Homilía para el Domingo Décimo Cuarto, ciclo litúrgico  (B)
7 Julio 2018
Lectura: Ez 1,28c – 2,5
Evangelio: Mc 6,1b - 6
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
según sugerencias de Mónica Dittmann en “pueblo de Dios” 6/2018.
Ambos textos de la Escritura, que hemos oído,
se refieren al mensaje de Dios,
con el que Él se dirige a las personas de todos
los tiempos, por medio de Sus profetas.
Durante el destierro del pueblo de Dios en Babilonia,
llamó a Ezequiel, para anunciar Su Palabra,
con ocasión o sin ella.
Después, mucho más tarde, cuando los romanos se hicieron señores de Palestina,
Dios envió en época del Emperador romano Augusto
a Su propio Hijo como Su Profeta, como Su Palabra,
como Mesías en la ciudad de David, Bethlehem:
El propio Dios se hizo ser humano.

También hoy nos habla Dios por medio de los profetas y quisiera movilizarnos para el mensaje de Su Reino de Dios.
Los textos bíblicos de este domingo pueden aguzar nuestros sentidos,
para que percibamos,
donde hoy elevan su voz los profetas
y lo que tienen que decirnos a nosotros.

También nosotros podemos recordar estos textos,
porque nosotros mismos somos “ungidos” como Cristo por el Bautismo y la Confirmación-
ungidos con Cristo “para sacerdotes, reyes y (precisamente) profetisas y profetas”.

Por tanto, dejémonos impulsar por los textos bíblicos para estar atentos hoy al mensaje profético
y también atentos a aquella vocación profética,
con la que Dios nos envía a nosotros a esta época
y a personas de nuestro entorno vital.

1. En primer lugar me llama la atención
que Dios haya engrandecido a Ezequiel
porque Él quiere hablar con él a
la altura de los ojos:
“Colócate sobre tus pies, hijo de hombre;
quiero hablar contigo.”

El Espíritu de Dios vino sobre el profeta
y le colocó sobre los pies.
Ahora percibió claramente, que el propio Dios hablaba con él y escuchó despierto
lo que este Dios le tenía que decir.

También hoy es válido:
¡Dios no rebaja;
Él me engrandece!
Él también quisiera hablar conmigo a la altura de los ojos.
Esto significa: ¡Él me cree muy capaz!
Pero también significa: ¡Él me exige mucho!

Silencio

2. ‘Exigencia’ ¿hasta qué punto?
En la vocación de Ezequiel se halla desde
el principio la posibilidad del fracaso:
Se las tendrá que ver con coetáneos obstinados;
encontrará corazones endurecidos
y abierta resistencia.
Quizás tuvo que vérselas ya entonces
con personas que no sólo tienen mala voluntad
sino que por regla general son incapaces de escuchar.

Sin embargo: ¡Dios se dirige a todos los seres humanos!
Y la misión de Sus profetas tiene a todos los seres humanos como grupo de destino,
también a aquellos que se oponen.
¡Esto también vale para hoy!
También la Iglesia del siglo XXI y nosotros mismos nos preguntamos
cómo podemos comunicar el mensaje de Dios en un mundo, en el que la fe en Dios se evapora cada vez más.
Y hacerlo de un modo convincente y cautivador.

Silencio

3. El propio Jesús fue colocado ante retos y exigencias muy similares en Nazareth, su ciudad.
Allí se Le conoce.
En todo caso se cree conocerle.
En último caso se conoce a Su Familia, Su origen,
Su ámbito profesional y social.
¡Pero estas categorías no abarcan a todo el ser humano!
Por el contrario: incitan a cortocircuitos,
fijaciones y prejuicios precipitados.

Aunque la tradición bíblica nos previene,
no nos debíamos hacer pequeñas imágenes de Dios y también de los seres humanos,
nuestra cabeza está llena de tales imágenes,
que se fijan en nuestra opinión,
que muy rápidamente conducen al rechazo,
a la condena o a falsas esperanzas.

De Jesús podemos aprender
a abrirnos totalmente
y dejar que se acerque a nosotros lo nuevo y lo desconocido.
Demos a cada uno la posibilidad de crecer, de madurar y de transformarse.
Contemplemos a cada ser humano con los “buenos ojos” de Dios.
Esto también nos podría alentar a transmitir el buen mensaje de Dios, invitando al mayor número posible de personas.

Silencio

Todavía un último pensamiento:
“Imágenes fijas en la cabeza”
y también el marco acostumbrado de nuestro pensamiento nos estrechan, limitan nuestro campo de vista.
No vemos al ser humano verdadero, con el que nos encontramos actualmente;
Vemos más bien al ser humano, como lo esperamos,
como le soñamos o también como caricatura
de nuestra repulsión o de nuestro temor.

De modo semejante  las “imágenes en nuestra cabeza” bloquean también nuestras representaciones y nuestro pensar sobre Dios.
Bloquean nuestra fe y nuestras relaciones personales con Dios hallan fronteras muy estrechas.

Por favor, reflexionen ustedes aún finalmente durante un corto espacio de silencio sobre si se les vienen abajo ejemplos concretos de considerables restricciones de su propia mirada hacia Dios.
Les llegan a ustedes en experiencias concretas
pensamientos como estos:
- ¡Aquí Dios ha apartado la vista un momento!
- ¡Dios no puede querer esto!
Y ¿también les pasa a ustedes que saben muy rápidamente como Dios debiera actuar,
y lo que Él p.e. tendría que hacer
para sacar a Su Iglesia del atolladero?

Silencio

Oración final:
Convierte mis muchas buenas experiencias de fe
a una nueva sinceridad.
Dime también continuamente:
“¡Mira, Yo lo hago todo nuevo!” (cf Ap 21,5)
Abre mi fe a nuevas experiencias
para nuevos encuentros y también para nuevos conocimientos.
Ayúdame, lléname de alegre esperanza,
para confiar en Tu futuro,
y con Tu amor universal
para decir Sí a toda Tu Creación
y para colaborar en su desarrollo.

Amén.
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