Homilía para el Domingo trigésimo primero del ciclo litúrgico C
4 Noviembre 2007
Lectura: Sab 11,22-12,2
Evangelio: Lc 19,1-10
Autor: Heribert Graab S.J.
En el mundo moderno, la delegación de Hacienda
no se cuenta entre las instituciones especialmente apreciadas de nuestra sociedad.
Desde esta consideración apenas hay diferencias en la opinión pública entre entonces y hoy.

El Evangelio no describe un problema específicamente judío cuando presenta
al publicano y empresario aduanero.
Específico en el desprecio judío por los publicanos era acaso el hecho que este grupo profesional colaboraba sistemáticamente
con la potencia de ocupación
y tenía que colaborar si quería subsistir.

Por lo demás, el desprecio por los publicanos
era muy común en el mundo antiguo.
Globalmente sobre todo fueron condenados por gentes formadas y nobles.
Y en el ámbito de Jesús a éstos pertenecían también los fariseos.

Un filósofo griego,
de nombre Philóstratos,
cuenta una historia ingeniosamente divertida,
que caracteriza el desprecio encopetado de los publicanos:
Un filósofo fue preguntado en un paso fronterizo de Mesopotamina sobre lo que llevaba consigo.
La respuesta del filósofo fue ésta:
“Prudencia, justicia, virtud,
continencia, valentía, disciplina.”
El publicano vio ya su ganancia y dijo:
“¡Por favor, inscribe a tus esclavas en el registro!”
(Por las esclavas tenía que pagarse aduana)
“No puede ser”, respondió el filósofo,
“no son esclavas las que traigo conmigo,
sino señoras.”

Ahora se nos hace a nosotros la pregunta:
¿Contra qué se dirige Jesús, el amigo de publicanos?
¿Contra una común antipatía hacia los publicanos?
O ¿contra el orgullo de las gentes finas,
o sea, contra la piedad presuntuosa y encopetada?

En primer plano parece ser clara la respuesta:
La historia de la tradición del cristianismo,
por la que también nosotros estamos marcados por la lectura del Evangelio,
no tiene mucha simpatía por estos “piadosos” judíos,
a los que llamamos de una forma global y devaluada
“fariseos”.

La respuesta de Jesús resulta más diferenciada:
Ante todo Él
- con toda estimación por los despreciados -
tampoco deja en paz al publicano Zaqueo:
Se trata de un “pez gordo”.
Más bien es un empresario de aduanas
que también tiene mucho que esconder
a los ojos de Jesús.

Esto queda claro en la reparación
que Zaqueo realiza.
Su “conversión” se atiene a las normas del derecho romano,
pues preveían una restitución cuádruple en caso de robo (¡!)y Jesús no le llevó la contraria manifiestamente.
Zaqueo reconoce igualmente por sí mismo
el especial peso de la culpa,
queriendo dar la mitad de su fortuna a los pobres.
A esto no estaría obligado legalmente.
Pero lo hizo y, en verdad, bajo el influjo inmediato de Jesús.
Una forma de contemplación diferenciada,
hace necesario lanzar una mirada sobre el sistema de impuestos romano,
en el que él jugaba un papel central de mediador aduanero.
Los romanos practicaban un sistema muy moderno,
que hoy se denomina “sub-contrato”.
Además se evitan trabajos caros en personal, de costes intensivos, con riesgos o sencillamente sólo “sucios” y se delegan en el (aparente) empresario independiente.
Hace poco la Deutsche Telecom ha causado con un “sub-contrato” así sensaciones negativas.

Quizás la benevolencia que Jesús manifiesta a este mediador aduanero, tiene que ver con este sistema,
del cual Zaqueo es víctima:
* Tiene que invertir en el arriendo una enorme cantidad de dinero, que naturalmente tiene que pagar por adelantado.
* Con ello, el Estado se substrae de una situación delicada.
* Zaqueo se arriesga él solo:
Finalmente tiene que amortizar el capital invertido
y adicionalmente obtener una ganancia.
Que le salga bien esto no es en absoluto evidente.
Por el contrario: Estos intermediarios aduaneros están a menudo bajo una enorme presión económica.
Fraude y extorsión eran la consecuencia comprensible, aunque con seguridad no demasiado elogiosa, de esta presión.

