Homilía para el Domingo Décimo Quinto del ciclo litúrgico (C)
11 Julio 2004
Sobre el Evangelio: Lc 10,25-37
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Las tres variaciones sobre el relato del samaritano
las he tomado de mi compañero el P. Ludger Hillebrand S.J.
“¿Quién es mi prójimo?”
La pregunta nos resulta familiar y también la respuesta-
en todo caso en teoría,
en la teoría de nuestra fe.

Pero preguntémonos en este momento de forma práctica:
¿Quién es mi prójimo?



No es cierto que han pensado en sus hijos o
también en sus padres
o en el amigo o la amiga.
Quizás también han pensado en su esposa
o en su esposo,
esto suele ocurrir incluso en nuestra época
aquí y allá.

Probablemente han pensado en una persona,
que es muy cercana de modo especial,
precisamente en su “próximo”.
Así pensaba también el doctor de la ley del Evangelio y buscaba una réplica correcta y clara
de Jesús a su pregunta:
Jesús le cuenta como respuesta a su pregunta
-¿Quién es mi prójimo?-
la historia del “samaritano misericordioso”
y concluye este relato con otra pregunta:
“¿Quién fue el prójimo del que cayó en manos de los salteadores?”

Por consiguiente, para Jesús ya la pregunta estaba mal propuesta.
Jesús le dice de modo indirecto al interpelador:
No puedes pensar desde ti,
más bien tienes que colocar en el punto central de
tu pensamiento a aquel que te requiere en una situación de necesidad –
a ti y sino nadie.

Pero no sólo la pregunta del maestro de la ley
es para nosotros demasiado familiar.
También la historia la conocemos al dedillo.
Para liberarla de las cadenas del “ya la conozco”,
quizás podría ayudar escucharla nuevamente
con variaciones poco habituales.

Yo les quisiera presentar estas tres variaciones:

Variación I
El presidente de la Unión Social Cristiana
se fue de camino y vio que alguien yacía en la calle.
Pensó que estaba borracho y pasó de largo.
Un político de los verdes pasó delante y pensó:
Será un drogadicto y pasó de largo.
(Dicho sea de paso ambos iban de camino hacia una reunión conjunta para la mejora de la situación social.)
Finalmente lo vio un hombre de negocios de la FDP,
se paró y le invitó a subir en su Mercedes.
Le llevó a la clínica y dijo allí:
Caso de que con el seguro no sea suficiente,
dentro de tres días estaré de nuevo en esta ciudad
y entonces podré arreglar algo.

Variación II
Un estudiante de Teología iba de camino y
vio a alguien que yacía en el calle.
Pensó: “Dios no es verdaderamente bueno para todos” y pasó de largo moviendo la cabeza negativamente y con dudas de fe.
Un estudiante de ciencias sociales lo vio
y se encolerizó de que las prestaciones de la Seguridad Social continuamente se recorten
y cada vez más personas caigan en la necesidad.
Por su lejano camino estaba cada vez más colérico por la injusticia de la sociedad y por el neoliberalismo, que la capta.
Después un estudiante de empresariales vio
al que estaba tirado en la calle, le invitó
al coche modelo Golf,
que su padre le había regalado,
le llevó al ambulatorio más próximo
y dejó allí su tarjeta de visita.
Explica que los tres días siguientes tiene exámenes,
pero pasaría por allí otra vez caso de que fuera necesario para seguir ayudando.

Variación III
Un católico presidente de la junta directiva de la iglesia vio al hombre en el borde de la calle,
se dijo quedamente “sí, aquí se tiene que hacer algo”, y pasó de largo.
La lectora comprometida del presbiterio evangélico lo vio y pensó: “Esto tiene que tratarse en la próxima reunión ecuménica de Diaconía y Caritas”,
y pasó de largo.
Finalmente lo vio un musulmán turco,
le invitó a su coche familiar,
le atendió en su casa, que estaba al doblar la esquina,
provisionalmente  y después lo llevó
al Ejército de Salvación, que recoge
a las gentes de la calle.
“Si aún le hace falta algo, llámeme, por favor.
Yo estoy localizable la mayoría de las veces en mi puesto de comida turca,” dijo como despedida.

Todas estas variaciones tienen en común:

El efecto sorpresa de la persona que ayuda.
Ciertamente Jesús tiene como objetivo este efecto sorpresa con su relato del samaritano misericordioso
Y nosotros ya desde hace mucho tiempo
no tropezamos en este efecto sorpresa del relato de Jesús, por una parte porque la historia nos es demasiado familiar,
por otra parte porque nosotros no tenemos ya ninguna noción del papel marginado de un hombre de Samaría, del cual entonces en Judea
no se esperaba nada bueno,
absolutamente nada.

La enseñanza de Jesús sobre “el prójimo”,
por consiguiente contiene aún una segunda parte:
“¡Tú piensas erróneamente!”
no sólo colocándote a ti mismo en el centro
de tu pensamiento, sino también dominando
tu pensamiento por prejuicios.
Precisamente aquel “lejano”,
al que no crees capaz de nada bueno,
vive tu fe, que tú teóricamente tan bien puedes explicar.
Por consiguiente, en la fe este “lejano” es en realidad tu “próximo”.

Con respecto a esto todavía una historia de Göttingen:
El plan de construir una mezquita fue ocasión de que el periódico, el Diario de Göttingen, publicase una entrevista con un islamista muy sospechoso.
En ella fueron difamados como “buenas personas” ingenuas y engañadas, aquellos cristianos, que, en nuestra ciudad, buscan y cuidan el diálogo con los mahometanos.
Pero ciertamente estas “buenas personas” de la mesa redonda de las religiones abrahámicas –judíos, cristianos y musulmanes– llevaron a cabo en estos días conjuntamente un servicio samaritano,
que puede ser un signo sorprendente de una relación pacífica y humana más allá de los estrechos límites del pensar usual.
Probablemente ustedes han leído en el periódico algo sobre la difícil operación de corazón de un niño palestino en el Clínico.
Aquí se han reunido muy diferentes actores,
que no todos piensan bien unos de otros:
Como queda dicho –musulmanes, judíos y cristianos- aquí en Göttingen;
El Hospital Infantil católico de Caritas en Bethlehem
y las instituciones del Clínico de Göttingen;
el Hammer Forum,
una organización de ayuda infantil para niños
en zonas de crisis y de guerra
y no en último lugar muchos particulares comprometidos, de muy diferente procedencia religiosa e ideológica, todos juntos para hacer posible la vida del niño musulmán y palestinense.

Donde tantos niños en todo el mundo
están en una necesidad que pone en peligro su vida, uno puede decir: “¡Esto es como una gota de agua en el océano!”
Pero también en la época de Jesús muchos caían en manos de salteadores,
pero sólo éste encontró una ayuda en el viajero de Samaría.
También en tiempos de Jesús hubo innumerables enfermos y decrépitos.
Jesús sólo curó a pocos.
Él hizo lo que Él también espera de nosotros:
Él ayudó a aquellos, que Le encontraron cuando estaban en necesidad.
Él ayudó allí donde Él podía ayudar.
Pero ¡ni más, ni tampoco menos!

Y ciertamente esta ayuda concreta
en situaciones concretas de necesidad
- y no en último lugar la historia del Evangelio de hoy- han transformado el mundo mediante una historia de hace dos milenios y pueden también transformarlo hoy,
si nosotros comenzamos a dejarnos transformar.

Amén