Homilía para el día de penitencia
y oración
17 noviembre 2004

Lectura: Is 1,10-17;
Evangelio: Lc 13,1-9;
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Homilía en la Iglesia Evangélica de la Cruz.
Göttingen.
Hace muchos años tengo amistad con una judía creyente.
Cuando reflexiono sobre la gran intensidad con que celebra el Jom Kippur, la fiesta de la reconciliación judía,
entonces se me hace tan verdaderamente consciente,
cómo son, ahondando en profundidad,
los días de penitencia y reconciliación
en nuestra praxis cristiana.

En la tradición judía y ya en la bíblica,
el día de la reconciliación tiene no sólo una dimensión individual sino más aún una dimensión social –
pues, en general, la Biblia piensa más desde el “pueblo de Dios” que desde el individuo.

También en el día de penitencia y oración originalmente –si yo estoy bien informado- se trataba sobre todo del “nosotros” de una sociedad cristianamente acuñada.
La reciente secularización y el moderno individualismo han apartado estos días cada vez más al ámbito privado, de modo que la supresión estatal de este “día de fiesta”,
fue verdaderamente consecuente.

El individualismo y la privatización de todos
los valores fundamentales cristianos en general y después naturalmente también el de la penitencia como “conversión” a estos valores, acarrea ciertamente consecuencias que asustan.
Por ejemplo, nosotros experimentamos esto en lo que sucede momentáneamente en los Países Bajos:
Una sociedad, que se ha despedido de sus tradiciones y valores cristianos como apenas ninguna otra en Europa y que fue alabada por todas partes como una comunidad “moderna”, “liberal” y “abierta”, se ve confrontada a la vez con el asesinato, el homicidio y el saqueo.
Crujen las vigas, de una sociedad determinada por la arbitrariedad.

Justamente en estos días en un gran show televisivo la mayoría de los holandeses que llamaron por teléfono, han elegido al popular de derechas Pim Fortuyn como el holandés más grande de todos los tiempos.
El camino para un día de penitencia y oración parece estar aún lejos.

¡Contemplemos con este fondo actual la Lectura de la Escritura de esta Misa!

Jesús cuenta la parábola de la higuera estéril como reacción a una pregunta con fondo político:
Pilatos había causado un baño de sangre entre los peregrinos galileos –
y esto precisamente en el Templo de Jerusalem,
cuando además estaban para ofrecer sus víctimas.

En el punto de  vista de la religión de retribución reinante entonces, se propone la insistente cuestión de la “culpa” de esta piadosa gente.
La respuesta de Jesús no reza así:
“Las víctimas eran inocentes.”
Pero tampoco dice:
“La culpa es exclusivamente de Pilatos y
del régimen imperialista de los romanos.”
La respuesta de Jesús más bien reza:
“¡Todos vosotros sois culpables!
Y si no os convertís
pereceréis también vosotros!”

Es difícilmente comprensible que Jesús con ello haga referencia a la pecaminosidad privada de cada uno en particular.
Más bien me parece evidente,
que Jesús tiene ante la vista la culpa social, en la que ciertamente cada uno en particular está más o menos implicado.

La pregunta no pronunciada de Jesús podría sonar entonces como hoy:
¿De dónde procede verdaderamente este exceso de violencia?
En todo caso a esta pregunta da respuesta la parábola de la higuera:
La higuera - en la tradición bíblica de Israel una imagen para el pueblo –
no da fruto.
Pero los frutos que hay que esperar de ella, son en
el sentido de la Torá (la sabiduría de Dios)
justicia y paz.
Pero ciertamente esto falta por todas partes.

Ya el profeta Miqueas se lamenta de la esterilidad de la higuera y lo concreta así:
“No queda un justo entre los hombres,
todos acechan en busca de sangre,
cada cual atrapa en la red a su hermano.
Para el mal sus dos manos adiestran:
el príncipe exige regalos
y también el juez, recompensas;
el grande habla de la codicia de su alma
y él y ellos la urden.” (Miq 7,2 ss).

También aclara la Lectura de Isaías de esta Misa de qué frutos se trata:
“Vuestras manos están llenas de sangre.
¡Lavaos, purificaos!...
¡Cesad de hacer el mal ante mis ojos!
¡Aprended a hacer el bien!
¡Preocupaos de la justicia!
¡Ayudad a los oprimidos!
¡Haced justicia a los huérfanos,
abogad por las viudas!” (Is 1,15-17).

