Homilía para el Domingo
Trigésimo Segundo del ciclo litúrgico (B) 8 Noviembre 2009 |
Lectura: 1 Re 17,10-16. Evangelio: Mc 12,38-44 Autor: P. Heribert Graab S.J. En el contexto de una sesión sobre el tema “Dar testimonio de nuestra fe”; tema de la Misa “dentro en lugar de arriba” |
¡”Dar testimonio de nuestra
fe”-
y esto de forma creíble y en un mundo ampliamente secularizado! ¿Dónde está el problema? ¡El Evangelio de hoy determina el itinerario! Ahora sólo se trata de ponerse en camino y respetar lo más exactamente posible el curso. Aunque parezca sencillo, esto es bastante difícil. ¡Las cosas no son tan sencillas! El Evangelio de Marcos confronta en el estilo negro-blanco la masiva crítica de Jesús a la praxis de los escribas con la conmovedora historia de la “pobre viuda”. El problema: ¡la pintura en negro-blanco atañe a la realidad sólo en los casos más singulares! *Negro-blanco es el lema de las luchas electorales. Todos nosotros sabemos lo poco que tienen que ver con la realidad. *Negro-blanco era la forma de algunas homilías de las misiones populares: pecado mortal y condenación eterna por una parte, vida según los mandamientos y el “cielo” como recompensa, por otra parte. *Negro-blanco es también el lema de esta misa: “dentro en lugar de arriba” – lo que también se significa siempre con ello. * Negro-blanco es probablemente en todos los tiempos un intento de comodidad: Es claramente más trabajoso ir al fondo de una realidad compleja y contemplarla diferenciada. ¡Nosotros también debiéramos intentar esforzarnos a la vista del Evangelio de este día! Yo soy continuamente huésped de las Hnas. de Bethlehem en Wollstein. Ésta es una pequeña comunidad de monjas, que viven muy estrictamente según una versión sensiblemente modernizada de la Regla de la Cartuja de San Bruno- en la “Siberia del Norte de Hesse”, y hoy, ¡en nuestro mundo secularizado!. No conozco ninguna comunidad religiosa, que viva el Evangelio más fidedignamente. Estas hermanas se dan a la oración y a la meditación. Viven totalmente en comunión con Dios. Viven –si así lo queréis– “arriba”. Y al mismo tiempo viven “dentro” – muy en sí mismas. Viven incluso “en” este mundo y “con” este mundo: La abrazadera es la oración. Un ejemplo totalmente diferente: Quizás conozcáis también a uno u otro “ateísta” secularizado, del que nosotros los cristianos podríamos aprender mucho. Hay “no creyentes”, que a nosotros nos preceden mucho en lo que se refiere al amor al prójimo vivido. Karl Rahner los ha llamado “cristianos anónimos”, aunque ellos no lo quieran ser. Y, sin embargo, Karl Rahner tiene razón en cierto modo: En verdad, ellos son testigos fidedignos del amor y, por ello, según nuestra comprensión, -aunque contra su propia voluntad- testigos de Dios que es amor, y testigos de Jesucristo que ha vivido este amor divino de forma insuperable. Pero ciertamente este testimonio indirecto y no querido no es aquel testimonio que quisiéramos expresar con el tema de este día: “Dar testimonio de nuestra fe”. ¡Cojamos de nuevo el Evangelio! La crítica de Jesús a la superficialidad religiosa de su época, puso el dedo en una llaga, que era para todos más o menos evidente, aunque apenas se expresase esto abiertamente. Probablemente Jesús hoy haría la misma crítica de Su propia Iglesia. De la historia de esta Iglesia responden justificantes seguros. También en el presente Él podría fustigar algunos ejemplos de pensamientos de hacer carrera, en parte públicamente abusos de autoridad, prescindiendo de todo. En el entorno eclesial popular de épocas pasadas se veía seguramente también el deseo de más de un “buen” católico críticamente en la Iglesia. Pero este punto crítico pierde progresivamente significado – gracias a la secularización. También hoy todavía quedan muchos en los “ficheros”. Me parece que esta expresión está fuera de lugar. Naturalmente la Iglesia, y todos nosotros que tenemos aún mucho que hacer, puede y tiene que motivar a estos católicos a convivir en la Iglesia. Pero, al mismo tiempo, debiéramos también estarles agradecidos ¡por la aportación de sus impuestos! Aquí se puede trazar totalmente una línea de conexión con el arca de las ofrendas del Templo – aunque hoy en la mayor parte de los casos no se trate del “último penique” de una viuda. Pero todos estos ejemplos y