Homilía para el Domingo Cuarto del ciclo litúrgico (C)
28 Enero 2007

Evangelio: Lc 4,16-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Esta homilía no fue pronunciada en St. Michael sino en un servicio religioso con ocasión de la celebración del Año Nuevo en la parroquia evangélica de Göttingen-Hetjershausen.
En estos días de Enero hay por todas partes celebraciones del Año Nuevo.
Se trata de detenerse un momento
para el cambio de año,
para mirar atrás, para asegurarse uno mismo,
para poner ante la vista este nuevo año,
para formular propósitos
(con los que, como es sabido, queda empedrado el camino hacia el infierno),
y para desearse mutuamente todo bien
y quizás incluso la bendición de Dios.

Con esta ocasión hoy celebramos un servicio religioso.
El Pastor Goldenstein me ha invitado
a pronunciar la homilía en este servicio religioso.
Tengo mucha esperanza de que ustedes no me echen fuera acto seguido
y me arrojen por los peldaños de su iglesia –
como tuvieron intención de hacer con Jesús las gentes de Nazareth.

Yo quisiera ofrecerles como deseo para el nuevo año–totalmente en el sentido de este Evangelio programático- una palabra clave del mensaje de Jesús en el camino:
“¡Convertíos y creed el Evangelio!
Porque el Reino de Dios está cerca.”
Según el Evangelio de Lucas, esto lo hemos oído ahora mismo,
Jesús aún sigue caminando unos pasos y dice:
Hoy se ha cumplido la promesa de Isaías del Reino de Dios venidero.
Naturalmente no se refería sólo al “Hoy” de las personas de entonces en Nazareth.
¡Se trata más bien de nuestro “Hoy”!
Por consiguiente, pudiera servirnos de reflexión en este momento la cita de Isaías que hace Jesús – tanto para el año 2006 situado ya detrás de nosotros,
como también para nuestro arranque en este nuevo año:

* Nuestro vivir diario ¿está verdaderamente grabado por el alegre mensaje para los pobres,
y esto lo observamos también – de forma muy práctica?
O ¿vivimos más bien según el lema:
Primero son mis dientes que mis parientes?

* ¿Es verdaderamente para nosotros un deseo el mensaje misericordioso del Reino de Dios de la liberación de los cautivos?
Por ejemplo, cuando se trata de los refugiados en la cárcel de deportación, que no han “cometido” ninguna otra cosa que huir sencillamente de la pobreza o de la guerra de su país;
o cuando actualmente se trata de un indulto para los últimos terroristas de la RAF.
¿O preferimos más bien lemas de tertulia de café para mensaje de Jesús?

* ¿Simpatizamos con los ciegos y con los demás impedidos?
¿Tenemos para ellos más que una mirada compasiva?
¿Nos sentimos nosotros mismos provocados
o remitimos a la competencia de Diakonia y de Caritas?

Finalmente aún está el “año de gracia del Señor”:
Se trata de tres apuntes:
1.    Ayuda concreta para los que también hoy amenazan asfixiarse en sus deudas;
2.    Crear condiciones para que cada uno pueda regresar a su patria bien considerado y no como “expulsado”;
3.    y finalmente procurar para la naturaleza aquel sosiego que le permite regenerarse, en lugar de explotarla de forma desconsiderada.
Observen que en el mensaje del Reino de Dios de Jesús se trata no sólo de nuestra piedad y honradez personal, sino también enteramente de nuestro pensar y actuar político.

Con una exigencia revolucionaria tal, viene Jesús a Su ciudad de origen Nazareth.
¡Las gentes esperan allí algo muy diferente!
Habían oído muy asombrados:

Este Jesús -¡uno de nosotros!- ha hecho grandes cosas en Cafarnaúm;
también ha curado de forma milagrosa a enfermos – incluso leprosos–.
Y ahora viene a nosotros en su ciudad de origen.
Aquí hará cosas aún más maravillosas.
¡En todo el país se hablará de Nazareth!

Pero ahora Él habla por vez primera en nuestra sinagoga.
¿Qué tendrá que decir?
Dirá en el fondo lo que nosotros ya sabíamos de siempre.
¡Al fin y al cabo procede del mismo nido!
No debe aburrirnos, sino entrar en materia.

¡Pero sucede de forma muy diferente!

* Este Jesús lee un texto muy familiar de la Biblia.
Pero Él lo entiende evidentemente de forma muy diferente.
Saca consecuencias, que pueden ser muy incómodas.
Perciben que Él quiere verdaderamente arrancarlos de sus costumbres habituales.
No somos nosotros judíos piadosos, piensan.
¿Y qué nos quiere cambiar?
¿Qué significa esto? ¿Cómo se atreve?

¿Y dónde quedan las curaciones milagrosas de enfermos?
Lo que nadie esperaba - ¡se niega!
Más aún: ¡contamina el propio nido, alude incluso a los extranjeros, a los paganos!
¡Se tiene por mejor que su propia carne y sangre!
Sin embargo, ¡esto no puede ser verdad!

