Homilía de Acción de Gracias por la Cosecha
Domingo 7 de Octubre de 2007

Tema de la Homilía: “Bendición”
Autor: P. Heribert Graab S.J.

Cuando celebramos una fiesta de acción de gracias por la cosecha,
cuando en estos días la corona de la cosecha adorna nuestra iglesia,
y cuando extendemos con gratitud los frutos de la tierra ante del altar,
entonces manifestamos:

La cosecha de este año –
no sólo lo que tenemos para comer y beber,
sino todo lo que integra nuestra vida
y la hace valiosa,
no es, en primer lugar, el resultado de nuestro esfuerzo.
Todo es más bien regalado,
es una bendición de Dios:

* La tierra, que nos alimenta, está bendecida por Dios.
* Nuestro trabajo y lo que logramos con él, está bendecido por Dios.
* Nosotros mismos con nuestras capacidades y talentos estamos bendecidos por Dios.
* El amor y la amistad y todo lo que nos hace feliz
está bendecido por Dios.
* Incluso el sufrimiento, en el que no nos quebramos,
en el que incluso quizás crecemos y maduramos,
está bendecido por Dios.

Formulándolo así, me llama la atención
con que poca frecuencia está presente la palabra bendición en nuestra vida diaria.
Con mucha más frecuencia hablamos de nuestro trabajo.
Producimos enormemente:
* Damos impulso a la economía.
* Resolvemos también los problemas del medio ambiente.
* Incluso creamos la paz -
con o sin armas.
* Del mismo modo dominaremos los otros problemas de este mundo.
* Configuramos un futuro exitoso para nosotros y nuestros hijos.
* Y asimismo obtenemos un asidero en nuestra vida personal.

Contrariamente a este optimismo, también observo que en nuestra iglesia – también totalmente en la Iglesia evangélica – tienen coyuntura las celebraciones de las bendiciones:
* bendiciones a los niños, no sólo en la época de Navidad,
* bendición de las casas y viviendas, por ejemplo, por medio de los niños cantores,
* bendición de Blasius o también la de las hierbas para la salud,
* bendición de las parejas el día de San Valentín
* bendición a los peregrinos y viajeros,
* y muchas otras más.

Muchas personas dan gran valor sobre todo a que las bendigan muy personal e individualmente.
Nosotros hemos experimentado, por ejemplo, como Christoph Soyer después de su ordenación sacerdotal administraba bendiciones de primicia.

Tales observaciones son probablemente indicio
de que cada vez más personas desarrollan un sentido para ello,
Cuántas veces nosotros con nuestra ilusión de factibilidad chocamos con límites.
Quizás también juega un papel el que la bendición
pueda abrir un camino de resignación y frustración.

Así se genera un arco de tensión:
* Por una parte repercute la Ilustración con su “desencanto del mundo” y con su discriminación ideológico-crítica de la bendición como “magia”.
* Por otra parte, crece también el sentido
de aquella megalomanía humana
que piensa que naufraga si pasa sin Dios y sin Su bendición.
De ahí se sigue una “nueva religiosidad”,
aún cuando ésta, por lo general, no sea “eclesial”.
Así se encuentran, por ejemplo, también en celebraciones de bendición eclesial
no pocas personas,
que, por otra parte, están muy distanciadas de la Iglesia.

Con este fondo, un par de notas sobre la cuestión:
¿Qué entendemos nosotros como cristianos por “bendición”?

Bendición es en primer lugar y sobre todo un regalo, un buen don de Dios.
Dios regala una vida exitosa,
Dios nos dirige Su asistencia
y nos da continuamente los dones de Su creación.
Dios nos regala
Su cercanía, Su amistad y Su amor.
En Su automanifestación en Jesucristo
se nos da a Sí mismo,
se convierte a Sí mismo en bendición para nosotros.

A veces decimos que esta o aquella persona es una bendición para nosotros.
Seguramente en muchos encuentros esto se halla justificado.
Pero también un encuentro o una relación humana así es un regalo de Dios:
Él nos regala Su bendición,
reuniéndonos en el momento justo
con esta persona.

