Homilía para el Domingo Vigésimo Cuarto, ciclo litúrgico  (B)
16 Septiembre 2018
Lectura: Is 50,5-9a
Evangelio: Mc 8,27-25
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Isaías utiliza un lenguaje imaginativo muy drástico
para expresar
las consecuencias que tiene para él como profeta
escuchar la palabra de Dios
y luchar de forma incondicional por el mensaje de Dios.

Él tiene que presentar su espalda a los que
no quieren oír el mensaje de Dios.
Él tiene que poner en conocimiento de los que
le encajan golpes de odio, que ellos en último caso
quieren su muerte.

Por tanto, tiene que presentar la joroba con consecuencias mortales, a todos aquellos que
se dedican a una política ávida de poder y que desprecia al ser humano,
que encienden flechas de fuego
y activan el fuego de la discordia y de la guerra
(cf. v. 50,11)
y que, por tanto, desprecian la Palabra de Dios y
a Dios mismo.

Aquí ya queda claro:
En un mundo sin Dios o que incluso desprecia a Dios, presentar la espalada por Dios no significa
conformarse con toda clase de aflicciones.
Presentar la espalda por fidelidad a Dios y a la Palabra de Dios,
va a la substancia,
cruza la vida y la muerte.

Silencio

Con lo que narra el Evangelio de hoy
sobre el camino de Jesús hacia Jerusalem
comienza la última etapa de este camino:
a más tardar, ahora para Jesús está definitivamente claro: que este camino termina en la muerte;
el destino de tantos profetas será también Su destino; Él tendrá que presentar Su espalda con consecuencias mortales,
porque Él, mediante Su obediencia a la voluntad de Dios, se sitúa frente a los poderosos de Su época.
De ahora en adelante Él hablará abiertamente con Sus amigos y discípulos sobre lo que está próximo para Él mismo y también para ellos como discípulos Suyos.

La disputa con Pedro muestra
lo en serio que Él se toma este peligro amenazante
y como Él está decidido a llevar Su misión hasta el fin.
En efecto, Él habla de forma abierta y convencido de que Su muerte no significará derrota y final:
Él conseguirá la victoria sobre todos los poderes de la muerte y así confirmará el comienzo del Reino de Dios de forma irrevocable.

Silencio

A continuación, Jesús no deja ninguna duda:
Aquel –que como Jesús trata de un futuro dignamente humano,
quien, por tanto, aboga por el futuro de Dios, por el Reino de Dios,
como los profetas y tanto más como Jesús, tendrá que presentar su joroba:
“Quien quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo,
tome su Cruz y que me siga.”

Entonces quien, como el Señor pronunció estas palabras,
estuvo literalmente en la calle con una cruz,
fue marcado a fuego como infame.
Alguien fue al lugar de ejecución
para allí ante los ojos de todos de forma ignominiosa perder la vida.
Por tanto, esto significa:
Que también nosotros tenemos que estar preparados
a renunciar a los compromisos con el mundo viejo
y a aceptar el rechazo de este mundo pervertido.
Este rechazo puede terminar en muerte.
No es por casualidad que los cristianos en nuestro mundo hoy sean los que en mayoría son grupos amenazados por la persecución.

Sin embargo, la mayoría de las veces en nuestro entorno concreto significa el presentar la espalda por nuestra fe como cristianos topar con incomprensión y resistencia en muchas pequeñas cosas.
A menudo también se dice aceptar inconvenientes,
porque sencillamente nosotros no podemos aullar con los lobos.
¿Estamos preparados para aceptar inconvenientes por nuestra fe y por el seguimiento de Jesús?
Entonces tomemos la Cruz de Jesús y sigámosle.

Silencio

El Evangelio de hoy termina con la frase:
“Quien quiera salvar su vida, la perderá,
pero quien pierda su vida por el Evangelio,
la salvará.”
Lo que se quiere decir con ello podría ser,
quizás más claro y comprensible con la siguiente formulación:
“Quien comprende una vida en un mundo alejado de Dios y sobre todo por propia ventaja,
quien, por tanto, quiera perseverar en la vida en el sentido de este mundo “viejo” y caduco,
perderá una vida con dignidad humana y verdaderamente plena y feliz.
Pero quien por Jesús y Su mensaje de un nuevo mundo renuncie a una vida marcada por el querer tener, éste ganará una vida verdaderamente humana,
que es la que sólo merece este nombre.”
Amén               
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