Homilía para la Fiesta de Todos los Santos 2007
Lectura: Ap 7,2-4.9-14
Evangelio: Mt 5, 1-12a
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La homilía es considerablemente idéntica a la de Todos los Santos del año 2000.
Aproximadamente tenía diez años una niña,
que hace algún tiempo me enseñó una concha hermosamente veteada:
“¡Mi tesoro”! –dijo,
y sus ojos brillaban.
Radiante me contó
cuando y cómo había encontrado la concha.
Mientras la escuchaba, comprendí
que se trataba de más que de una concha;
se trataba de unas vacaciones magníficas.
Se trataba de un tiempo,
en el que había tenido totalmente
para ella a su mamá y a su papá.

Probablemente todos nosotros guardamos
algún “tesoro de recuerdo”.
En los adultos, he visto hermosas piedras.
Cada una de ellas respondía a una historia de vacaciones.
Pero mucho más importante aún:
La foto de un muerto querido en la cartera.
Uno ve cómo a menudo es sacada, contemplada y mostrada también a otros.
Esta foto es la niña de sus ojos:
“¡reliquias!”

Suena a anticuado – casi a medieval.
Y a “típicamente católico”.
Recuerda mucha incomprensión.
Y, sin embargo, se trata de algo primitivamente humano,
para el recuerdo de algo muy significativo:
Testimonio de algo o de alguien,
que es inolvidable o irrenunciable para mi vida;
Un signo, que corresponde al pasado,
pero que graba el presente
y abre un futuro vitalmente valioso.
La foto en la cartera –directamente sobre el corazón,
la concha en una caja multicolor y ovalada,
como un joyero:
Ciertamente esto es un “relicario”
- una forma de joyero,
en el que conservamos algo muy importante para nuestra fe.

En este relicario guardamos reliquias, recuerdos
de dos mártires de la Iglesia primitiva.
Durante siglos, en la Iglesia fue celebrada la Eucaristía sobre estas tumbas.
Según una costumbre muy antigua, había en cada altar una “reliquia”,
sobre la que se celebraba el sacrificio de Cristo,
también aquí entre nosotros en St. Michael.
Por diferentes motivos, esta costumbre se ha abandonado.
Pero naturalmente honramos las reliquias del antiguo altar mayor  de St. Michael.
Un documento las legitima como reliquias
de los mártires Victoria y Justinus,
de la época de las persecuciones de los romanos
a los cristianos.
Consta que estas reliquias proceden de las catacumbas romanas,
de aquellas galería subterráneas y cuevas,
en las que los cristianos de aquella época enterraban a sus muertos y también a las víctimas del estado de terror anticristiano.
No sabemos nada sobre las personas concretas
que están detrás de los nombres de Victoria y Justinus.
Quizás estos nombres corresponden a dos mártires desconocidos,
que por medio de su muerte por Cristo se convirtieron en “vencedores” de la injusticia
y en “justos” ante Dios.

Las reliquias nos recuerdan el testimonio de las personas que respondieron de su fe con su vida y con su muerte.
Recuerdan a las personas “que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.  
Recuerdan a las personas que Jesús mismo alaba como bienaventurados (= santos),
“porque fueron perseguidos por causa de la justicia e injuriados por Mí y calumniados de todas las formas posibles”.

Hasta el día de hoy suena la misión que Jesús nos encarga:
Dar testimonio de Él, de Su Evangelio, de Su promesa del Reino de Dios.
Con frecuencia, consideramos nuestra fe como asunto privado, que no importa a nadie –
¡por causa del testimonio!

Con frecuencia, en el caso de que se nos pregunte, equivocamos nuestra información de que somos católicos con la añadidura:
“Pero, naturalmente yo no tomo esto muy en serio
y desde hace mucho tiempo no estoy de acuerdo
con todo.” –
¡por causa del testimonio!

También decimos con frecuencia:
“¡Lo importante es ser una buena persona!”
¡por causa del testimonio!

Merece la pena echar una mirada a la caja de reliquias,
merece la pena echar una mirada a este relicario,
como mínimo el día de Todos los Santos,
en que celebramos sobre todo a éstos
que a través de los siglos han dado testimonio por Cristo, incluso con su vida.

A mí me dijo alguien,
que tenía por una gran falta de su vida haber sacado la foto de su madre muerta de la cartera
y que le ha pedido perdón de corazón.

¡Por favor! ¡Recomendado para imitar!
Las reliquias de los mártires Victoria y Justino
estarán aún durante los próximos días
delante del altar de St. Michael.
A la vista de estas reliquias,
pidamos perdón a Dios,
porque nosotros a menudo no nos atrevemos
y a veces tampoco lo tenemos por necesario,
dar testimonio de que pertenecemos a Dios,
dar testimonio de que nos sabemos llamados
a ser santos –
a Su imagen y semejanza.
Amén.