Homilía para el Tercer Domingo del ciclo litúrgico (B)
25 Enero 2009
Lectura: Jonás 3,1-5.10
Evangelio: Mc 1,14-20
Obras de arte en Sankt Peter: Pedro Pablo Rubens “Crucifixión de Pedro”
Sebastian Wickeroth “Rotura”
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Naturalmente no se puede tratar de pronunciarse en una homilía sobre el sentido
o el absurdo del arte actual.
Yo no me quisiera meter en la discusión actual sobre si la literatura moderna o también el arte al modo de Sebastian Wickeroths son convenientes en una Iglesia, y si son compatibles con la celebración de la Eucaristía.

Yo quisiera más bien partir de las Lecturas de este domingo y poner en conexión con estas Lecturas tanto una de las discutidas instalaciones de Sebastian Wickeroth,
como también la famosa y evidentemente indiscutible pintura de Rubens.

Me parece que las Lecturas pueden ayudar a la interpretación de las obras de arte,
como también, por el contrario, las obras de arte son una ayuda para leer y comprender los textos bíblicos.

Una única palabra clave une ambas obras de arte y ambas Lecturas entre sí: “Violencia”.
En la Lectura de Jonás se trata de la destrucción de la gran ciudad de Nínive.
Cuando nosotros hoy en día vemos imágenes de la destrucción de la ciudad de Gaza
y tenemos ante la vista los muchos muertos,
que esta destrucción llevó consigo,
entonces nos podemos hacer una representación aproximativa,
de aquello con lo que el profeta Jonás amenazaba a Nínive,
y esto ¡de parte de Dios!

En el Antiguo Testamento a menudo se pone la violencia en conexión con Dios.
No pocas personas incluso hablan de
un Dios cruel y violento del Antiguo Testamento.
Sin embargo, en este caso concreto se trata exclusivamente de la amenaza de violencia como medio pedagógico.
Y lo que nadie hubiera esperado
-y el que menos de todos el profeta Jonás-
¡esta pedagogía tiene éxito!

Además en una mirada más precisa se puede constatar:
Donde Dios por medio de Sus profetas amenaza con violencia,
y también allí, donde la violencia se atribuye a Dios mismo,
sucede continuamente:
Los seres humanos se convierten en violentos y víctimas de la violencia
como consecuencia de su propia actuación obsesionada por la fuerza y por el desprecio de los demás.
La violencia es la expresión de la maldad humana y esta maldad se pisa los talones.

Según el convencimiento de los creyentes,
Dios es el garante de la justicia,
incluso es considerado como sinónimo de la justicia.
Así se habla de Él a menudo como el autor de la justicia punitiva,
que verdaderamente quiere decir:
La violencia es la lógica e inherente consecuencia de la maldad
y, por medio de la violencia, que en último termino alcanza también a los autores,
se establece una justicia compensatoria.

En todo caso el Antiguo Testamento refleja
de nuevo –a menudo de una forma muy realista–
el exceso de violencia en este mundo.
Por otra parte, esto lo hace también el Nuevo Testamento, cuando se ponen ante la vista destinos más personales,
p.e. el del Crucificado Jesús de Nazareth.
En segundo plano también se hace visible
en el Nuevo Testamento un sistema político y religioso violento,
así como sus representantes con poder
e influjo.

Así también en el Evangelio de este Domingo.
En el núcleo se trata de un concepto del Reino de Dios que despunta, radicalmente distinto, sin violencia.
Pero la realidad actual de violencia práctica
está presente como contraste,
en referencia a Juan el Bautista que fue arrojado despóticamente en la prisión
y que fue decapitado por una apuesta.

Juan fue sólo el primero de una innumerable multitud de mártires,
que a causa de su misión divina
y sobre todo por el seguimiento de Jesús
fueron conducidos de la vida a la muerte
violenta y cruelmente.
Ya desde antiguo fueron venerados en la Iglesia como “vencedores” de la maldad de este mundo
y después representados con la palma de la victoria.

De este tipo de representaciones se aparta muy radicalmente Pedro Pablo Rubens con su cuadro de la muerte de Pedro.


 
Rubens es considerado del barroco.
Muchos de nosotros unimos a este estilo
sobre todo la gloria celestial y el júbilo dirigido hacia el cielo.
Ustedes eliminan el hecho
de que el lado jubiloso y lleno de esperanza del barroco,
es al mismo tiempo un grito desesperado contra la experiencia de violencia diaria.

Pedro Pablo Rubens ha pintado la muerte violenta de Pedro en el año 1638 –
por consiguiente, en el centro del espanto de la Guerra de los Treinta Años.
El tenía material de contemplación en masa.
Así pinta la escena de un modo realistamente brutal.
Tan realistamente, que hoy día una foto y tanto más un film de realismo comparable sería prohibido
por motivos de protección a la juventud.
Me asombro mucho
de que nadie de mi conocimiento haya protestado contra esta imagen.

Ahora Sebastián Wickeroth ha creado expresamente en el contexto de este cuadro de Rubens su instalación de rotura.
 


Contemplemos después estas dos obras como una composición completa.
Entonces quizás les llame la atención que la cruz de Pedro – a pesar de la resistencia de los verdugos –
arrastre hacia abajo toda la escena.
Este descenso es recogido por las tablas negras colocadas oblicuamente,
que ahora actúan como una bajada de escombros
y acumulan en la parte inferior todos los escombros de la violencia humana como una demolición
para el transporte al montón de basuras.

Ahora es importante contemplar más de cerca la pintura de Rubens:
¿Quién es verdaderamente la víctima de la tortura y la violencia?
El primer plano naturalmente contempla al Apóstol Pedro.
Pero de otro modo también a los verdugos:
Con toda la diferencia de los caracteres individuales,
muestra la expresión de sus rostros,
cómo su oficio ha destruido su propia humanidad.

La violencia produce “rotura” –
igualmente en las víctimas que en los autores.
El resultado lo extiende a nuestros pies
Sebastián Wickeroth.
Las planchas de cartón enyesado destruidas de forma maliciosa y sin sentido –
nos hacen daño a más de uno de nosotros.
* ¿Y las torturas sin escrúpulos de personas en muchos estados de este mundo?
* ¿Y la muerte maliciosa y sin sentido de personas en desatinadas guerras y por el loco terror?
* ¿Y el martirio de cristianos hoy, todos los asesinatos de hermanas y hermanos en la fe?
Verdaderamente ¿nos hacen daño?
O ¿nos hemos acostumbrado a ello?

La pintura de Rubens y la instalación de Wickeroth y la contemplación conjunta de ambas,
puede y debe ser para nosotros una advertencia
para finalmente comprender nuestra responsabilidad compartida
* en el crecimiento del Reino de Dios,
* en un mundo más humano –ya ahora,
* en una vida según el espíritu del Sermón de la Montaña de Jesús.

Un ejemplo de conversión, del pensar, del hablar y del actuar nos lo dan las ciudadanas y los ciudadanos de la ciudad de Nïnive.
Y como Simón y Andrés, como Santiago y Juan
también nosotros estamos llamados
no sólo a ser cristianos mediocres,
sino pescadores de seres humanos en servicio
del futuro de Dios.

Amén.