Expresado de otra forma:
La injusticia fermenta injusticia.
La violencia fermenta violencia.
Los importantes son los peores;
pero de cualquier modo también vosotros os habéis acomodado al sistema,
intentáis, vuestros corderitos poner al abrigo.
Todo el sistema está podrido.
Y este sistema os echará a perder a todos
si no ponéis freno y os convertís.

Verdaderamente yo tengo que explicar en detalle,
¿por qué y hasta qué punto esto también es válido hoy –
también aquí entre nosotros, que soportamos con paciencia, pasivamente los debates de reforma, sin fijarnos en que precisamente no llevan ningún fruto de justicia?

En conclusión, yo desearía invitarles aún a echar un vistazo conmigo a la parábola de la higuera estéril, como es transmitida por Marcos (y de modo semejante por Mateo).
Ambos evangelistas sitúan la parábola en los acontecimientos de los tres últimos días de Jesús antes de Su Pasión.

En estos días asciende la disputa religiosa y política de Jesús con el estrato social reinante en Jerusalem y esto conduce finalmente al proceso contra Él y a Su ejecución.
Ya durante estos tres días es demasiado peligroso para Jesús y Sus discípulos pernoctar en Jerusalem.
Por consiguiente, cuando obscurece se retiran para pasar la noche a Betania y pernoctan en casa de sus amigos.

Por la mañana temprano, en el camino de vuelta a la ciudad Jesús ve una higuera, que no tiene ningún fruto.
Aunque no es tiempo de cosecha, maldice a este árbol:
“¡Nunca más nadie comerá ningún fruto de ti!”
   
Después de este pequeño episodio,
sobre el que tampoco se trata aquí más de cerca,
el grupo de Jesús se dirige al Templo.
Allí Jesús descarga la rabia en vista de los negocios que se hacen en el lugar santo y expulsa a los traficantes y a los cambistas.

Seguramente no dirige su cólera en primer lugar contra estos pequeños comerciantes.
Estos traficantes y cambistas estaban más bien protegidos por las concesiones de los Sumos Sacerdotes y de la aristocracia del Templo.
Los auténticos aprovechados eran los importantes.

Por consiguiente, éstos eran también los mayores culpables.
* Ellos habían hecho del Templo una “cueva de ladrones”.
* Explotaban a los peregrinos, en lugar de preocuparse de los pobres.
* No se acomodaban a la Torá porque tenían ante los ojos el aprovecharse.
* En lugar de dirigir una casa de oración, dirigían un banco.
* Representaban un sistema económico que ya no tenía nada que ver con el Dios de Israel, porque servía a Mamon.

Por la noche de este día cargado de tensión vuelven de nuevo a Betania.
En el camino hacia allí le llama la atención a Pedro:
Esta higuera, a la que Jesús maldijo por la mañana estaba totalmente seca a la noche del mismo día.

En este momento queda claro que la maldición de Jesús era un signo:
La higuera responde –como ya se ha dicho: enteramente en la Tradición bíblica - del pueblo, dicho más exactamente de los dirigentes, cuyo sistema, el sistema depravado del Templo está arruinado, seco hasta las raíces.
En la imagen de la higuera seca se anuncia anticipadamente la destrucción del sistema del Templo en el año 70.

Por consiguiente, aquí también se trata de la crítica del sistema, que hoy, en la era de un capitalismo neoliberal es de candente actualidad.
Tampoco aquí tengo que entrar en los detalles.

¿Qué consecuencias sacamos de estas reflexiones?

¡Me parece que el día de penitencia y oración es algo muy diferente a lo anticuado!
Si no hubiera este día de meditación retrospectiva orante y de penitencia – no sólo de lo particular si no de toda la sociedad- habría que inventarlo!
Y en todo caso nuestro examen de conciencia personal nos tendría que colocar en este día ante la pregunta:
¿cómo simpatizo con un sistema social que no tiene en primer lugar ante la vista a las personas y sobre todo a los pobres, sino el beneficio?

¡En la Iglesia católica los días de penitencia no van mejor!
La Cuaresma antes de Pascua no se diferencia apenas en la vida diaria de otras épocas del año.
Las témporas - ¿quién sabe aún que existieron?
¡Quizás los cristianos evangélicos y católicos conjuntamente debiéramos el día de penitencia y oración como día ecuménico hacer reflexión crítico-social según los criterios del Evangelio!

Entonces ciertamente habría un motivo comprensible en este día – no para un día de fiesta sino para un día protegido y libre de trabajo – para que en este país se hiciera meditación retrospectiva por los cristianos y por todas las personas de buena voluntad.

Amén