Es natural sospechar,
que Jesús criticaba o incluso condenaba sobre todo este “sistema” y que manifestaba
en primer lugar una inclinación personal por las víctimas del mismo
y precisamente también por Zaqueo.
Así se aclara que el Evangelio formule la crítica de la conducta personalmente extraviada de Zaqueo
de forma positiva en la descripción de su conversión.

Conforme a esto debíamos contemplar críticamente a la luz del Evangelio también hoy estos sistemas de sub-contratos y
las víctimas que producen los sistemas de economía y de política.
En cualquier caso estamos muy alejados todos nosotros –más o menos–
de pensar y juzgar desde las víctimas en el sentido de Jesús.

Los “adversarios” de Jesús en el Evangelio de hoy no son los fariseos, sino sencillamente la “gente”.
¡Son gentes, probablemente como tú y como yo!
Tienen sus faltas y sus cosas buenas.
Son gentes enteramente “piadosas”,
o como mínimo se tienen por tal.
Pero sobre todo tienen ideas claras
* de lo que está bien y de lo que está mal,
* de lo que “se” puede y
de lo que no “se” puede hacer,
* de lo que responde a sus tradiciones e ideales
- además de los religiosos- y de lo que no responde a esto.
Expresado de otra forma:
Tienen juicios claros y lo mismo prejuicios claros.

Por consiguiente, estas gentes están convencidas
de que son personas piadosas y de que están en el camino recto, querido por Dios.
Finalmente observan las prescripciones religiosas muy correctamente o como mínimo se esfuerzan sinceramente en ello.
Creen que en su vida responden a la voluntad de Dios.

Hubo y hay entre los “piadosos” del país
también algunos, que tienen la necesidad de descalificar como “pecadores”,
de “enseñarles los dientes” y de marginar
a otros que no se toman tan exactamente las tradiciones religiosas o tampoco las normas de conducta sociales.

A estos les replica Jesús:
¡No os consideréis a vosotros mismos tan importantes!
Y ¡mirad un poco más exactamente a los otros!
Entonces descubriréis lo sorprendente:
Por ejemplo, este publicano aboga por su conducta errónea, se dirige a Dios y repara su injusticia
por encima de la cantidad prescrita legalmente.
Si fuerais verdaderamente “piadosos”
os dejaríais influir por él.
Piedad es más que el respeto externo de tradiciones y preceptos religiosos.
La verdadera piedad es más bien una actitud global que intenta compaginar fe y vida diaria.
Y justamente este publicano os saca ventaja.

Posiblemente Jesús diría a los cristianos de hoy:
Si queréis ser verdaderamente piadosos,
entonces  engranar el domingo y el día laboral.
Y de igual modo hablaría a los cristianos “piadosos” del domingo,
como también a aquellos que en su profesión diaria están comprometidos humana y socialmente,
pero opinan que pueden pasar sin Dios y sin Misa.

Pero a todos nosotros nos pondría continuamente ante la vista la palabra de la Lectura:
“Señor, Tú amas todo lo que existe
y no aborreces nada de todo lo que Tú has hecho.”
Dios ama a “la gente” con su parte piadosa y menos piadosa.
Pero Dios ama también al publicano y
descubre con los ojos del amor el ascua debajo de las cenizas de sus estafas.
Dios ama actualmente, por ejemplo, también a los musulmanes.
Pero a vosotros no os importa nada esto
pues verdaderamente ni vosotros ni el publicano sois “piadosos”.
Como él no podéis prescindir del amor de Dios que perdona.
Pero podéis confiar sin límites en este amor de Dios.
Amén.