Homilía para el Domingo Vigésimo Sexto
del ciclo litúrgico B

30 Septiembre 2018
Lectura: Num 11,25-29
Evangelio: Mc 9,38-43.45.47-48
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“¡El Espíritu sopla donde quiere!”
El Espíritu de Dios sopla allí donde
las personas permanecen alejadas de la concesión ‘oficial’ del Espíritu  -por ejemplo mediante Moisés-
de forma manifiestamente consciente.
Y el Espíritu de Dios sopla también aquí,
donde personas en el nombre de Jesús,
por así decirlo, como ‘controladoras’,
expulsan demonios y curan personas,
sin que expresamente o incluso oficialmente sean encargadas de esto.

Por el contrario, se tiene ya en el contexto bíblico
la impresión de que aquí y allá o incluso con bastante frecuencia
precisamente los funcionarios ‘espirituales’
no remueven ningún soplo.
No por casualidad, Jesús fracasa precisamente con Sus mensajes liberadores frente a la resistencia de las autoridades religiosas de Su época.

Las publicaciones actuales sobre los escándalos de abusos en la Iglesia dejan a muchos de nosotros avergonzados y también nos preguntamos furiosos:
¿Entonces donde sopla el Espíritu hoy en nuestra Iglesia?
Espontáneamente se nos pone sobre todo delante de la vista lo espantoso que ha sido que sobre todo sacerdotes y también obispos han bloqueado la acción del Espíritu en esta Iglesia?
Esto da lugar a poner en primer plano las palabras condenatorias de Jesús en el Evangelio de hoy:
“Quien seduce para el mal a uno de estos pequeños, que creen en mí, le sería mejor arrojarse al mar con una piedra de molino atada al cuello.”

Y, sin embargo, o ciertamente por ello quisiera pedirles a ustedes,
que en un corto espacio de silencio se acuerden de momentos en los que hayan percibido el soplo del Espíritu de Dios también en la Iglesia de esta época,
quizás en márgenes y allí donde nunca lo hubieran esperado, pero posiblemente incluso en el centro
-a pesar de toda apariencia.

Silencio

En este tiempo quizás nos venga a los labios penosamente:
“¿Iglesia? – También yo soy?”
Y, sin embargo, es ciertamente acertado.
Aquí en Alemania naturalmente podemos abandonar la Iglesia y así distanciarnos superficialmente de ella;
pero por el Bautismo y la Confirmación,
sin embargo, pertenecemos a ella
¡tanto en las épocas buenas como en las malas!

Por tanto, preguntémonos:
¿Qué posibilidades tiene el Espíritu de Dios para soplar en nosotros,
para revolotear en el follaje otoñal y en el seco ramaje
y para crear espacio para una nueva vida?
O ¿nos preocupamos también celosamente
de echar el cerrojo lo más herméticamente posible en nuestras ventanas y puertas
para que así no penetre ninguna ráfaga espiritual?

¿Dónde puedo reconocer el soplo del Espíritu de Dios?
Sobre todo cuando lo que me mueve corresponde totalmente al Espíritu y al mensaje de Jesucristo,
que está al servicio del amor, que lo expresa y lo fortalece y que
la fe, la esperanza y el amor crecen en mí y por mi medio en mi entorno.

Silencio

Para terminar quisiera unir estos pensamientos con el texto de una canción de Ludger Edelkötter:

Tu Espíritu sopla donde quiere
no lo podemos presentir.
Él echa mano de nuestros corazones
y se abren nuevos caminos.

Tu Espíritu sopla donde quiere
habla en nuestro silencio.
En toda lengua él habla
anuncia la voluntad de Dios.

Tu Espíritu sopla donde quiere
es impulso para el amor.
Él ha despertado la esperanza
donde sino sólo la tristeza permanece.

Tu Espíritu sopla donde quiere
Él es como un inventor.
Él nos ha hecho de la tierra
como hijos de Su Espíritu.

Amén.
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