Homilía para el Corpus Christi
15 Junio 2006  (2.003)

Tema: “El mundo material – ámbito divino”
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En todas las épocas el ser humano has intentado
– como está representado en este grabado en madera –
mirar detrás de las cosas,
para comprender este mundo visible y evidente,
para explicarse a sí mismo y a los demás
cómo funciona.

Interpretaciones mitológicas de los primeros tiempos
creían de un modo naiv
que “detrás” de la bóveda del cielo se encontraba
el mundo “ultraterrenal” de Dios,
desde el cual, Dios, por así decirlo, “tiraba de los hilos” y “lo mantenía todo”.

La temprana época moderna
ha “desencantado” la mirada mitológica del mundo y poco a poco ha descubierto
las leyes, a las que obedecen la naturaleza y el cosmos.
Algún día creyeron los físicos
poder renunciar a la aceptación de un Dios Creador que actúa detrás de las cosas.
Vieron en este Dios que crea y conserva
nada más que un “suplente” para la ignorancia humana o mejor: para el “todavía-no-saber” humano,
que se hizo superfluo con el “progreso” de las ciencias.
Ellos intentaron una explicación del mundo inmanente y finalmente “materialista”.

Nosotros celebramos hoy la fiesta del Corpus Christi,
en un sentido muy diferente de una fiesta “materialista”.
Se podría hablar de una forma de “materialismo divino”.

El apogeo de “este materialismo divino” lo celebramos ya en Navidad:
Dios mismo se hace hombre:
Encarnación – Dios “se hace carne”.
Dios mismo entra en nuestra materia
- “acepta la carne”.
Transforma la materia,
la santifica,
la diviniza.

Podríamos hablar de una “consagración de la materia”,
de una “consagración del mundo”.
En este sentido, Teilhard de Chardin habla de la “Misa sobre el mundo”.

Jesucristo – el Dios Encarnado
se convierte en centro “resplandeciente” del mundo material.
Este Centro actúa internamente en todos los ámbitos.
Todo el mundo se convierte en “ámbito divino”, en “medio divino”.
Teilhard dice:
“Cristo, por medio de la Encarnación, ha incendiado el mundo.”

¿Qué tiene que ver este pensamiento con la fiesta del Corpus Christi?
La Eucaristía, que nosotros celebramos aquí,
es algo así como la “prolongación” de la Encarnación de Dios.
Y en esta Eucaristía se halla la promesa de una transformación, de una mutación de todo el mundo, de todo el cosmos.

Otra vez Teilhard de Chardin textualmente:
“La hostia/el vino se asemeja a un fuego incandescente de hogar,
cuya llama irradia y se extiende.”

Este acontecimiento también es comparable
con la irradiación espiritual de un ser humano,
cuyo centro es nuestro cuerpo.

Toda la Creación visible, por consiguiente,
este mundo material está sujeto despacio e irresistiblemente a una gran “consagración”.

¡Esto tiene consecuencias!
Teilhard dice:
“Antiguamente podría parecer que el camino más directo hacia el cielo sería aquel que abandona rapidísimamente la tierra.
Ahora el Cristo universal nos permite comprender,
que el cielo sólo es alcanzable a través de la perfección de la tierra y del mundo.”

Muy práctica y concretamente se dice
en primer lugar que la materia no es algo de valor despreciable,
como se predicó largo tiempo en la Iglesia –
sobre todo en el ámbito de la sexualidad.
Por el contrario:
Nos está permitido alegrarnos de este mundo material.
No es sólo un regalo del Dios Creador para nosotros.
Es además “medio divino”,
santificado por la Encarnación de Dios.

Luego este mundo material es no sólo misión del Dios Creador para nosotros.
También podemos experimentar su progresiva consagración e incluso cooperar en ella:
Cuando celebramos la Cena de Jesús,
cuando recibimos el Pan “consagrado”, el Vino de modo recto y verdaderamente consciente,
entonces sucede en nosotros mismos “consagración”,
entonces nos convertimos nosotros mismos cada vez más en parte del “ámbito divino”.
Entonces puede y debe salir de nosotros una energía,
que también transforme nuestro entorno diario
y lo “divinice”.
Con este fondo, también comprendemos
que un abuso egoísta de la materia y una explotación y destrucción del mundo material es pecado
y va contra la consagración de la Creación.
Especialmente por el abuso del pan –
cuando queremos retenerlo para nosotros,
cuando lo aniquilamos en lugar de repartirlo –
nos colocamos en contradicción con la consagración,
que celebramos en la Santa Misa.

Por consiguiente, volvamos a nuestra vida diaria
después de que esta mañana hemos celebrado la procesión del Corpus Christi y esta noche la Eucaristía –
como personas “transformadas” .
Seamos en esta ciudad personas “como el sol, cuyos rayos lo iluminan y calientan todo”.
Contribuyamos por medio de nuestra existencia como cristianos transformada y que transforma a que nuestra ciudad experimente algo así como una “divinización”.

Amén