Homilía para el Domingo de Cristo Rey,
último domingo del ciclo litúrgico A

20 Noviembre 2011
Lectura: Ez 34, 11-12.15-17
Evangelio: Mt 25,31-46
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Todavía hoy rodea a los reyes un cierto hálito romántico.
Pero ¡tampoco más!
Como gobernantes políticos han cumplido
su finalidad o también están aislados en el papel
de dictadores modernos.

Por consiguiente, cuando nosotros cuestionamos
el sentido de la fiesta de Cristo Rey,
tenemos que mirar a los que hoy han emprendido el seguimiento de los antiguos reyes:
A los presidentes de estados y de ministros y a todos los políticos que nos gobiernan y que determinan el destino del mundo.
Pero actualmente no tienen la mejor reputación.
Con frecuencia se oye el sarcástico dicho:
“Se puede meter a todos estos políticos en un saco y removerlo – siempre se acierta”.

Probablemente tampoco en la “edad dorada”
el emperador y los reyes eran de otra manera
que hoy:
De Cristo, Rey y Señor del mundo, se puede obtener en todas las épocas una imagen en contraste con la realidad política experimentable.
Expresado de otra forma:
El Reinado de Cristo o el “Reino de Dios” en referencia al “poder de Dios” es alternativo a todo poder humano imaginable.

Jesús eleva esta “radical” alternativa a programa,
Cuando dice a Sus discípulos:
“Sabéis que los que son tenidos como gobernantes,
oprimen a sus pueblos y los poderosos hacen un mal uso de su poder sobre los seres humanos.
Entre vosotros no será así, sino que quien quiera ser grande entre vosotros,
tiene que ser vuestro servidor
y quien quiera ser el primero entre vosotros
debe ser el esclavo de todos.
Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido para ser servido sino para servir
e incluso para entregar su vida como rescate por muchos.” (Mc 10,42-45)

El propio Jesús se comprende totalmente como “Rey”.
Lo hemos escuchado en el Evangelio.
Pero Él interpreta la imagen de Rey mediante la imagen de Pastor.
Por consiguiente, es absolutamente legítimo que la Iglesia haya elegido el discurso del Pastor de Dios en Ezequiel como Lectura veterotestamentaria para el “Domingo de Cristo Rey”.
El propio Jesús dice:
“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por sus ovejas.
Pero, el asalariado, que no es pastor,
a quien no pertenecen las ovejas,
las deja en la estacada y huye
cuando ve que viene el lobo
y éste hace presa de ellas y las dispersa.”
(Jn 10,11-12)

Aquí está de nuevo la “alternativa”,
la alternativa del pastor asalariado,
por consiguiente, la alternativa de los políticos
de Su tiempo y probablemente de los poderosos
de todos los tiempos.
La última consecuencia de esta alternativa es incluso entregar la vida por aquellos que se le han confiado a uno.
Pero en la praxis es decisivo lo que precede a esta última consecuencia:
¡El servicio sin reservas a los demás!
Escuchemos otra vez la Lectura:
    El Pastor “se preocupa” por las ovejas.
    Él las conduce a los pastos.
    Él las deja descansar.
    Él busca a los animales extraviados.
    Él acompaña al redil a las espantadas.
    Él venda a las heridas.
    Él fortalece a las débiles.
    Él guarda a las sanas.
    En resumen. Él cuida de todas ellas.

Ciertamente esto lo ha vivido el mismo Jesús:
    Él se ha preocupado por las personas en todas sus necesidades.
    Ha saciado a los hambrientos y ha apagado la sed de los sedientos.
    Él ha cuidado de que Sus discípulos y todos los que con frecuencia estuvieron todo el día de viaje para escucharle, encontraron también su descanso.
    Él se volvía hacia aquellos que eran considerados como pecadores, como “perdidos”, a menudo con escándalo de los aparentemente justos.
    Él busca a los marginados para integrarlos.
    Él cura a los enfermos y frágiles.
    Él se preocupa de todos y entiende Su vida como servicio a los seres humanos.

Su discurso sobre el Juicio Final, el Evangelio de este domingo de Cristo Rey, deja claro cómo
Él ve el sentido de nuestra vida en el servicio a los demás, por consiguiente el criterio de Su juicio sobre nosotros es única y exclusivamente el servicio al prójimo:
“Lo que hagáis por uno de estos mis más pequeños hermanos (y hermanas), por mí lo hacéis.”

Por eso es consecuente, que Jesús, al final de Su vida terrenal, instituya el Sacramento del Lavatorio de pies, que, según el Evangelio de Juan, es idéntico al Sacramento de la Eucaristía, que celebramos juntos domingo tras domingo.
Este Sacramento es, por así decirlo, el “Logo”,
la marca característica del Reinado de Cristo.

En este sentido debemos y podemos todos nosotros ser “reyes”.
Según este criterio debiéramos siempre elegir a todos los pequeños y grandes “reyes”,
que quisieran configurar como políticos el destino de nuestro país y del mundo.

Amén.