Homilía para el Tercer Domingo, ciclo litúrgico A
26 Enero 2014
Lectura: 1 Cor 1,10-13.17
Evangelio: Mt 4,12-23
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Jesús es un gran realista.
Ciertamente Él se preocupó mucho de esto
para formar una comunidad viva;
pero probablemente Sus propias experiencias ya Le enseñaron en el trato con aquellos, que Le seguían
a orar así al final de Su vida:
“Yo no te pido sólo por estos,
sino por todos los que creerán en Mí por su palabra.
Todos debemos ser uno sólo:
Como Tú, Padre, estás en Mí y yo estoy en Ti,
ellos también deben ser uno en nosotros,
para que el mundo crea que Tú me has enviado.”
(Jn 17,20-21)

Esta oración era más que oportuna:
Esto quedó superclaro en las primeras comunidades cristianas.
De este modo informaba el Apóstol Pablo p.e.
sobre la comunidad de Corinto,
donde había “riñas y disputas”.
Ya lo hemos oído en la Lectura de hoy.
Y hemos escuchado la amonestación de Pablo:
“Sed todos unánimes y no toleréis tensiones entre vosotros;
sed todos de un sentir y de una opinión.”
Para Pablo también está claro dónde tienen su origen
estas riñas y disputas y las tendencias a tensiones
en la comunidad:
“Cada uno de vosotros dice algo diferente:
Yo pertenezco a Pablo – yo a Apolo –
yo a Kefas – yo a Cristo –.”
Pablo objeta a esto:
“¿Está dividido Cristo?
¿También Pablo fue crucificado por vosotros?
O ¿habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?”

Pablo había formado la comunidad.
Y él pone el énfasis en señalar
que él en último término la ha construido sobre Jesucristo, es decir, sobre Cristo crucificado.
Esto lo subraya Pablo con mucha agudeza.
Con ello quiere dejar claro:
Con la misma intransigencia con la que Cristo toma partido por Su mensaje del Reino de Dios,
Pablo toma partido por Jesucristo y por Su mensaje:
¡Cristo! ¡Y nada ni nadie más!

Seguidor de Pablo como director de la comunidad de Corinto era este Apolo, cuyo nombre lo hemos escuchado precisamente en la Lectura.
A diferencia de Pablo tenía, diríamos, una formación ‘moderna’ y ‘de mundo’.
Sobre todo era –precisamente a diferencia de Pablo–
un predicador sobresaliente, instruido retóricamente.
Por tanto, Jesucristo y Su mensaje cayeron fácilmente en las sombras de éste que Le anunciaba.

Hoy las cosas no son diferentes:
Jesucristo no llena tan fácilmente las Iglesias,
sobre todo si el párroco no es un predicador ‘genial’.
Pero si se anuncia un famoso teólogo y brillante predicador, entonces también hoy se llena la Iglesia.
Posiblemente Pablo también hoy preguntaría:
¿Sois bautizados por teólogos como Küng o Drewermann?
¿Se trata verdaderamente de Cristo y Su mensaje?
O ¿es más importante para vosotros el ‘embalaje’
de este mensaje?

Me llama la atención que todas las escisiones de la Iglesia de Jesucristo estén unidas muy estrechamente a los nombres concretos de los predicadores, teólogos o reformadores:
P.e. Arrio dio su nombre a los arrianos. Lutero a los luteranos.

Incluso quizás se podría decir que la miseria ha comenzado ya con lo que hoy relata el Evangelio,
con la vocación de los primeros discípulos.
Naturalmente Jesús necesitaba para Su misión colaboradoras y colaboradores.
Naturalmente eran entonces y son hasta el día de hoy
de personalidades muy diferentes según el temperamento, carácter y capacidades.
Jesús se esforzó con fuerza para que este variopinto grupo formase una comunidad de hermanos y hermanas.
Esto Le salió bien en una medida sorprendente.

Sin embargo los diferentes ‘tipos’ de Apóstoles
han fundamentado muy diferentes tradiciones religiosas por su modo personal de anuncio
en diferentes culturas.

Aunque ciertamente los comienzos de la larga historia religiosa hoy no están históricamente documentados en todos los detalles,
las diferencias son evidentes:
Según la tradición, p.e. Santiago ha grabado la fe en Jerusalem,
Marcos en Egipto,
Tomás en Indias,
Pablo en el mundo helenístico y
Pedro a su modo en Roma.

También hubo desde el principio enfrentamientos
y riñas.
Ya muy pronto, p.e. Pedro y Pablo perdieron los estribos con dureza cuando se trató de la cuestión
de si los nuevos cristianos tenían que ser circuncidados antes de su Bautismo.

Es totalmente fascinante ver como ambos a pesar de las diferencias fundamentales de opinión y a pesar de la dura riña entre ambos y con el conjunto de la Iglesia temprana buscaron y hallaron soluciones constructivas.
En esto jugó un papel importante el llamado Concilio Apostólico (cf. Gal 2; Hch 15).
El compromiso de este primer Concilio no condujo
a la conclusión definitiva de la controversia.
Pero fue definitivo que los ‘viejos-Apóstoles’ conocieran y reconocieran también la actuación
del Espíritu Santo en el anuncio de Pablo a los ‘gentiles’.
También fue decisivo que ellos sellaran
este conocimiento mediante el apretón de manos como signo de comunión.

También nosotros podemos aprender algo para nuestra época del modo como entonces la gente decisiva de la Iglesia primitiva trató un conflicto
tan fundamental:
*    En lugar de juzgar, se trata de buscar el diálogo mutuo, aunque a veces sea laborioso.
*    Diferentes pronunciamientos de la fe no tienen que contraponerse de ningún modo a la propia fe y a la unidad de la misma.
*    Desde el principio se ha dado en la Iglesia el ‘pluralismo’;
por tanto, la multiplicidad en la unidad no es ninguna contradicción en sí misma.
*    Es importante que nadie que anuncie la fe se malinterprete a sí mismo como fuente de fe;
fuente de fe es sólo Jesucristo.
*    Lo decisivo es la comunidad fraternal por encima de todas las diferentes tradiciones, culturas y pronunciamientos.   
 
Esta imagen ‘colorista’ de la Iglesia no es ningún signo de pobreza y debilidad;
muy por el contrario expresa la riqueza y fortaleza de la Iglesia.
Gracias a Dios esta comprensión gana hoy cada vez más terreno.
Sólo en el segundo plano de esta comprensión, tiene el ecumenismo alguna posibilidad;
sólo en el segundo plano de esta comprensión
ha alcanzado el esfuerzo por el ecumenismo enormes avances en los últimos 100 años.
En el segundo plano de este conocimiento
también podemos nosotros pensar, actuar y vivir ecuménicamente como individuos y como grupos.

Amén.

                                                                                                www.heribert-graab.de
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