Impulsos para el Domingo IV
del
Tiempo Ordinario, ciclo litúrgico B
28 Enero 2018
Evangelio: Mc 1,21-28
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¿Quizás todavía recuerden ustedes
su clase de alemán en la escuela y
lo que allí aprendieron sobre la calidad de una redacción?
Un importante criterio de valoración para una redacción es, por ejemplo, la claridad conceptual
y la construcción de la frase.
Con esta consideración, Marcos hubiera conseguido para su Evangelio lisa y llanamente un “sobresaliente”.

Esto se podría aplicar a su Evangelio en su totalidad, pero también para el importante pasaje,
del cual es tomado el texto del Evangelio de hoy.
Este pasaje tiene una estructura de claridad cristalina:
Aquí da comienzo la formulación breve del tema del anuncio de Jesús:
“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca.”
A esto sigue el llamamiento de los discípulos:
Ellos deben, como “pescadores de seres humanos”, formar equipo junto con Jesús.
Y ahora vamos al grano:
Jesús comienza a llevar a la práctica Su misión de anunciar,
y esto lo hace con un “petardo”
en el centro de la comunidad judía y de toda la ciudad, en la sinagoga de Cafarnaúm.
De forma muy natural Él hace uso del derecho de un judío adulto de exponer la Escritura.
Y esto lo realiza de una forma que hace agudizar el oído.
La gente está pendiente de sus labios y conmocionados:
Él habla con una autoridad a la que no estamos acostumbrados en los profesionales ni en los escribas;
Él habla con autoridad divina.

En inmediata conexión con Su palabra poderosa
Marcos habla de Su poderoso actuar:
Él cura ante la vista de todos a posesos de demonios penosos:
“¡Incluso los espíritus inmundos Le obedecen!”
La gente estaba pasmada y verdaderamente asustada:
¡Aquí está actuando el propio Dios en un ser humano, que vive en medio de nosotros!

Silencio

Aunque Jesús habla “con autoridad divina”,
Él hace el anuncio con palabras humanas,
de tal modo que nosotros también podemos aprender de Su modo de hablar.
Esto quizás está más claro mediante un texto poético de Kurt Martí:

ellos debaten
nosotros debatimos
dios inútilmente con palabras
pero él es
el espíritu y no se deja debatir
él es la palabra
y no se deja
verbalizar

Cuando nosotros, los seres humanos ,queremos convencer,
tendemos a derramar una marea de palabras.
Pero no las muchas palabras convencen o ganan, sino pocas, pero las justas en el momento adecuado.
Pienso, que sobre todo los párrocos y predicadores
no tendríamos que echar esto en saco roto nunca;
del mismo modo tampoco más de uno de los grupos profesionales, por ejemplo, nuestros políticos.
Para ser exactos este conocimiento nos interesa incluso a todos nosotros,
quizás a unos menos y a otros más.

Silencio

No es por casualidad la estrecha conexión que hay entre la Anunciación de Jesús y Su actuar curativo.
Su mensaje, que produce alegría
es siempre un mensaje que aporta sanación.
De forma muy consciente, cuenta Marcos en un instante, por así decirlo, la interpretación de la Escritura de Jesús en la sinagoga y Su curación de un enfermo.
Para subrayar esta conexión con trazo grueso,
cuenta Marcos a continuación
la curación de la suegra de Pedro,
la curación de otro poseso,
la curación de un paralítico y de otros muchos enfermos.

Nosotros mismos hacemos de vez en cuando la experiencia de que las palabras hacen bien e incluso pueden curar.
Pero también hacemos desgraciada y continuamente  la otra experiencia de hasta qué punto las palabras pueden herir.

Quizás debiéramos hacer consciente diariamente
el que con las palabras podemos consolar, alentar y curar y deberíamos ejercitar esto de forma correcta.

Amén.
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