Homilía para el Sexto Domingo del  Tiempo Ordinario.
Ciclo litúrgico A

16 Febrero 2014
Evangelio: Mt 5,17-37
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En los años jóvenes de vez en cuando hice en los Alpes sencillas subidas empinadas.
El grado de dificultad era ciertamente pequeño;
pero de esto dependía ser escalador .
Gracias a Dios, en los lugares que ofrecían mayor dificultad estaban sujetos a menudo cables de acero en las rocas, que daban adicionalmente apoyo y
sobre todo proporcionaban una sensación de seguridad.

Una función totalmente comparable tienen las leyes y preceptos en los caminos y puentes de nuestra vida.
Por un lado son indispensables para una vida en común ordenada de los seres humanos;
Pero por otra parte, también dan apoyo y seguridad a la persona individual:
•    Yo sé dónde estoy;
•    puedo discernir con ayuda de unas instrucciones de manejo dadas lo que hay que hacer y lo que hay que dejar,
lo que es correcto y lo que es erróneo.
•    La ley me sirve de orientación y facilita las decisiones:
•    Cada vez no tengo que buscar de nuevo fundamentos para actuar así o de otra forma.
Esto es, bajo una cierta consideración, incluso bastante cómodo:
ahorra una parte del pensamiento propio.

Jesús critica sobre todo la fijación de muchos fariseos a la Ley, pero por otras causas:
Primero, una vida estricta según la ley incita a insistir en el rendimiento propio y a creerse mejor
en comparación con los demás.
Segundo, necesita un grueso libro de la ley y aún más gruesos comentarios y con ayuda de los comentarios enderezar las leyes en ventaja propia.

Ahora Jesús no se da por satisfecho con el pensamiento legal de los fariseos y con criticar
su interpretación de las leyes.
Él elige más bien otro planteamiento básico:
configurar la vida de forma grata a Dios y
digna de un ser humano.
Pero aún antes de que Él desarrolle su idea,
rechaza el previsible ataque de Sus contrincantes,
de que Él sea un ser humano fuera de la Ley y que pisotee la Ley del Sinaí.
Él sólo dice:
“No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas.
No he venido para abolir sino para llevar a su total cumplimiento…

También quien derogue sólo uno de los más pequeños mandamientos y enseñe a hacer lo mismo a los demás, será el más pequeño
en el Reino de los Cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe a cumplirlos,
será grande en el Reino de los Cielos.”
Con lo cual Jesús desde el principio despeja
el camino de malos entendidos y falsas interpretaciones malévolas.

Después ¡se pone en marcha! Continuamente dice:
“Habéis oído que se dijo a los antiguos…
pero Yo os digo…”

En todo lo que sigue no está la Ley en el primer plano.
¡Ya no se trata siquiera de una intensificación de la Ley!
Y Jesús tampoco piensa en alguna forma de “orden religiosa”, que sólo sirve para un círculo de personas elegidas.
Más bien Jesús se vuelve a todos los que Le escuchan y ¡también a cada uno de nosotros!
Y además Él pone ante la vista en lugar de ‘párráfos’, las necesidades y las heridas de personas concretas, a las que convertimos en víctimas de nuestras acciones e incluso de nuestro pensar de forma consciente o también irreflexiva.

Que un delito de homicidio tenga que ser castigado en juicio, también es natural para Jesús:
Pero en su interior y en su dignidad ya herimos a
una persona con lo que le “echamos en cara”
a él mismo y con lo que hablamos de él delante de otros e incluso mediante lo que pensamos sobre él sin cariño y con total desprecio.
En nuestro vivir diario comunitario y recíproco
se trata sobre todo de recortar la vida a los otros
con tales métodos.

Luego tomamos mutuamente opciones vitales,
dirigiendo la guerra contra otros,
pueblo contra pueblo, grupo contra grupo
o también muy privadamente.
Aquí sólo ayuda a conseguir la paz y a reconciliarse
no dejarlo para otro día sino hacerlo en seguida.
En todo caso este servicio de la reconciliación es más importante que cualquier servicio religioso.
Por tanto si tu hermano tiene algo contra ti
entonces ¡no hagas en primer lugar el camino hacia la Iglesia!
¡Irreconciliado puedes ahorrarte inmediatamente
el servicio religioso!

También en el siguiente “pero Yo os digo…” tiene Jesús ante los ojos seres humanos que continuamente se convierten en víctimas:
En tiempos de Jesús, las mujeres en gran parte
estaban sin derechos,
y de auténtica igualdad de derechos tampoco
se puede hablar hoy apenas.
Jesús quiere que todos – y ciertamente también los discriminados– tengan vida y una vida digna
y con la mayor abundancia posible.
A esto corresponden no en último caso las relaciones felices y fiables (¡!).

Además entonces no se sabía aún nada de las relaciones sexuales distintas.
En otro caso, Jesús hubiera intercedido con certeza
por un amplio desarrollo vital de lesbianas y homosexuales.

Una última mirada de Jesús a la calidad de vida
de los seres humanos – en todo caso en el párrafo
de Su Sermón de la Montaña hoy – tiene que ver
con la veracidad de nuestras relaciones mutuas.
Experimentamos en nuestra época cómo la mucha falsedad y tanto más cómo mudos sistemas totalmente engañosos socavan y verdaderamente destruyen el derecho, la dignidad y la calidad de vida del ser humano individual y de la sociedad humana en su conjunto.
Jesús, por el contrario, se sitúa en una naturalidad sumamente sencilla:
“Que vuestro Sí, sea un Sí, vuestro No un No:
todo lo demás viene del maligno.”

Un juramento es ya un modo de complicidad con la mentira;
pues mediante él me expreso en un abrir y cerrar de ojos sobre la veracidad de aquello sobre lo que yo sino hablaría sin ton ni son.
Para Jesús es tanto más insoportable, mediante un juramento, que limita la veracidad de lo expresamente afirmado mediante juramento,
abusar también de Dios como testigo.

En un mundo a menudo tan inhumano, el Sermón de la Montaña de Jesús anuncia:
Humanidad y una vida totalmente digna son totalmente posibles,
* cuando prestamos atención no sólo a nuestra propia vida;
* cuando nosotros más bien –como Jesús mismo–
tenemos también ante la vista a los otros;
* cuando para nosotros su vida es también
querida.

La ley en nuestro mundo humanamente limitado
es a menudo irrenunciable.
¡Pero en esto Jesús valora el que la ley es para los seres humanos y no el ser humano para la ley!
Una vida humana y digna no se consigue en último término mediante la ley.
La auténtica fuerza generadora de vida es más bien el amor.
Mediante el amor tiene éxito mi propia vida porque, al mismo tiempo tiene éxito la vida de los demás.

Amén.