Homilía para el Domingo trigésimo tercero del ciclo litúrgico C
18 Noviembre 2007-11-19

Evangelio: Lc 21,5-19
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Este Evangelio suena muy actual:
Todos tenemos ante la vista
* las imágenes televisivas de terremotos, mareas
* y otras catástrofes naturales.
* La tierra se calienta, los glaciares se derriten,
el nivel del mar sube –
la destrucción de nuestro entorno parece no detenerse ya.
* Y cuando se habla de plagas
quien no piensa en el HIV-Virus
y en las terribles epidemias del Sida
- sobre todo en África y en Europa oriental.
* Las guerras y las guerras civiles de nuestros días
¿quién las puede contar?

Hoy se añade a esto la inseguridad económica.
Los puestos de trabajo se suprimen racionalmente.
Sólo la palabra de la globalización produce temor.
¡Este mundo en total produce miedo!
Innumerables personas de nuestra época
normalmente están enfermas de miedo.

Además hay – como en todas las épocas –
estos profetas de calamidades,
que llevan todos estos anuncios de horror como agua a sus molinos
y de ahí sacan provecho político, económico o pseudo religioso.
Donde están en juego intereses de poder o
también ideologías o ilusiones religiosas,
los seres humanos son expulsados, perseguidos y asesinados,
como lo experimentan los cristianos –más que todos los demás- hoy de nuevo,
desgraciadamente sobre todo en los países islámicos.

El primer mensaje del Evangelio habla contra todas estas locuras.
¡Permaneced con los pies sobre la tierra, suceda lo que suceda!
¡Lo que os angustia, se ha dado en todas las épocas!
Y en todas las épocas se han pintado también cuadros que asustan del final de los tiempos que despunta.
¡A pesar de todo la historia ha continuado!

Lucas y los judíos y cristianos de su época
han vivido la catástrofe del año 70,
la total destrucción del Templo de Jerusalem.
¡No sólo fue destruido un edificio imponente,
aquí se acumularon imágenes del mundo y del futuro,
aquí se fue al traste la confianza religiosa y la esperanza de muchas personas tanto judías como cristianas!
Aquí estallaron brutales y crueles persecuciones.

No os dejéis hundir por estos remolinos, dice Lucas, citando al propio Jesús:
¡No os espantéis! ¡Esto no es en absoluto el final!
¡No permitáis que vuestra fe se estremezca!
Dios no se ha apartado.
Él es y continua siendo el Creador de este mundo.
Él es y continúa siendo el Señor de la vida,
aunque las fuerzas de la muerte se quieran rebelar tanto contra Él y contra todos los que Le pertenecen.

Aunque puedan suceder cosas malas –
sin embargo ¡poned vuestra confianza imperturbable en Él!
¡Mirad al Este: La Vida sale vencedora!
Vosotros mismos conseguiréis la Vida.
No se os caerá ni un pelo.
Pues “los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
¡No temáis!” (Lc 12,7)
“¿No se venden cinco pajarillos por un par de ases?
Pues bien, ni de uno de ellos se olvida Dios.
¡Pero vosotros valéis más que muchos pajarillos!
(Lc 12, 6 y 7)

¡Abrid vuestros ojos a toda la realidad!
No caigáis en la trampa de los “gurus de calamidades” y de los medios, que creen,
que sólo pueden aumentar ediciones y cuotas
de espectadores y hacer negocio con titulares negativos y noticias catastrofistas.

Mirad con “buenos ojos” y percibid las bendiciones:
* Vivimos en la más larga fase de paz de la historia europea.
* Hay tres veces más democracias en la tierra que hace treinta años.
*Ya no sufrimos hambre,
lo cual no fue siempre así entre nosotros.
* A pesar de toda la miseria,
que naturalmente hay en este mundo,
se desarrolla en muchas regiones la prosperidad.

Sobre todo esto llama la atención el futurólogo
Matthias Horx.
Ha escrito un libro “Instrucciones para el optimismo del futuro” y no piensa en absoluto en un optimismo naiv, a la manera de “ya todo va bien”.
Él se refiere más bien a una serena confianza, que libera energías para percibir la propia responsabilidad.
“Podemos hacer algo, no somos sólo víctimas.”

Con este optimismo está Matthias Horx completamente en la línea del Evangelio,
que no se ciega por las catástrofes,
ya que en todo está el alegre y generador de alegría mensaje del Evangelio.
En consecuencia, por la Sagrada Escritura se extiende el estímulo, como un hilo rojo:
“¡No temáis!”

Las Iglesias cristianas predican el Evangelio:
Alegre mensaje y “¡no temáis!”
En la praxis, sin embargo, ocasionan con frecuencia complejos de culpa,
avivan temores irracionales y no cristianos con una tenebrosa prédica judicial.
Predican el mensaje del “Reino de Dios que despunta” y no perciben en la realidad nada de esto,
sino que esperan todo del “más allá”.

Benedicto XVI habla continuamente de la “razón” de la fe.

Yo pregunto: ¿Qué es más razonable –
ajustar la mirada a las partes obscuras de la vida?
o ¿permanecer abierto a la percepción de la realidad,
* a la buena Creación de Dios,
* a todo el bien, que también hay (en toda vida personal y en este mundo en general)
* y, sobre todo, a la fuerza transformadora
que se halla en la vida y en el mensaje liberador de Jesús?

¡Como Iglesia de Jesucristo
no podemos sólo predicar la “salvación”!
¡Podemos vivirla!
Podemos hacer visible y efectiva su fuerza alentadora y transformadora sobre todo allí
donde hoy abundan depresiones y temores.
Podemos continuar regalando el amor de Dios, que se manifiesta en Jesucristo y colocándolo conscientes de su propio valor en toda tentación
de violencia y contraviolencia.

¡No corráis tras los profetas de desgracias! –
dice Jesús.
También en el Evangelio del hoy, en el que se trata de los espantos de nuestra época,
y en el que resuena algo del temor
que pone continuamente a las personas ante la pregunta:
¿cómo terminará todo esto?
también este Evangelio quiere quitarnos el temor
y remitirnos al amor de Dios y a la misericordia.

Amén.