Y aquí echan chispas de rabia,
se levantan
y Le empujan fuera de la ciudad
y están incluso a punto de matarLe.

Una historia dramática que sucede también hoy en casi todas las comunidades cristianas siempre de nuevo – aunque de forma menos dramática-.

Nosotros desde niños conocemos a este Jesús.
Hemos crecido con Su Evangelio.
Sus Palabras nos son familiares,
las hemos hecho “convenientes” para nuestra vida.
Así Él tiene en nuestras comunidades una “patria”.
Estamos convencidos de ello:
También ahora – que celebramos este servicio religioso- está en medio de nosotros.
¿No ha dicho Él mismo:
“Donde dos o tres se reúnan en mi Nombre
allí estoy Yo en medio de ellos”?
Por consiguiente, ¿dónde está el problema?

Para ser sincero – yo veo varios problemas:

 En primer lugar aquí están muchos cristianos
que han sintonizado “con los pies”,
que se han retirado de la comunión con Jesús, de Su Iglesia.
Aquí están otros muchos que ya no esperan nada de los encuentros con Jesús – en todo caso en el servicio religioso-.
Ya ni siquiera vienen.
Todos ellos han expulsado a Jesús no sólo de la ciudad, sino que muchos de ellos por lo menos lo han expulsado de su corazón.

 Un segundo problema veo en nosotros mismos,
que confesamos conscientemente a este Jesús.
¿Qué imagen tenemos de Él?
¿Quién es Él para nosotros?
¿Qué esperamos de Él?

1. ¿Sacamos picoteando los tonos claros y suaves 
de nuestra imagen de Jesús y de Dios?
Ciertamente en Navidad parece así.
¿O nos abrimos también a los matices exigentes, incómodos y obscuros?
2. Creemos evidentemente en la filantropía de Dios,
que se nos hace presente en el Nacimiento de Jesús.
Pero ¿reconocemos también que la filantropía de Dios descubre nuestra falta de amor y la injusticia que nos domina a nosotros mismos y a este mundo?
3. La promesa de “paz en la tierra” la oímos con gusto.
Pero ¿la comprendemos también como llamamiento a la responsabilidad, a la falta de paz de nuestra época?.

Yo no estoy tan seguro,
de que nosotros nos portásemos esencialmente de forma diferente a la comunidad de la sinagoga de Nazareth, si ÉL de repente estuviera ante nosotros y anunciase Su mensaje desde este púlpito.

Quizás debiéramos llevarnos de este servicio religioso tres ideas para el año comenzado:

 Jesús llega a nuestras comunidades como llegó entonces a la comunidad de Nazareth.
Hoy y siempre de nuevo, Él alude a mí y a nosotros y a nadie más.
Esto puede ser para nosotros y para mí consuelo y ánimo.
Yo no soy olvidado y nosotros tampoco.
Jesús, el Hijo de Dios, quiere ser hoy nuestro huésped, aquí en el servicio religioso, pero también en sus casas.

 Nosotros no necesitamos esperar los “grandes” milagros.
Nos miramos a nosotros mismos, a los prójimos y a todo el mundo con buenos ojos.
Entonces descubriremos los “innumerables” pequeños milagros:
- nuestras propias – a menudo ocultas- capacidades,
que no tienen nada que ver con nuestro “mérito”,
que más bien se nos regalan.
- la sonrisa de una persona totalmente extraña
que nos encuentra en la calle;
- la complacencia que nos toca en suerte muy inmerecidamente y a ves de forma inesperada;
- que conocemos a personas que nos quieren y que se dejan querer por nosotros;
- que en este mundo secularizado, de forma sorprendente, hay personas que creen, esperan y aman,
y que yo mismo pueda creer;
- que en muchas situaciones difíciles de repente hay un “ángel” al lado mío, que me coge de la mano y me muestra una luz de esperanza.
¡Todo esto también son “milagros” en nuestra época!

 Se dice que “todo tiene dos caras”.
Las gentes de Nazareth estaban ciegas
- como mínimo de un ojo-:
Vieron a este Jesús exclusivamente
con el ojo de su estrecha limitación.
Nosotros podemos si queremos, no sólo ver lo que nos gustaría ver.
También podemos ver,
lo que se oculta detrás de lo aparente.
Ciertamente podemos ver también a nuestro vecino, por ejemplo, como un extranjero o como un emigrante;
pero le podemos ver también como un buen artesano
y sobre todo como una persona
que busca entre nosotros una nueva patria.

También puedo oír lo que me dejan oír mis prejuicios, pero también puedo oír además lo que me dice mi interlocutor y lo que él verdaderamente quiere decir.

Nosotros podemos ver en este Jesús de Nazareth
a un ser humano e incluso a un ser humano importante;
pero también podemos ver en Él a Dios,
que nos ama y no nos abandona,
pero que también pone del revés nuestro mundo,
que nos quisiera cambiar a nosotros mismos,
porque Él nos necesita para el “Reino de Dios”,
que nos desafía a veces de forma bastante incómoda
a cambiar este mundo y antes a nosotros mismos.
¡Comencemos con ello en este año!

Amén.