diferenciaciones dan paso a una pregunta central: * ¿Cómo se comporta en nuestra fe: • la orientación hacia “arriba”, • el recogimiento hacia “dentro”, • la mirada hacia “derecha e izquierda”. por consiguiente el compromiso con el prójimo? * ¿Cómo van juntos el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a uno mismo? * ¿Qué papel juega la “vertical” de nuestra fe y cual la “horizontal”? Una respuesta ciertamente algo teórica y elaborada, pero aún válida a esta pregunta, la da, a mi juicio, la “plataforma” de la KSJ. “Confesar a Jesús de Nazareth significa, confesar la realidad humana como el lugar de aparición de Dios y desenmascarar la contradicción del pensamiento vertical (“referido a Dios”) y del horizontal (humano) como contradicción aparente. En general, donde se ve a Dios sin referencia al ser humano, se pone en antagonismo la gloria de Dios.” ¿Cómo agarramos estos “huesos” y esta “carne”? 1. En primer lugar nuestra oración personal y tanto más nuestra oración litúrgica en comunidad tendría que estar grabada • por el respeto ante Dios, • por una personal intimidad, • y, al mismo tiempo, por una evidente solidaridad. La oración respetuosa y totalmente “íntima”, debiera, al mismo tiempo estar “conectada a la tierra” –en forma y contenido. En este sentido, se dice en una de las más recientes oraciones: “Haznos abiertos a las personas de nuestro alrededor, para que compartamos su tristeza y temor, su esperanza y alegría.” Con este fondo, la nostalgia de muchos católicos por la antigua “liturgia tridentina” y por el uso del latín como lengua litúrgica sólo se puede comprender como una huída de la realidad de este mundo a las aparentes “esferas celestiales” del pasado. 2. Por el contrario nuestro compromiso caritativo, social y político tendría que llevarse consciente y continuadamente a un “buscar y hallar a Dios en todas las cosas.”. “Todo a mayor gloria de Dios”, así suena el lema de San Ignacio de Loyola: Todo nuestro servicio y todo nuestro actuar en una comunión vital con Dios y como contribución a la construcción del “Reino de Dios”. Evidentemente también otras cosas como fundamentos cristianos pueden ser capaces de un servicio creíble a los seres humanos. Pero donde faltan tales fundamentos todo compromiso se queda en puro activismo y a la larga en una personal Burn-out. Cuando nosotros como cristianos actuamos sin un fundamento espiritual además ponemos en juego no sólo nuestra propia credibilidad, sino la credibilidad cristiana en general. Los dos textos de la Escritura de este domingo muestran en aquello que los une aún otro aspecto de un testimonio creíble. Yo creo en la confianza en Dios ilimitable de estas dos viudas. Frente a esto se halla un déficit de confianza a veces enorme en una praxis existencial muy poco creíble de los cristianos en particular, pero también de la Iglesia como totalidad. En muchos casos esta carencia conduce a un incomprensible temor desde la fe. Falta de confianza y temor se muestran sobre todo en una actitud fundamental que –a pesar de todo el orar– no cuenta nada por así decirlo con Dios y la actuación de Su Espíritu Santo. En su lugar se toman con gusto en la mano cosas importantes. Entonces se cree estar seguro de que todo “marcha” como corresponde a las propias representaciones – a consecuencia del “Hágase tu voluntad”. Además la Iglesia institucional con frecuencia se hace increíble por un furor de regulación, que va hasta el más pequeño detalle. En cristianos individuales se muestra una falta de confianza temerosa de muy diferentes formas- por ejemplo en el espanto por una Iglesia que se transforma y al mismo tiempo se va haciendo más pequeña. Entonces el temor produce que alguien ya no se pueda decidir en esta situación por una solidaridad –aunque crítica- con la Iglesia y “oculte” con gusto que es cristiano. El resultado de tales contemplaciones: Dar testimonio creíble de nuestra fe presupone: * Una relación personal y lo más intensa posible con Cristo, es decir, relación con Dios –si queréis-: el “arriba”. * Un estar en casa consigo mismo y con la propia fe- lo “interior”: * Un estar seguro con los pies en la tierra, una más evidente referencia a la realidad de este mundo, ojos abiertos, un corazón amoroso y manos que ayudan para las personas de nuestro alrededor- el “abajo”. Amén |