta lo retuviera en su poder.


Explicación:

En Navidad unimos representaciones, también en Pascua; pero la tercera gran fiesta del año litúrgico se sustrae considerablemente a nuestra fuerza interpretativa y nos confronta con el inconcebible misterio del Espíritu de Dios. Y porque no comprendemos nada, Pentecostés degeneró en la bienvenida ocasión para unas cortas vacaciones. Ya la Biblia para la descripción del acontecimiento pentecostal recurre a las imágenes de las lenguas de fuego y de la tormenta y saca de ellas la consecuencia de la imposibilidad de acercarnos en lenguaje directo el misterio del Espíritu de Dios, que desborda toda nuestra fuerza imaginativa. Y, sin embargo, es posible experimentar a este Espíritu de Dios –en su obrar cuando nos abarca a nosotros mismos o a otros o quizás también a toda la Iglesia.
Entonces, en Jerusalem, se trató de esta experiencia de la actuación del Espíritu de Dios sobre las personas de carne y hueso. Verdaderamente aquí sucedió una “revolución”:
 



* De discípulos azorados detrás de las puertas cerradas se transformaron en personas comprometidas animosamente, que abrieron las puertas que los ocultaban, se presentaron en  público y anunciaron aquel alegre mensaje, que había llevado a su Maestro a la Cruz.

* Personas mezcladas a ciegas, de todas las lenguas y naciones, personas que nunca se habían visto unos a otros, personas que normalmente pasarían corriendo unos ante otros, como también hacemos nosotros, de repente comprendieron juntos y comprendieron sobre todo de lo que se trataba, vieron su vida de forma nueva y reconocieron que esto es lo que importa. No porque recibieran, por así decirlo, un “curso intensivo” de arameo, sino más bien se abrieron al lenguaje fascinador del Espíritu de Dios, al lenguaje del amor.

Por eso nosotros, para la representación de la escena de Pentecostés, no hemos elegido aquel acontecimiento que ocurrió en el interior de los discípulos de Jesús, todavía detrás de las puertas cerradas y que ellos más tarde intentaron reproducir en el lenguaje simbólico del fuego y la tormenta, sino la predicación de Pedro, el cual lleno del Espíritu se dirigía a la multitud de personas tan diferentes y con su mensaje fue comprendido. Sobre la ciudad, la paloma, el símbolo del Espíritu, de la cual sale en un “torbellino tormentoso” Luz “como lenguas de fuego”.

Fotos de la escena 2005

Pfingsten 05 Pfingsten 05

Delante de la puerta de la ciudad Pedro predica a la multitud, que afluye en masa. Sobre la ciudad el Espíritu de Pentecostés en figura de una paloma.
La corona de blancas lenguas de fuego alrededor de la paloma del Espíritu desgraciadamente no es visible en una foto con flash.

Fotos de la escena 2007