Historia y Teología del Pesebre
Del libro del pesebre de St. Michael
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Muy al principio estuvo en el punto central de la fe cristiana casi exclusivamente Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo como el verdadero acontecimiento de la salvación. Más tarde hubo también interés –desde la Pascua- por la historia de la infancia del Salvador, así que a principios del siglo IV la fiesta de Navidad, que se celebraba al principio como “Manifestación del Señor” el seis de Enero, adquirió un significado más importante. En este tiempo tienen también su origen las más antiguas representaciones del “pesebre”. Mostraban al Niño enfajado en el comedero con el buey y el asno y eventualmente con un pastor como representante de los seres humanos que esperan la Salvación.

Aunque el buey y el asno no son mencionados en los relatos neotestamentarios del Nacimiento de Jesús, no obstante forman parte desde el principio del pesebre. Incluso aventajan a la Madre de Jesús. ¿Por qué? Esta antigua representación del pesebre se remonta a un versículo del profeta Isaías:
“El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su señor; pero Israel no tiene ningún conocimiento, mi pueblo no tiene ningún entendimiento.” (Is 1,3)

Después del importante Concilio de Éfeso en el año 431, en el que se reflexionó sobre la divinidad de Jesús y su Madre recibió el título honorífico de “Madre de Dios”, también obtuvo ella un puesto firme en el pesebre.

En la Iglesia Ortodoxa, el Nacimiento de Jesús fue y es representado en una cueva rocosa. Con ello se pone en relación la cueva del Nacimiento con la cueva del Sepulcro y, por consiguiente, el Nacimiento de Jesús con su Muerte. Nacimiento y Muerte son expresión de Su “abajamiento”. La misma conexión se recuerda en la pintura medieval de Occidente, cuando aquí y allá en el establo del Nacimiento cuelga ya la Cruz en la pared. (Así también en nuestro pesebre). En general la pobreza del establo es un augurio de la Pasión futura.

La representación dramático-figurativa del Nacimiento de Jesús tiene junto a las representaciones de la pintura y de la escultura aún una segunda raíz: la representación teatral de los acontecimientos de la historia de salvación que en sus comienzos tuvo un lugar en la Misa y se independizó a primeros del siglos XVI (interpretación de Navidad, interpretación de la Pasión...). Nuestros “pesebres”, por consiguiente, son hoy actuaciones teatrales “en pose”. Se remontan a Francisco de Asís, para el cual estas escenas del pesebre eran una forma de “biblia pauperum” (biblia de los pobres), por consiguiente, una Biblia para las muchas personas que no sabían leer ni escribir. También estos “pesebres” experimentaron en primer lugar en el siglo XVI  su apogeo cuando fueron promovidos –como también el teatro religioso-espiritual- por los jesuitas en la acción de la Contrarreforma.

En la historia de la representación del pesebre no se trata siempre de una exactitud histórica, como en los relatos bíblicos, sino de un anuncio teológico y de piedad existencial. Así las figuras de las diferentes representaciones del pesebre llevan p.e. la vestimenta según la moda de la época correspondiente. En un pesebre africano, María, José y los pastores son africanos, en un pesebre asiático son asiáticos. Por consiguiente, siempre se trata de las personas que contemplan con devoción el pesebre. Se deben reconocer en el acontecimiento de la Navidad y entender que ellas mismas son las personas que actúan en la llegada del Señor. Así hay que comprender también aquella representación actual que pone en relación el acontecimiento del Nacimiento de Jesús con la casa totalmente quemada de una familia turca aquí entre nosotros en Alemania.

Nuestro pesebre de St. Michael...

está grabado por el estilo popular de la primera mitad de nuestro siglo XX. Incluso las figuras individuales reflejan mucho las representaciones del tiempo respectivo y del entorno histórico y cultural y aún se podía leer 1.996 en los “Reyes”: los Reyes personificados “típicamente alemanes” como los conocemos por los libros de historia y los cuentos de hadas. En su lugar se han colocado entretanto suntuosos “príncipes” orientales, mientras los viejos Reyes fueron “degradados”: los dos Reyes “blancos” se convirtieron en pastores (“el hábito hace al monje”) mientras que el negro se transformó en un guía de elefantes.

Los “Reyes” representan desde siempre los pueblos y naciones de todo el mundo, por los que Dios se hizo hombre, y la universal exigencia del anuncio del Reino de Dios. Pero al mismo tiempo también representan las diferentes generaciones. Después de que en los años pasados los niños descubrieron que “sólo hombres” y “sólo adultos” llegaban al establo de Bethlehem, fue completado el círculo de nuestros pastores: con una pastora palestinense, con una muchacha palestinense y con otros niños. Todos juntos responden a la humanidad entera en su multiplicidad policroma.

Pero no sólo las personas, sino “la Creación entera espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios… También la Creación debe ser liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Rom 8,19 y 21). Por eso otros animales también han encontrado sitio en el pesebre al lado del buey y del asno y de las ovejas.

Nuestro pesebre no está pensado sólo para los niños. También nosotros los adultos estamos dotados no sólo de nuestro intelecto, sino también con la capacidad de impresión de nuestros sentidos. Las imágenes nos hablan a los sentidos, también este pesebre nos habla. Por los sentidos el pesebre nos facilita también la comprensión de segundos planos teológicos y de relaciones. El “desierto” por el que los Reyes vienen, es más que el desierto jemenita de Saba, el agua (viva) que fluye es más que un truco de moda. “Desierto” y “agua” son símbolos muy primigenios de todas las religiones y, en especial, del cristianismo, que se descubren en la contemplación e interpretación teológica del pesebre. Las páginas siguientes quieren poner en la mano un par de claves para esto.