Homilía para el Domingo Segundo del ciclo litúrgico (B)
16.01.2000
“¿Dónde vive Dios?”
Evangelio: Jn 1,35-42
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Algunas formulaciones según Gottfried Fuchs en “Gottes Volk” 2/2000
¿Dónde habita Dios?
¿Dónde habita Él? – ¡Él, que se ha encarnado!
¿Dónde habita Él – hoy y aquí en nuestra tierra?
¿En esta tierra, que sirve de vivienda a los seres humanos, y a veces es tan inhumana?

Hay seres humanos que dicen y han experimentado manifiestamente:
Cuando en medio del ajetreo del día puedo permanecer un tiempo en la Iglesia de St. Michael,
entonces yo sé: ¡Aquí habita Dios!

Martin Buber ha intentado otra respuesta
que para muchos de nosotros es familiar:
En uno de sus “Relatos de los Chassidim” se dice:
Una vez una madre llevó a su hijo al rabí.
El rabí preguntó al joven:
“Te doy un florín,
si me dice dónde habita Dios.”
Él contestó:
“Te doy dos florines
si me puedes decir,
dónde no habita.”

Pero yo no puedo leer ni oír este relato,
sin que la pregunta de Wolfgang Borchert me interpele nuevamente:
“¿Dónde estabas tú, Dios amado, cuando las bombas rugían?...
Nosotros te hemos buscado, oh Dios,
en cada ruina, en cada cráter de granada,
en cada noche.
Te hemos llamado. ¡Dios!
¡Hemos rugido, llorado, huido hacia ti!
¿Dónde estabas tú, Dios amado?
¿Dónde estás hoy por la noche?
¿Por qué has dado un viraje de nosotros?
Dios ¿te has empotrado totalmente en tus hermosas y antiguas Iglesias?
Dios ¿no escuchas nuestros gritos a través de las ventanas reventadas?

Y también se me ocurre la desesperada pregunta creyente de Jossel Rackower, de este judío en el abrasador Ghetto de Warschau poco antes de su muerte:
“Te quiero preguntar Dios:
¿Qué debe suceder aún
para que Tú dirijas de nuevo tu rostro a nosotros?”

¿Dónde habita Dios?
Jesús da una respuesta sencillamente imaginable:
“¡Venid y ved!”
Sin aclaraciones,
sin teorías,
sin dogmas,
sin moral,
sin reglamentos...
¡Nada semejante!
En lugar de esto, la más elevada invitación personal:
“¡Venid y ved!”
¡Nadie debe creer ciegamente;
nadie debe necesitar tutela”
Cada uno y cada una,
todos deben venir y ver.
Todos deben hacer la prueba por sí mismos.

La respuesta de Jesús es tan sencilla,
que casi se podría decir: tan “simple” o tan “banal”,
que nosotros podríamos suponer,
que esta respuesta no podría seguir ayudándonos mucho a nosotros hoy;
esta respuesta se va al vacío en nuestra época “después de Auschwitz”.
Quien de nosotros ya puede creer como el judío Jossel Rackower:
“Tú lo has hecho todo para que yo no crea en Ti.
Debes pensar que tendrás éxito en apartarme de mi camino,
pero yo Te digo a Ti, Dios mío y Dios de mis antepasados:
¡No lo conseguirás!
Me puedes golpear,
quitarme lo mejor y lo más caro que yo tenga en el mundo.
Me puedes torturar a muerte,
pero yo siempre creeré en Ti.
¡Yo Te amaré siempre
incluso a despecho Tuyo!”

¿Dónde habita Dios?
¡Venid y ved!
¿También en el Guetto de Warschau?
¿También en Auschwitz?
Después de estas palabras no me atrevo ya a añadir:
¿También en las obscuras horas de mi vida?

¿Dónde habita Dios?
El que nos transmite la respuesta de Jesús a esta pregunta, informa pocas páginas después
del grito desesperado que el propio Jesús ha lanzado en la Cruz:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Por consiguiente, no es una ingenuidad,
el que el evangelista informe de la respuesta:
“¡Venid y ved!”

¿Dónde habita Dios?
Esto también significa:
¿Dónde podemos permanecer nosotros?
¿Dónde podemos llegar nosotros a ser “nosotros mismos”?
¿Dónde podemos estar –ahora y siempre?
En el Evangelio se dice:
“Fueron con Él y vieron dónde habitaba
y se quedaron aquel día con Él.”
Aquí está la sabiduría de la vida ansiada.
Aquí hay algo así como evidencia del convincente encuentro:
Hemos hallado el tesoro en el campo.
Hemos hallado al Mesías.
Hemos hecho el negocio de la vida.

Ciertamente:
¡Para los primeros discípulos no quedó todo en este único día!
Le siguieron después en lo elevado y en lo profundo,
en los días de fe entusiasmada y en los días de incomprensión;
Le siguieron hasta la Cruz –
¡No! Se apartaron de la cruz la primera vez –
hasta éste, al que se atribuye el Evangelio de hoy.
Pero finalmente anduvieron Su camino,
que también para ellos terminó “en Cruz”.

“Dónde habita Dios?
Para ser sincero –
¡yo no conozco la respuesta!
Pero probablemente sólo se pueda encontrar en verdad bajo la Cruz del Gólgota.

Amén.