Homilía en el Aniversario de los  Fieles Difuntos
2 Noviembre 2006

1ª Lectura: Is 25, 6a. 7-9
2ª Lectura: 2 Cor 5,1. 6-10
Evangelio: Jn 6,51-58
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Como creyentes estamos siempre de camino, no como „los que contemplan“ –
así dice Pablo en la Lectura de este día.
Pero en la fe tenemos que relacionarnos con la realidad de Dios, que, en verdad “experimentamos” de forma misteriosa, pero precisamente no “contemplamos”.
Sin embargo, nuestras representaciones dependen absolutamente del “contemplar”.
Por eso falla nuestra imaginación cuando se trata de la realidad de Dios y análogamente cuando se trata de la nueva vida de nuestros difuntos en la realidad de Dios.

Sin embargo, deseamos expresar nuestra fe ante la muerte y nuestra esperanza en la vida eterna en comunión con Dios.
Pero ¿qué nos queda cuando falla el lenguaje?
¡Nos agarramos a las imágenes y a los símbolos!

Naturalmente esto hace también la Sagrada Escritura.
En la Lectura veterotestamentaria se habla de la imagen del banquete y Jesús en el Evangelio pone en conexión este banquete al final de los tiempos con aquel banquete de Pan y vino, al que Él nos invita siempre.

En un mundo que está marcado por la pobreza de la vida diaria –con mucha diferencia de las experiencias de la mayoría de nosotros – está el “banquete”, con el cual sólo algunos pueden soñar y que todos han experimentado ya alguna vez sólo en pocos momentos cumbres de la vida ,
* por la plenitud que fluye
* por la vida pura
* por la vida libre de preocupaciones.

Por consiguiente, se trata de la alegre respuesta del Evangelio a nuestra pregunta sobre la muerte y a la pregunta estimulante: ¿Qué hay “después”?
Se trata de la promesa de una vida en plenitud,
se trata de la “vida pura”, como no podremos nunca imaginar, se trata de una alegría consumada que excede a todo lo que hemos experimentado de dicha y alegría.

Y con su invitación a la comida con Pan y Vino, en la que Jesús mismo “pone la mesa” – aquí y ahora- Jesús tiende ya aquí, en esta vida, un puente a la nueva vida de la promesa.
Lástima, que nuestras Misas no reflejen demasiado a menudo apenas algo de esto.

Cuando visitamos en estos días nuestros cementerios, merece la pena observar las muchas imágenes y símbolos, que allí nos encontramos, y que nos hablan de fe y de esperanza,
de  la fe y de la esperanza de aquellos que se han ido de entre nosotros, pero más aún de la fe y de la esperanza de los supervivientes.

En Alemania hay muchos cementerios maravillosos.
El cementerio de la ciudad de Göttinger es uno de ellos.
Tales cementerios son ellos mismos símbolos de esperanza.
Originalmente representan el jardín del Paraíso, el jardín del Edén, cuy vida en plenitud ya describe el relato de Creación desde el principio,
pero, después de todo, la plenitud de esta Creación, anticipa y es también una promesa de nuestro “futuro”.

Cuando ustedes caminan por el cementerio tropiezan, por así decirlo, con cruces,
siempre cruces –
a menudo reducidas a la pequeña cruz colocada delante de la fecha del fallecimiento.
Naturalmente – también en nuestro mundo secularizado – son signos de la fe cristiana, pascual.

Sin embargo, no nos preguntamos por la fe de aquellos que han puesto estas cruces en las tumbas de sus deudos,
sino preguntémonos sobre todo:
¿Qué significa para nosotros la Cruz de Jesucristo?
¿Qué papel desempeña en nuestra vida diaria?
¿Tiene su sitio en nuestra vivienda?
¿Es para nosotros el signo de la esperanza pascual por antonomasia?

En estos días también arden luces sobre muchas tumbas, en las comarcas católicas, incluso mares de luces.
¿Costumbre piadosa?
O ¿verdaderamente expresión de una fe pascual?
¿Cristo, el Resucitado – Luz de nuestra vida,
en todas las obscuridades de esta vida y en la obscuridad de la muerte, sobre todo?

También las flores y las siemprevivas sobre las tumbas de nuestros muertos – son signo de vida, signo de esperanza.
¿Quién piensa en ello cuando pone flores sobre una tumba?

He visto el símbolo de la lámpara de aceite sobre losas sepulcrales individuales:
Es un símbolo de fe y de esperanza desde las catacumbas romanas:
También estas lámparas de aceite anuncian:
Cristo es la Luz –
y esto incluso en el obscuro tiempo de las persecuciones de los cristianos.
Para los cristianos de aquella época, la lámpara de aceite era signo convenido, de aquello en lo que ellos ponían toda su esperanza.
Al mismo tiempo, la lámpara de aceite recuerda a las “vírgenes prudentes” del Evangelio:
Las que han conservado la luz a lo largo de toda una vida.
Ellas “prudentemente” han tenido mucho cuidado de que no se las engañe.

En una tumba ví olas y sobre ellas una barca con un mástil en forma de cruz.
El agua – por una parte un antiguo signo de muerte, pero al mismo tiempo también el signo de la vida por antonomasia.
Cada vez que una persona es bautizada se pone ante la vista este signo en su doble significado.

La barca representa naturalmente el Arca de Noé.
Cristo es el nuevo Noé, que conduce a los salvados por el diluvio de la muerte a la otra orilla.

En muchas losas sepulcrales se encuentran palmas y coronas de laurel.
Son signos de victoria-
de victoria incluso sobre la muerte.
El Apocalipsis de Juan señala con este símbolo a aquellos que entran en la vida eterna con Cristo:
“Estaban de pie con blancas túnicas
delante del Trono y del Cordero
y llevaban palmas en las manos.”

Finalmente aquí en St. Michael debemos mencionar a los muchos ángeles que se hallan en las tumbas.
Ellos no quieren ser representados así –
finalmente ellos se vuelven a un ángel,
al arcángel Miguel.
En la historia del arte y de la piedad no es sólo el ángel que pesa a las almas y el ángel del juicio,
sino también el acompañante de los muertos por el camino del “más allá”.
Con ello la tradición cristiana recoge un motivo de la saga griega:
El barquero Caronte lleva las almas de los muertos por el río Styx, la frontera entre el mundo de los vivos y el reino de los muertos del hades.
Pero: Miguel conduce a nuestros muertos no a un reino de los muertos obscuro sino a la gloria de la vida divina.

Les quiero recomendar de todo corazón:
Tómense en estos días tiempo con toda tranquilidad para un paseo meditativo por el cementerio.
Dejen que hablen los símbolos de la fe y de la esperanza.

Amén.