El don de la bendición como hecho es siempre don de Dios.
También entendemos por bendición la fórmula de la bendición, el deseo de la bendición,
la promesa de la bendición –
frecuentemente unidas en un gesto de bendición
que da un peso relevante a la promesa de bendición.

También en este sentido las personas efectúan la bendición.
Su fórmula de bendición es deseo u oración
con una intensidad religiosa no ya demasiado sobresaliente.

Todo creyente puede bendecir de este modo.
Como cristianos, por el Bautismo y por el sacerdocio común de los fieles que resulta de áquel, estamos legitimados para bendecir de modo especial.
Como hijos de nuestro tiempo, marcado por la Ilustración y la secularización, hacemos demasiado poco uso de esta posibilidad de administrar la bendición.
Mi madre bendecía cada pan,
antes de que cortarlo y ponerlo en la mesa.
Pero sobre todo bendecía a sus hijos diariamente
antes de que saliesen de casa por la mañana
o se fuesen a la cama por la noche.

La primicia de bendición del domingo pasado plantea ahora dos preguntas:
1) ¿Es verdaderamente la bendición del sacerdote algo especial?
2) ¿Qué es lo especial en la bendición de primicia, por consiguiente, en la bendición de un sacerdote recientemente ordenado?

Por la fuerza del Bautismo y del sacerdocio común, la bendición de un sacerdote es en primer lugar y sobre todo una bendición como la bendición de todo creyente cristiano.
Pero además el sacerdote bendice en virtud de su oficio expresamente en el nombre y en la misión de la Iglesia.
Por consiguiente, la súplica de bendición del sacerdote es llevada de modo especial ante Dios por la fuerza de la oración de toda la Iglesia.

Por la imposición de manos del Obispo está el sacerdote además en la larga fila
de la imposición de manos que bendice y envía
de Jesucristo y de los Apóstoles.
Por ello la Iglesia dice que el sacerdote bendice
“en la Persona de Cristo” y en Su misión.
Esto es válido sobre todo cuando el sacerdote
bendice en la celebración de la Eucaristía.
Fuente de toda bendición es el hecho salvador pascual de Dios en Cristo – el misterio pascual.
Por ello la bendición tiene sobre todo su lugar en la Eucaristía.
En la Misa son conferidas por el Obispo las ordenaciones
y también en Semana Santa son bendecidos los santos oleos.
Por regla general también tiene su lugar en la Santa Misa la bendición nupcial.
Y toda celebración de la Eucaristía termina con la bendición –
con frecuencia en su forma solemne y unida a la “oración sobre el pueblo”,
para la cual el pueblo se inclinaba profundamente en otros tiempos.
Por eso, esta “oración de bendición” se llama también “oración de inclinación”.

¿Dónde está el especial significado de la bendición de primicia?
Detrás se halla la antigua concepción de que la primera acción de una capacidad recientemente adquirida proporciona una intensidad y fuerza especial.
Quizás se hallan también en esta interpretación transmitida tendencias “supersticiosas”.

Antes bien puedo conectar con un pensamiento que procede de la situación del ser humano que administra la bendición.
Es natural que un sacerdote recién ordenado
muy personalmente en forma muy intensa perciba
su nueva misión,
por ejemplo, celebre la Santa Misa y también bendiga.
En la oración de bendición actúa el ser humano.
Y su actuar y hablar también están naturalmente siempre condicionados por su situación existencial
y por las condiciones psicológicas.
De modo semejante seguramente también la primera bendición, que una madre pronuncia sobre su hijo recién nacido, tiene una fuerza e intensidad especial.

Volvamos al principio:
Celebramos la acción de gracias por la cosecha.
Recordamos que no sólo los frutos de la tierra,
sino que todo lo que hace valiosa nuestra vida,
es una bendición de Dios.
Por ello damos gracias con toda alegría.
Y el tener conocimiento de la bendición de Dios
lo llevamos a nuestra vida diaria,
con lo que también nuestra vida diaria queda marcada cada vez más por la gratitud.

Amén.