Homilía para la fiesta de acción de gracias por la cosecha, 7 Octubre 2018
(Domingo XXVII del ciclo litúrgico B)

Lectura: Ap 22,1-35
Evangelio: Jn 2,1-11
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Quizás les sorprenda hoy el Evangelio de las Bodas de Caná en la celebración de la acción de gracias por la cosecha.
Pero hay motivos precisamente para este Evangelio.

Aquí está sobre todo el término de “plenitud”:
La “plenitud” es ya signo de la Creación de Dios.
Y después esta “plenitud” se desliza por toda la historia de Dios con los seres humanos y sobre todo con Su pueblo.
Dios acompaña esta historia con la “plenitud” de Su bendición.
El primer signo de Jesús al comienzo de Su vida pública es un signo de “plenitud”-
no un par de botellas de vino de una bodega olvidada,
sino seis cántaros de cien litros llenados hasta el borde.
Y después en el actuar de Jesús continuamente esta “plenitud”:
Pensemos en la multiplicación de los panes y en la pesca milagrosa.
Y finalmente apunta la historia de Dios con este mundo hacia la “plenitud” del Reino de Dios.
Un presentimiento de esto nos lo podría procurar la Lectura, por ejemplo, con los árboles, que fructifican mensualmente.

Silencio

Pero contemplemos aún ante los testimonios de la “plenitud” en la Biblia la abundante “plenitud” en la naturaleza de Dios.
Ya la primavera nos colma
con una fascinante plenitud de flores.
Todo lo que está al servicio de la continuidad de la vida, lo crea la naturaleza en “plenitud” más allá de lo necesario.
El Salmo de la Creación canta lleno de júbilo la riqueza de la naturaleza:
“¡Señor, qué numerosas son tus obras!/
Las has hecho todas con sabiduría,
la tierra está llena de tus criaturas.
El mar es tan grande y vasto
en él hay un bullicio innumerable: pequeños y grandes animales…
Todos esperan de ti que les des alimento en el momento oportuno.”

Silencio

Y ¿el hambre que lleva a la muerte a innumerables personas?
Los científicos dicen que nuestra tierra puede alimentar a todos los seres humanos y a muchos más.
El hambre es consecuencia únicamente de la avidez, el egoísmo, el afán de lucro y también la comodidad e incapacidad.
- Sabemos que es absurdo dejar los mares vacíos por pescar en exceso y, sin embargo, lo permitimos.
- Sabemos que los mares sucios aniquilan la vida en el agua y, sin embargo, vertimos nuestras aguas residuales continuamente y en grandes cantidades en el mar, y, sin embargo, utilizamos cantidades enormes de plástico,
que finalmente contaminan el mar.
- Sabemos que mucho de lo que adquirimos “barato”, es fabricado por seres humanos,
que  tienen que trabajar por “salarios de hambre”.
Y, sin embargo compramos tan barato como sea posible.
- Por otra parte sabemos que los precios se elevan artificialmente  (p.e. mediante la destrucción de los alimentos), y, sin embargo, no nos resistimos.
Finalmente sabemos que la naturaleza de Dios es todo un regalo para nosotros.
Y, sin embargo, nos negamos a compartir los dones de la naturaleza de forma correcta.

También es verdaderamente un regalo de Dios que podamos cooperar en la ampliación de Su Creación.
Pero tenemos que colaborar en el sentido del propio Creador, al servicio de la Creación y al servicio de los seres humanos.
Todo lo demás es al final un mal uso
y acaba en la destrucción de la vida y de la naturaleza.
Los cebaderos, un mal ejemplo de abuso:
Producen carne masivamente, pero ¡no en “plenitud”!

Silencio

Con este fondo contemplemos aún brevemente los textos bíblicos:
* Recordemos la multiplicación de los panes de Jesús:
Esta multiplicación es verdaderamente un “milagro”,
que se inicia mediante un niño,
que tenía cinco panes y dos peces
y los puso a disposición de Jesús – para los demás.
Así comenzó un milagro de compartir y se contagió,
hasta que al final sobraron doce cestos –
verdaderamente un signo de plenitud.

* Recordemos también la “pesca milagrosa”,
que es transmitida dos veces por los Evangelios:
la primera vez garantiza la plenitud del Reino de Dios, para anunciar que los pescadores son llamados por Jesús a Su seguimiento.
El segundo relato garantiza la plenitud de la nueva vida, que nos es regalada por la muerte y la resurrección de Jesús.
Ambos relatos de la pesca milagrosa pierden
su representatividad,
si por nuestra culpa ya no hay ningún banco de peces.
Entonces el mensaje de vida de la naturaleza,
como también el mensaje de vida de Jesús se queda vacío de contenido.

Silencio

Finalmente contemplemos de nuevo el Evangelio de las bodas de Caná.
Jesús, al comienzo de su actividad, como primer signo transforma agua en vino.
“El vino alegra el corazón del ser humano” –
esta expresión sálmica, es algo así como la clave
de la necesidad para el Evangelio,
por tanto, para el mensaje que regala Jesús,
que produce alegría en plenitud.
Él comprende que se celebren fiestas y sabe que
La alegría es indispensable para una verdadera vida humana.

Por tanto nuestra gratitud en la fiesta de la cosecha es, y no en último caso, una gratitud por la alegría que nos es regalada en todos los dones divinos:
“Tú coronas el año con tu bondad,
a tus huellas sigue la abundancia.
En la estepa llaman la atención las praderas
y las colinas se orlan de júbilo.
Las praderas se cubren con rebaños
y los valles se visten de mieses,
que claman y cantan.” (Salmo 65)
Sin olvidar que
“El vino alegra el corazón del hombre” (Salmo 104)

¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias Amén!
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