Homilía para el 
Domingo de Cristo Rey 2001
Con ocasión al mismo tiempo de la admisión de unos adultos en la Iglesia y de su Confirmación.
Lectura: Col 1,12-20; Evangelio: Lc 23,35b-43.
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Al final del año litúrgico celebramos 
la fiesta de Jesucristo, del Rey,
del cual se dice en la Lectura 
que todo fue creado por Él y en Él.

Al final del año esta fiesta también es un impulso 
para reflexionar sobre el año transcurrido:
¿Hasta qué punto este año estuvo ya bajo los signos de dominio del Rey de este mundo?
Y ¿hasta qué punto otras fuerzas, fuerzas del mal, fuerzas del Anticristo de nuevo decidieron en este año aun y también el curso de las cosas?

Ignacio de Loyola nos confronta en sus Ejercicios 
con representaciones de ambas esferas de poder.
Esta confrontación parte de que nosotros mismos estamos continuamente entre estos dos ámbitos de influjo.
Esta confrontación nos debe retar 
a una clara y consecuente decisión:
¿¿¿De qué lado quiero estar???

Ignacio en primer lugar muestra la siguiente imagen:
“Imaginar así como si se asentase el caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia, como en una grande cátedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa.”

Después nos invita a considerar,
“cómo hace llamamiento de innumerables demonios, y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular.”

Y después debemos considerar su discurso,
“cómo los amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, como se cuida de hacer con la mayoría, para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y después a crecida soberbia.

De manera que el primer escalón sea de riquezas,
el segundo de honor,
el tercero de soberbia,
y de estos tres escalones induce a todos los otros vicios.”

¡Vaya con Ignacio!
Incluso en la antigua lengua de este texto 
atalayamos inmediatamente su ardiente actualidad.
Aquí hay un lenguaje político-militar,
también se insinúan de momento asociaciones políticas, militares y económicas.
Ciertamente en el fondo del 11 de Septiembre y de sus consecuencias se impone formalmente, 
reconocer en este suceso actual, 
cómo el “caudillo de Babilonia” y sus “demonios” están actuando – en todas las partes interesadas.

Pero no olvidemos que según las palabras de Ignacio 
la misión del Anticristo reza también “no dejando personas algunas en particular.”
Por consiguiente nosotros mismos somos destinatarios de las artes de seducción y persuasión de las fuerzas del mal.
Y también para nosotros se convierten en tentación riqueza, honor y soberbia y con ellas todos los demás vicios.

Sin embargo con esta obscura descripción quiere Ignacio ponernos ante la vista el llamamiento del Rey verdadero, del Rey Eterno, Jesucristo, tan resplandeciente y radiante:

“Así por el contrario se ha de imaginar del sumo y verdadero Capitán, que es Cristo nuestro Señor.”

Por tanto, nosotros debemos “considerar cómo Cristo nuestro Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén, en lugar humilde, hermoso y gracioso.

…y cómo el Señor de todo el mundo
escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc. y los envía por todo el mundo,
esparciendo su sagrada doctrina por todos estados
y condiciones de personas.”
Y también su discurso estriba en tres grados:
“el primero pobreza contra riqueza;
el segundo oprobio o menosprecio contra el honor mundano;
el tercero humildad contra soberbia; 
y de estos tres escalones… a todas las otras virtudes.”

La reminiscencia entre el Evangelio de la fiesta del día de hoy y la imagen del Rey en la Cruz se impone.
En esta meditación de los Ejercicios se trata de
poner bajo el dominio de Cristo
todos los ámbitos de la vida humana y de nuestra propia vida,
en cuanto están bajo el dominio de los ídolos del materialismo práctico.
Y cuando nosotros nos comprendemos en el seguimiento de Cristo como parte del movimiento del Reino de Dios por la justicia,
entonces esto tiene muy probablemente como consecuencia,
que estemos implicados en luchas,
que esto también signifique renuncia
y tal vez incluso cruz y sufrimiento.
Pero ya no es suficiente
ser personalmente respetable y discreto.
Tenemos que comprender que estamos ante una decisión, 
que ya no permite ninguna neutralidad.
 La única pregunta que cuenta es 
de qué lado estás TÚ.

Ante esta pregunta estamos todos nosotros, 
los que ya fuimos bautizados cuando niños 
y cuando niños o jóvenes confirmados.
Ciertamente creemos demasiado a menudo 
que esta pregunta no va con nosotros, 
que nosotros por el Bautismo y la Confirmación 
hace largo tiempo que estamos del “lado correcto”.

Sin embargo, aquellos que cuando adultos se deciden 
por el Bautismo o la Confirmación,
llegan a esta decisión mucho más conscientemente y algunas veces también después de fuertes luchas interiores.
Y cuando las personas llegan hoy a una tal decisión,
esto es siempre un motivo de alegría y de fiesta.

Nosotros tenemos hoy mismo, en la Fiesta de Cristo Rey, doblemente un motivo tal de alegría:
Ya hoy por la mañana hemos recibido en la Iglesia y confirmado a un adulto, 
que se ha decidido por el “llamamiento de Cristo Rey”.
Y hoy por la tarde de nuevo recibimos en la Iglesia por la Confirmación a unas personas adultas.
Amén.