Homilía para el Cuarto Domingo
del Ciclo Litúrgico (B)
29 Enero 2.006
Evangelio: Mc 1,21-28
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Continuamente oímos y leemos en el Evangelio que Jesús no sólo se enfrentó con oponentes humanos sino también a menudo con “espíritus inmundos”,
es decir, con espíritus malos, portadores de desgracias,
por consiguiente con demonios.

Según nuestro modo de entender las cosas,
detrás de tales relatos se oculta la fe popular
o la superstición.
La Ilustración, desde finales del siglo XVII,
acabó a fondo entre nosotros, en Europa con tales ideas “naiv” e “irracionales”.

Pero ahora causa extrañeza,
que todavía hoy después de trescientos años de pensamiento racionalista,
en medio de nosotros la fe en los espíritus,
sobre todo en los espíritus portadores de desgracia,
emerja del pasado de nuevo.
Ciertamente nadie quiere pasar por supersticioso,
pero muchas personas por precaución no toman
en un “13 y martes” decisiones importantes.

Tampoco hace demasiado tiempo que
muchísimas personas – también jóvenes – frecuentan círculos espiritistas y
participan en las llamadas sesiones.
Por los golpes de las mesas y de los vasos
o también por golpes misteriosos,
se oye y se lee en el momento no demasiado,
pero evidentemente este fantasma no ha desaparecido de escena sencillamente
En algunos casos, la superstición podría ser también
la causa de angustias profundamente asentadas.

La Biblia – también el Nuevo Testamento – supone muy evidentemente la existencia de espíritus y de “poderes y fuerzas” sobrehumanos.
Esto no significa naturalmente que nosotros tengamos que hacerlo también.
Por supuesto, en los textos de la Sagrada Escritura se reflejan también representaciones arraigadas en la época, que no son contenido sino más bien fondo de la revelación divina.
La Iglesia se abstiene mucho de declaraciones sobre la fe en los espíritus.
Éstas se encuentran más bien en círculos fundamentalistas.

Para la Iglesia y para la fe cristiana responsable
esto es algo importante de modo muy diferente –
es decir la confesión de que
¡el poder de los espíritus está vencido fundamental y definitivamente por la redención de Jesucristo!
Éste es también finalmente el mensaje del Evangelio de hoy:
“Incluso los espíritus inmundos obedecían Sus órdenes.”

En Pablo esto se expresa así:
“Cristo es la cabeza de todos los poderes y fuerzas.”
(Col 2,10)
“Ángeles, dominaciones y potestades Le están sometidos.” (1 Pe 3,22)

Por consiguiente, aún cuando alguno de nosotros crea en la existencia de los espíritus,
no se trata de invocarlos y ni siquiera de conjurarlos.
Nuestro oponente es única y exclusivamente Jesucristo, Señor sobre todas las fuerzas y poderes.
Él nos ha llamado a la libertad –
también a la libertad de los poderes e influjos del mal,
también a la libertad de todo temor ante ellos.

A causa de esta libertad
es válido discernir los espíritus –
y esto independientemente de la cuestión
de si yo les adjudico una, por decirlo así, existencia personificada.

Un “discernimiento de espíritus” es quizás tanto más exigido,
cuando yo como ser humano “ilustrado” entre estos “espíritus”, comprendo todos aquellos nocivos influjos,
que desde mi interior
o por medio del ambiente
pervierten y hacen caer en la perdición mi pensamiento, mi actuar y finalmente a mí mismo.

Ignacio de Loyola nos ha legado en sus Ejercicios las Reglas para el Discernimiento de Espíritus.
Estas Reglas deben ayudar por un lado a iluminar
en parte los procesos bastante sutiles psíquico-religiosos, que discurren en mi interior.
Pero, por otro lado, se trata también de clarificar
de qué clase son aquellos impulsos que me influyen desde fuera en mis actitudes y decisiones personales.

Quizás ciertamente nosotros hoy en nuestro mundo, dominado por los medios de comunicación,
nos hacemos muy poco conscientes
de lo mucho que nosotros mismos estamos poseídos por el “espíritu de la época”.
Cuando yo hoy hablo del “espíritu de la época”, entonces se me ocurre el encuentro de Jesús con aquel hombre que estaba poseído por un espíritu inmundo y que vivía en los sepulcros:
De él se dice:
“No se le podía atar ni siquiera con cadenas.
Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas?
Él contestó: Mi nombre es legión porque somos muchos.” (Mc 5,1-20)
Me parece que hoy también el espíritu de la época es “Legión”.

Ignacio dice en sus Reglas para el Discernimiento de Espíritus:
“En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados; en las cuales personas el buen espíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las conciencias por el sindérese de la razón.” EE 314

El “avanzar de pecado mortal en pecado mortal” corresponde a mi juicio hoy a la dinámica de la progresiva deshumanización del hombre por el “culto a los ídolos”,
como, por ejemplo al capitalismo neoliberal que se propaga.
En efecto, el culto al beneficio, al prestigio y al poder sugieren “placeres” aparentes,
que “conservan” a las personas “en sus vicios”.
El “buen espíritu” efectúa, en cambio,
la interrupción de esta dinámica de muerte,
“punzando y remordiendo las conciencias”.

Otra vez Ignacio:
“En las personas que van intensamente ....
en el servicio de Dios nuestro Señor,
de bien en mejor subiendo es el contrario modo que en la primera Regla.
Porque entonces propio es del mal espíritu morder, tristar y poner impedimentos, inquietando con falsas razones para que no se pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos impedimentos....” EE 315

Así sucede absolutamente también hoy:
Cuando alguien contra las seducciones del espíritu de la época neoliberal  y contra las ideas sociales y económicas reinantes “va de bien en mejor subiendo”, entonces el mal espíritu la intranquiliza y le pone impedimentos con falsas razones:
* “La globalización, sin embargo, también tiene lados buenos.”
* “Tú tienes que ser realista.”
* “No es todo tan malo.”
* “De todos modos no puedes cambiar nada.”
* “El mercado ya está dirigido.”
* etc.

Aquí se necesita verdaderamente de las consolaciones y ánimos dados por el buen espíritu
para nadar consecuentemente contra la corriente del espíritu de la época –
por amor al ser humano y a su dignidad.

Ciertamente fue para mí consolación y ánimo en estos días la expresión de nuestro Papa Benedicto.
Trae lo que a nosotros el buen espíritu nos pone en el corazón desde
hace más de un siglo en la enseñanza social católica, en el punto:
“Primero el ser humano, después el trabajo;
primero el trabajo, después el capital;
primero el destino universal de los bienes,
después la propiedad privada-
dicho brevemente: primero el ser, después el tener.”

De esta forma o de otra semejante sonaría
probablemente hoy la palabra de Jesús contra los espíritus inmundos de nuestro tiempo.
Y donde Su Palabra verdaderamente suene
en este tiempo y no pueda dejar de oírse,
allí no podrán mantenerse ya todas las fuerzas obscuras,
que percibimos repetidas veces en nuestro mundo y también en nuestra vida,
y de cuyo poder no podemos liberarnos nosotros mismos.

Amén