Homilía para el Domingo de la Trinidad (B)
27 Mayo 2018
Evangelio: Mt 28,16-20
Autor: P. Heribert Graab SJ
En nuestra época ilustrada hay no pocas personas convencidas de que la razón humana en algún momento también resolverá y comprenderá
los últimos misterios de la realidad.

También nosotros los cristianos estamos contagiados de este optimismo y nos alegramos de los avances, con frecuencia fascinantes, de la ciencia moderna – por supuesto, nadie piensa en abusar de estos conocimientos para fines inhumanos.

Pero, al mismo tiempo, vemos en el misterio de Dios, una inagotable riqueza para la humanidad,
aunque (o ciertamente porque) este misterio excede infinitamente nuestra “comprensión” racional.

En el primer momento de este conocimiento, parece que nos golpease de forma negativa el límite de nuestra razón.
Pero, desde el punto de vista de la fe cristiana,
se abre para nosotros una comprensión totalmente positiva:
Ya que nosotros como seres humanos hemos sido creados según la imagen de Dios y el propio Dios se convirtió en hermano nuestro en Jesucristo, por tanto cada uno de nosotros no sólo tiene parte en el misterio divino,
sino que estamos ordenados internamente, más allá de nuestra esencia, en el misterio de Dios.
En Jesucristo se nos abre la realidad de Dios,
se nos ofrece una relación personal con el misterio de Dios en toda Su inagotable plenitud.

La importancia de este regalo la podemos intuir de forma aproximada si nos situamos ante lo que significa para nosotros la amistad y el amor verdadero de otra persona.
Continuamente nuevas imágenes y comparaciones
acercan siempre al ser humano al misterio de Dios.
cuya riqueza jamás podremos agotar.

Dos imágenes así de la historia del arte pueden acercarnos hoy un poco más a la fiesta del Dios trinitario y trino.

Dos imágenes señalan de forma diferente y desacostumbrada para nosotros
el misterio de la Trinidad de Dios
como relación vital en indisoluble unidad.

1. Contemplemos en primer lugar el fresco de la Trinidad en la pequeña iglesia románica de Urschaling:   
 

Urschaling hoy es una parte de Prien am Chiemse.
El fresco tardío gótico se generó en el siglo XIV en la pechina de la bóveda del coro:
El artista desconocido ha ideado una figura con tres cabezas, es decir, tres rostros y tres tórax.
Después, hacia abajo, donde los nervios
de la bóveda se encuentran,
se funden los tres cuerpos en uno solo.

Es fácil de identificar a la derecha a Dios Padre y a la izquierda a Dios Hijo.
Ambos se inclinan hacia el centro
y hacen que surja una tercera figura,
el Espíritu Santo en forma femenina.

Probablemente el artista ha querido dar sentido
a un versículo de la Biblia del relato de Creación:
“Hagamos al ser humano a nuestra imagen, semejante a nosotros.
Por tanto, Dios creó al ser humano como una imagen Suya;
como imagen de Dios lo creó, como hombre y mujer los creó.” (Gn 1,26-27)

Silencio

2. Contemplamos después un relieve en cerámica de nuestra época:

 

“La Trinidad misericordiosa” de Caritas Müller, dominica y artista, del monasterio Cacis en Suiza.
En el punto central se ve un ser humano, obscuro, con la coloración de la tierra – Adam, el ser humano.
Pero el ser humano es débil, quebradizo, digno de lástima, impotente.
Pero, en su estado lamentable e impotente está encerrado, rodeado por la misericordia de Dios,
que le rodea por todas partes.
“Me rodeas por todas partes y pones Tu mano sobre mí”, se dice en el Salmo 139.

Silencio

Por la derecha Dios Padre rodea a este ser humano lastimoso:
la fuerza que porta Dios le ayuda, le ayuda a vivir.
Resulta sorprendente que el rostro de Dios esté muy cerca de la cara del ser humano.
Casi se puede percibir el aliento de Dios.
“¿Qué es el ser humano para que pienses en él, el hijo del hombre para que Tú lo aceptes? (Salmo 8)

Por la izquierda se le acerca Jesucristo y coge afectuosamente los pies al ser humano desamparado y se los besa.
Jesús se inclina y se agacha muy hondamente – como en el lavatorio.
“No he venido para ser servido, sino para servir:” (Mc 10,45)

Silencio

Desde arriba, el Espíritu Santo desciende sobre
el ser humano- como paloma y llama de fuego simultáneamente-,
la fuerza de lo alto, el auxiliador y consolador
para llenar la miseria del ser humano con nueva Vida.
El Espíritu de Dios quiere sacar adelante, vivificar, alentar al que está caído en lo profundo, al necesitado.
El beso del Espíritu Santo quiere encender,
hacer incandescente y ardiente,
inflamar con nueva fuerza existencial.

Silencio

El ser humano en el punto central de la ayuda de Dios,
en el centro del amor divino,
también esto es el misterio de la Trinidad divina.
Nosotros mismos podemos ser testigos de este misterio divino, donde nos tratemos con misericordia, seamos conciliadores y pacíficos unos con otros.

Amén.
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