Jerusalem
Del libro del pesebre de St. Michael.
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La silueta de la ciudad de Jerusalem forma el fondo de muchas escenas del pesebre de St. Michael. En el libro del pesebre está interpretado este símbolo:

La silueta de la ciudad de Jerusalem en el contexto de un pesebre navideño quiere sorprender. En todo caso es poco común en este contexto. Sin embargo, Jerusalem está en una estrecha conexión con lo que celebramos en Navidad:

* La salvación de Dios, que actúa a través de Jesucristo, comienza en le Templo de Jerusalem. Allí el ángel Gabriel anuncia a Zacarías el nacimiento del Precursor Juan, que es enviado “para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1,8ss).
* La estrella de Navidad conduce a los Magos desde Oriente en primer lugar hacia Jerusalem, a Herodes, el cual los envía hacia Bethlehem con malas intenciones (Mt 2,1ss).
*. Al octavo día después de su Nacimiento, los padres de Jesús le llevaron al Templo de Jerusalem para, según la costumbre judía, “consagrar al Señor” a su primogénito (Lc 2,21-40). Bethlehem está situado sólo a 11 Kms. al sur de Jerusalem.
* Aún otra escena de la historia de la infancia de Jesús sucede en el Templo de Jerusalem: A los doce años va de excursión con sus padres a la fiesta de  Pascua y se queda – inadvertido de sus padres- en la casa de su “Padre” (Lc 2,41-52).
* Finalmente toda la vida pública de Jesús sucedió en el camino hacia Jerusalem, donde Él, al final de su vida terrenal después de la Crucifixión y de la Resurrección, sube al cielo.

Sin embargo, más importantes que las estaciones “exteriores” del camino de Jesús en Jerusalem son sus segundos planos teológicos:

La ciudad conserva su significado teológico por medio de David, que cuando era joven vivió en Bethlehem y allí también fue ungido como Rey por Samuel; David, ya siendo Rey, conquistó Jerusalem y convirtió a esta ciudad en capital de su Reino (en el siglo XI a. de C.). Desde entonces Jerusalem es la “ciudad de David”. Desde Jerusalem ( desde el Sión) domina - por Jahweh – el Rey davídico: “He entronizado a mi Rey en Sión, mi monte santo” (Salmo 2,6).

Entonces David trasladó el “Arca de la Alianza”, que era signo de la presencia de Dios, a Jerusalem y Salomón edificó el Templo para ella, la casa de Dios. De esta forma Jerusalem se convirtió en la ciudad santa de Yahweh y el monte Sión en Su morada, y en Su monte santo. (Salmos 46; 48; 76; 87).

Las promesas mesiánicas, que ven al Mesías como un descendiente de David, hacen referencia a Jerusalem. Así las Lecturas de Isaías en las tres Misas del día de Navidad:

Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado.
Sobre sus hombros descansa el poder,
y es su nombre: “Consejero prudente,
Dios fuerte, Padre Eterno,
Príncipe de la paz”.
Dilatará su soberanía
en medio de una paz sin límites.
En el trono de David, domina sobre su Reino.
(Is 9,5s; Lectura de la Misa de Medianoche)

Dice a la hija de Sión:
“Mira, ya viene tu Salvador…
Y se te llamará
“Buscada”, “Ciudad no abandonada”.
(Is 62,11s; Lectura de la Misa de Navidad de la aurora)

Tus centinelas alzan la voz,
cantan a coro,
porque ven con sus propios ojos
que el Señor vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalem,
que el Señor consuela a su pueblo,
rescata a Jerusalem.
(Is 52,8 s; Lectura de la Misa de Navidad del día)

También la maravillosa visión de Isaías de Jerusalem como punto central del reino de paz mesiánico es un texto “navideño”:

La palabra, que Isaías... ha oído en una visión sobre Judá y Jerusalem:
Al final de los tiempos
estará firme el monte
del templo del Señor;
sobresaldrá sobre los montes,
dominará sobre las colinas.
Hacia él afluirán todas las naciones,
vendrán pueblos numerosos. Dirán:
“Venid, subamos al monte del Señor,
al templo del Dios de Jacob.
Él nos enseñará sus caminos
Y marcharemos por sus sendas”.
Porque de Sión saldrá la ley
Y de Jerusalem la palabra del Señor.
Él será Juez de las naciones,
Árbitro de pueblos numerosos.
Convertirán sus espadas en arados,
sus lanzas en podaderas.
No alzará la espada
nación contra nación,
ni se prepararán más para la guerra. (Is 2,1-4)

En la interpretación de los Evangelios neotestamentarios todas estas promesas mesiánicas encuentran el comienzo de su cumplimiento ya no revisable en el Nacimiento de Jesús. La “nueva Jerusalem” es comprendida también en el Nuevo Testamento como la “Ciudad de Dios”, en la que Cristo, como el Rey mesiánico de la paz, reina y la plenitud del “Reino de Dios”, cuyo comienzo Él anunció en su vida terrenal, baja del cielo (Ap 21). Así sale también de Jerusalem el anuncio de este alegre mensaje. Allí se forma la primera comunidad.

Nuestra silueta de la ciudad de Jerusalem no es “histórica”, ya que la Jerusalem bíblica es una ciudad “ideal” y “supertemporal” - símbolo de las promesas de Dios. Así se orientan los tres estratos de la silueta en estilos de muy diferentes épocas: el Templo al fondo corresponde a la reconstrucción del “Sancta Sactorum” en tiempos de Jesús; la ciudad en el plano central refleja una ciudad “oriental” de los tiempos del dominio muslín sobre Jerusalem (desde el año 638 d. de Cristo); la muralla de la ciudad en primer plano representa más bien el estilo “cruzado” (de 1099 hasta 1244).