Homilía para el Domingo Trigésimo Tercero, ciclo litúrgico (B)
19 Noviembre 2006


Evangelio: Mc 13, 24 – 32
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Siempre de nuevo escucho:
“¡Jesús te ama!”
OK, digo yo, seguramente tienes razón.
En todo caso yo lo espero.
Pero tu imagen de Jesús, la que está detrás de este dicho, no es la mía.
Tampoco es la del Evangelio.
En el Evangelio no se trata de “paz, alegría, exquisiteces”.
Ciertamente en estos días, en los que el ciclo litúrgico llega a su fin, las Lecturas de la liturgia suenan con un tono muy diferente.

Al párrafo del Evangelio de hoy le precede un pasaje muy sombrío:
Pronunciado de forma seria y sobria, incluso amenazadoramente, Jesús hace referencia a las catástrofes que amenazan.
Aunque Él mismo está enredado en esto, continúa consecuentemente Su camino hacia Jerusalem y,
al mismo tiempo, advierte a sus oyentes:

* No quedará piedra sobre piedra del imponente edificio del Templo .
* Un pueblo se alzará contra otro en guerras terribles; un reino contra otro reino.
* Habrá terremotos y gran necesidad.
Los hijos se rebelarán contra sus padres y les darán la muerte.
* Y todo esto no es más que el comienzo de la miseria, que os alcanzará a todos vosotros.

Por consiguiente, ¡huid a la montaña!
¡Apresuraos! ¡No os llevéis nada!
Se trata de vuestra vida.
¡Ay! De las mujeres que estén embarazadas.
Habrá una necesidad como nunca la ha habido.

Esta es una profecía de desgracias sin miramientos.
El fondo histórico es la guerra judía y la destrucción del Templo por los romanos.
Por consiguiente, en primer lugar se trata de catástrofes de dentro del mundo.
Pero ¡quedamos en lo convenido!

La visión de Jesús – precisamente lo hemos escuchado- se refiere a las catástrofes del tiempo final.
Se trata de catástrofes de dimensión cósmica:
* El sol se obscurecerá.
* La luna ya no brillará.
* Las estrellas caerán del cielo.
* Las fuerzas del cielo serán sacudidas
* y todo esto es el preludio de un juicio de Dios último y definitivo.

Este discurso de Jesús sobre el tiempo final ha provocado siempre entre los seres humanos de todos los tiempos angustias.
Ciertamente la combinación con catástrofes de dentro del mundo
-por la imagen de la higuera- ha hecho crecer sin límite intermitentemente tales angustias.

Chernobyl, el 11 de Septiembre, el Tsumani, el cambio climático y muchos otros más, en nuestra época nada escasa en catástrofes, hace surgir también en nuestros días angustias de tiempo final.

Confrontados con estas consecuencias de Su discurso, Jesús reaccionaría seguramente no con gesto compasivo:
“¡Queridos hijos! ¡Verdaderamente yo no he querido esto ahora!
Lo siento.”
Jesús no es un filántropo inocuo.
Él quiere sacudir.
Y Él opina esto seriamente, tan seriamente que Él mismo soporta angustias existenciales.
Jesús centraliza toda Su intención de forma extremadamente sucinta en la expresión definitiva:
“¡Estad vigilantes!”

¿Qué significa esto?
Sólo se puede encontrar una respuesta en el contexto de todo el Evangelio.
El mensaje del Evangelio reza:
¡Ahora es el tiempo final!
El tiempo final empieza con la venida del “Hijo del Hombre”.
Así el Reino de Dios del tiempo final ha tenido su comienzo y esto es irreversible.
Lo que sucede con las catástrofes en este tiempo – es que son combates de retirada de un mundo que se cree erróneamente autónomo.
Estas explicaciones son algo muy diferente a inocuas.
Desafían la decisión:
¿De qué lado quieres estar?
Expresado bíblicamente:
¿Del lado de Miguel, el luchador por Dios?
¿O del lado de aquellos poderes mundanamente autónomos, que secundan el caos sin Dios o contra Dios?

¿Qué posibilidades de decisión hay?

* Probablemente ninguno de nosotros esté en la tentación de decidirse abiertamente a favor de los “poderes de este mundo”.
* Lo que podría pasar es que nosotros cayésemos en la vía de los simpatizantes y en alguna parte intentásemos solapadamente poner a salvo nuestros intereses.
Algo así fue fatal bajo el dominio de los nazis y de los comunistas.
Una actitud así cae también hoy bajo el veredicto de Jesús:
“Sea vuestro lenguaje: Sí, sí; “no, no; que lo que pasa de aquí viene del Maligno” (Mt 5,37)
Y: “Los tibios, que no son fríos ni calientes, los vomitaré de mi boca.” (Cf. Ap 3,16)
* Una gran tentación dentro de la Iglesia es hoy encerrarse de nuevo en una torre de marfil para dejar fuera “el perverso mundo” y la “sucia política”,
y “piadosamente” pensar en la propia salvación del alma.
Finalmente puedes confiar en que:
“¡Jesús te ama!”

Yo no creo que estos dichos piadosos estén en la intención de Jesús y aún mucho menos aquella actitud fundamental que no se quiere ensuciar las manos.
Jesús mismo no se retira a la larga al “desierto” de la cercanía espiritual de Dios.
Él tampoco habla sólo del Reino de Dios que comienza.
Er packt selbs mit an,
hace frente a los “demonios”,
toma partido y sana.
Finalmente Él camina hacia Jerusalem a la “boca del lobo”,
allí dice cosas intespestivas
y su discurso y su acción Le llevan a la muerte.

No se tiene que tratar siempre de asuntos tan peligrosos –
aunque ciertamente hoy de nuevo muchísimos cristianos del mundo entero arriesgan su vida y la pierden porque toman partido por Jesucristo y Su mensaje.
A nosotros como mínimo se nos exige esto:
¡Estad vigilantes!
¡No acaparéis!
¡Tomad partido por lo que creéis!
¡Vivid vuestra fe en medio de este mundo!

Yo quisiera terminar estos pensamientos muy serios sobre el tiempo final con unas palabras consoladoras y estimulantes de Pablo.
Para él en el mensaje y en la promesa de Jesús se trata de algo así como:
“lo que ni el ojo vio ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios ha preparado para los que Le aman.”
(1 Cor 2,9)

Amén.