Homilía para el Domingo Trigésimo Tercero del ciclo litúrgico B
18 Noviembre 2018
Lectura: Dn 12,1-3
Evangelio: Mc 13,24-32
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Año tras año el otoño nos recuerda
el carácter efímero de toda vida
y también nuestra propia mortalidad.

Día tras día se hace presente en nuestros medios aquella “gran necesidad”,
de la que hablan hoy también tanto la Lectura como el Evangelio.

Y continuamente, cuando comienza el final del año
los textos bíblicos nos traen el recuerdo de que
incluso nuestra tierra y el cosmos en su totalidad
se dirigen de forma incontenible
a su catastrófico final.
La cosmología de nuestros días esencialmente sabe más de lo que Jesús podía saber en Su época,
pero se confirma de forma nuclear este escenario final de la Biblia.
Pueden transcurrir todavía miles de millones de años, pero el final amenaza de forma inevitable.
Ya actúa ahora en nuestra época muy realmente,
provocando temores existenciales
de forma totalmente similar a los de los tiempos bíblicos.

¿Cómo nos situamos frente a este temor-
en la faz del fin amenazante de nuestra propia vida
como también del mundo en su totalidad?

Silencio

A la pregunta de lo que podemos hacer ante nuestro temor, hay una respuesta muy bella, pero también muy misteriosa:
¡Finalmente caemos dentro del amor de Dios!
Casi en cada página de la Sagrada Escritura
se atestigua este amor de Dios.
Y -¿nosotros mismos no lo hemos experimentado ya a menudo?
Silencio

Naturalmente podemos –como lo hacen muchos-
reprimir sencillamente el temor
o contra toda esperanza
apostar por el progreso de la ciencia humana y
de la técnica: “¡ya lo lograremos!”

Más consoladora y –por la fe- más realista
me parece que es la expresión de Jesús del Evangelio de hoy:
“Cielos y tierra pasarán
“¡pero mis palabras no pasarán!”

Silencio

Contemplemos ante el propio carácter efímero
algunos aspectos del mensaje de Jesús consoladores y que suscitan esperanza:

Sobre esto se me ocurre de forma espontánea:
* Las palabras de Jesús están llenas hasta Su último aliento de un amor ilimitado.
* Su mensaje es un mensaje de total filantropía-
que se hace creíble por una vida de donación al ser humano;
* Jesús en Sus palabras y en Su vida justicia y misericordia;
* Sus palabras perdonan, reconcilian y curan:
* Sus palabras y todo Su mensaje son verdaderamente consoladoras y alentadoras.

Silencio

Juan el Bautista preguntó en la obscuridad de su encarcelamiento como puede tratar con el temor, que también a él atormenta.
Jesús por medio de Sus discípulos le orienta:
“Id y decid a Juan lo que oís y veís:
los ciegos ven de nuevo, y los cojos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio.” (Mt 11,4-6)

Estas palabras de Jesús a Juan el Bautista también nos sirven de testimonio a nosotros:
el futuro prometido por Dios y Su salvación y han despuntado.
¡Sólo abrid los ojos y lo veréis!

Silencio

Ante el final que irrumpe señala Jesús:
“Aquel día y aquella hora nadie la conoce… sólo el Padre.”
Sabemos que no estamos en manos de un ciego destino y tampoco de las inhumanas leyes de la naturaleza y del cosmos;
que debemos confiar más bien en la solícita sabiduría del Padre-
también esto es para mí verdaderamente consolación
y estímulo.

Silencio

Y finalmente: puede venir algo malo-
pero ¡poned vuestra confianza de forma inquebrantable en Jesucristo y Su mensaje!
Contemplad la Pascua: ¡En la vida está la victoria!
Vosotros mismos alcanzaréis la vida.
No se os caerá ningún pelo.
Pues “¡incluso los pelos de vuestra cabeza están contados!” (Lc 12,7)
“¿No se venden gorriones por un par de peniques?
Y, sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos.
¡Vosotros sois más valiosos que muchos gorriones!”
Lc 12, 6 y 7)
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