Homilía para el Domingo Décimo Séptimo (B)
26 Julio 2009
Lectura: 2 Re 4,42-44
Evangelio: Jn 6,1-15
Autor: P. Heribert Graab S.J.
De nuevo con referencia a la Encíclica social “Caritas in veritate”
Seguramente ustedes han oído,
lo que los padres dicen a sus hijos en la mesa:
“¡No te sirvas tanto!
Si lo deseas puedes repetir.
¡Aquí hay suficiente para todos!”

A veces los niños difícilmente pueden valorar
si lo que hay en la mesa verdaderamente es suficiente.
Felipe y Andrés estaban firmemente convencidos
de que lo que hay aquí no llega para todos:
“Cinco panes de cebada y dos peces:
¡esto no es nada para tantos!”

Jesús les hizo comprender muy prácticamente
y sin palabras:
Aquí hay suficiente para todos.
“Jesús le dio a la gente todo lo que quiso.”
Después, cuando estaban saciados,
“recogieron y llenaron doce cestos con los pedazos
que habían sobrado después de la comida.”

Por consiguiente ¡hubo suficiente para todos!
Y hoy se puede decir lo mismo:
¡Aquí hay suficiente para todos!
Benedicto XVI dice en su encíclica social:
“Hay sitio para todos en nuestra tierra:
En ella puede encontrar los recursos necesarios
toda la familia humana,
con la ayuda de la naturaleza…
y con su trabajo y su inventiva para vivir dignamente.”
En otro lugar se dice:
“el hambre depende menos de una falta material
que de una falta de recursos sociales.”
Dicho con otras palabras:
Faltan decisiones políticas y económicas
y faltan pasos prácticos de actuación
y formas de organización,
que garanticen el adecuado acceso
de todas las personas al agua y a los alimentos
y que también estén en situación
de superar continuamente los estrangulamientos
que surjan.

Ya Wilhelm Willms en su libre adaptación del Evangelio de hoy para los jóvenes
con los cinco panes de cebada y los dos peces
hace que se desencadene el impulso de una oleada de compartir.
Esta oleada de compartir continúa arrollando
a través de la historia hasta nuestra época
y se refuerza al mismo tiempo.
Finalmente compiten las grandes empresas globales
y también las potencias mundiales y
los políticos más influyentes con las ideas y acciones
más efectivas para vencer el hambre de forma universal y definitiva.
Wilhelm Willms en una canción ha dado en el quid de esta visión:
“Si cada uno da lo que tiene
entonces todos quedan saciados.”

En la nueva Encíclica social
suena esto de forma no tan poética.
Se trata más bien de forma muy objetiva
de análisis políticos y de valoraciones,
así como de propuestas concretas y realizables
o de instrucciones de acción:

“Dar de comer a los hambrientos” –
es un “imperativo ético” no sólo para la Iglesia universal, sino también para las instituciones políticas.
Eliminar el hambre en este mundo –
es en la era de la globalización
una condición previa indispensable
para la conservación de la paz
y de la estabilidad en la tierra.
El derecho a la alimentación y al acceso al agua limpia es la premisa para alcanzar
otros derechos fundamentales,
sobre todo el derecho a la vida.

El problema de una alimentación mundial suficiente
tiene que ser abordada desde una perspectiva a largo plazo:
* Hay que eliminar las causas estructurales.
* El desarrollo agrícola de los países más pobres
tiene que fomentarse ¬
por ejemplo por medio de inversiones
en las infraestructuras rurales,
en sistemas de regadío, en las formas de transporte,
en la organización de los mercados,
en la difusión de las técnicas agrícolas
y, en general, por medio de inversiones en la formación.
* Todo esto tiene que acontecer de forma perseverante
y con la inclusión de las comunidades locales.
* Combinar las tradicionales técnicas agrícolas
con técnicas de producción innovadoras
de forma sabia y apropiada a cada situación.
* También hay que abordar la cuestión de las justas reformas agrarias.
* Finalmente no se debe consentir una política de protección aduanera,
ni el acaparamiento de las tierras de labor por los países ricos,
que obstaculizan la producción agrícola de los países pobres.

Todo esto es ingrediente irrenunciable
para una solución total de la momentánea crisis mundial.
Si los países pobres son apoyados así económicamente,
de manera que finalmente puedan cuidarse
por sí mismos de la subsistencia de sus ciudadanos,
se contribuye además a conseguir
las capacidades de producción de los países ricos.

Desgraciadamente falta en la Encíclica social
toda referencia a la necesidad de una activa política de desarme y de paz.
Es evidente
que no se puede dar un efectivo desarrollo político
y que tampoco se puede vencer el hambre
sin una amplia política de paz.

Las tareas, ante las que nos encontramos hoy,
son con seguridad algo más complicadas
que el “maravilloso alimento de los cinco mil”.
Pero ya entonces se consideró lo que sucedió como un “milagro”.
Y es ciertamente un “milagro”
el que los seres humanos comiencen a pensar
desde los demás, para actuar solidariamente y para compartir, y de ello se sigue un despegue inicial.

Lo que entonces salió de un pequeño joven,
también tiene que suceder hoy –
ni más ni menos,
aunque en mayores dimensiones.
¿Por qué no podría suceder también hoy
este “milagro”?
Sólo tiene que comenzar uno -o también dos o tres-
¡por ejemplo nosotros en las próximas elecciones
al Parlamento alemán!
¡Y no sólo con la pequeña cruz en la papeleta!
Antes de las elecciones hay ocasiones suficientes
para dialogar con los políticos,
para preguntarles si han leído la Encíclica social,
y discutir con ellos sobre cuestiones de política social y de desarrollo político.
Amén.