Homilía para el Domingo Décimo Sexto del ciclo litúrgico (B)
23 Julio 2006
En la víspera de la fiesta de San Cristóbal

1ª Lectura: La legenda de Cristóbal
2ª Lectura: Tob 5,1-10.17
Evangelio: Mc 6,30-34
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Puede extrañarnos a más de uno de nosotros que Jesús tuviera que descansar y evidentemente tomase algo así como “vacaciones”.
Además Jesús no pensaba en primer lugar en Sí mismo – como de costumbre –, sino sobre todo en sus colaboradoras y colaboradores,
en las discípulas y discípulos.
Éstos – como Él mismo – hacía días y semanas que no habían encontrado ningún reposo.
Ni siquiera les dejaban el tiempo para comer las muchas, muchas personas que se apretaban alrededor de Jesús.

¡Algún día se tiene que poner una barrera,
algún día se tiene que abandonar toda actividad!
Nosotros diríamos:
Algún día se tiene que poner distancia de la cantidad de tareas diarias y del stress.

Hemos oído en el Evangelio
que los planes de vacaciones de Jesús,
en este caso, fallaron.
Buscaba descanso, quería estar solo con su círculo de amigos;
Pero, Él encontró de nuevo también en el lugar de descanso una verdadera muchedumbre.
Conocemos esto:
Cuando nos ponemos en camino de vacaciones
y torcemos por la autopista
con frecuencia estamos en un embotellamiento
de todos aquellos que salen de vacaciones al mismo tiempo que nosotros.
Y cuando hemos escogido como meta de las vacaciones una hermosa y tranquila playa
– como es elogiada en el folleto de vacaciones –
tenemos que constatar con frecuencia que
otros han tenido la misma idea,
y entonces buscamos penosamente un pequeño sitio
donde al menos podamos extender una estrecha toalla.

Jesús mismo en esta situación tiene ante la vista
en primer lugar y sobre todo a la muchedumbre.
Él ve su nostalgia, su necesidad
y no titubea mucho tiempo
en ser para ellos algo así como un “ayudador de las almas en vacaciones”.

Incluso hay personas que Le imitan hasta el día de hoy.
Ya hace años, por ejemplo, pasan sus vacaciones algunos de la parroquia de St. Michael en un camping en el Mar del Norte como ayudadores de almas en vacaciones.
Seguramente esto no son verdaderamente vacaciones para todos.
Para Jesús ciertamente no lo fueron.
Pero Él encontró después en otras ocasiones silencio, soledad y reposo para Sí mismo.
También para Él rige la ley del amor en sus tres dimensiones:
Amar a Dios, amar al prójimo y no olvidar: también amarse a sí mismo y, por consiguiente, también cuidarse del propio reposo.

Las dos Lecturas que hoy hemos escuchado,
hablan por sí mismas:
Si ustedes quizás se ponen en camino de vacaciones en estos días,
entonces les deseo de todo corazón un “ángel” como acompañante, como lo encontró Tobías en su viaje.
Se me ocurre una poesía del escritor de Göttingen Rudolf Otto Weimer:

Los ángeles no tienen que ser hombres con alas.
Los ángeles caminan suavemente, no tienen que gritar,
a veces son mayores y feos y bajos.

Los ángeles no tienen espada ni túnica blanca.

Quizás el ángel es el que te da la mano,
o vive cerca de ti, pared por medio...

Según la leyenda, también San Cristóbal fue un “ángel” así.
Esta leyenda le ha convertido en patrono de todos los que están de camino o van de viaje y
sobre todo en patrono de los y las automovilistas,
que con seguridad necesitan especialmente su asistencia y ayuda.
Por ello bendeciremos hoy, en la víspera del día de San Cristóbal, después de la misa también a los coches y a sus conductoras y conductores.
Además concluiremos esta Misa con una bendición de viaje para todos los que en estos días ya están de camino o irán pronto de viaje.

Con esta bendición, yo quisiera desearles a todos ustedes de todo corazón unas vacaciones
hermosas y reposadas.
¡Y vuelvan sanos!
También les deseo
que San Cristóbal les recuerde
que el Señor mismo quiere encontrarnos
también de camino y en vacaciones,
a veces muy inesperadamente.

Amén.