Homilía para el Domingo Trigésimo Tercero
del ciclo litúrgico A

13 Noviembre 2011
Evangelio: Mt 25,14-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
A primera vista parece que es atractivo establecer una conexión entre el Evangelio y la actual crisis financiera.
Pero en la parábola de los talentos,
por una parte, no hay mucho más que el hecho de que ya entonces existía la profesión de banquero
y, por otra parte, que es su tarea natural manejar
el dinero confiado de forma responsable.

El deseo de Jesús va en otra dirección:
Él trata de la “vigilancia” en esta época,
que Él y aún más el Evangelista comprenden
como “tiempo final”.
De acuerdo con esto, Mateo empalma inmediatamente esta parábola de los talentos con
la de las vírgenes prudentes y necias.

El tema de la “vigilancia” atraviesa, como un hilo rojo, la liturgia de los últimos domingos del ciclo litúrgico anual y también el primer domingo del nuevo año, es decir, de Adviento.
El “final” del año litúrgico se corresponde simbólicamente con el “final de los tiempos”
que se ha producido con Cristo
y que reta a la “vigilancia”.

Por consiguiente, tres impulsos para ello:
En primer lugar, la parábola dice.
Vigilancia es claramente más que sólo esperar
y también claramente más que esperar atento.
Se trata más bien de una apuesta comprometida,
en la parábola por los intereses del señor ausente,
en sentido figurado por el “Reino de Dios”,
es decir, por este mundo para que sea cada vez más un mundo humano, que esté marcado a fondo
por lo que es la esencia de Dios:
por Su Amor, por Su Justicia, por Su Verdad.
Hay que abogar por esto con toda fuerza y  perseverancia.
Por consiguiente, Jesús también aparta de nuestros labios dichos tan frustrantes como:
“¿Qué puede conseguir gente como nosotros ya aquí?”
“¡En todo caso aquí ya no se puede cambiar nada!”

En segundo lugar, en esta parábola se trata también de la enérgica objeción de Jesús contra la pusilanimidad de tantos cristianos piadosos y ortodoxos.
El tercer criado de la parábola no es condenado a consecuencia de su fracaso.
La crítica de Jesús se dirige contra su pusilanimidad:
A consecuencia de su temor de hacer algo equivocado,
no hace nada y entierra el talento que le fue entregado.
Por consiguiente, se critica a todos aquellos para los que la seguridad es más importante que el deseo de Dios y Su misión en este mundo.
Ciertamente quien sólo piensa en estar ante el Juez divino como justo equivoca la voluntad de Dios.
Naturalmente esta crítica vale tanto más para todos aquellos:
*que quieren corresponder de la forma más precisa posible a la autoridad de la Iglesia.
*para los que las notificaciones eclesiales son más importantes que el Evangelio,
*los que renuncian a su propio pensamiento,
*desconectan la propia conciencia
*y no por eso no hacen con gusto nada
como emprender con coraje,
lo que en una situación concreta
se reclama de ellos como cristianos.
No se trata sencillamente de conservar la fe.
Más bien se trata de vivir la fe en cada situación y
de emplearla adecuadamente.

En tercer lugar, la parábola aborda lo que los teólogos llaman el retraso de la parusía.
Los primeros cristianos esperaban la llegada
del Señor pronto – en todo caso en su vida mortal.
En esta espera se decepcionaron-
como muchos de nosotros también estamos decepcionados porque Dios no está aquí,
cuando nosotros creemos que Le necesitamos,
que Él en todo caso calla.
En una canción moderna para la Ascensión de Cristo se dice.
“¡No miréis hacia arriba! El Señor está entre nosotros.”

Uno de mis compañeros ha titulado su homilía
para este domingo con el título del libro de Hape Kerkeling: “Estoy ausente”
En la parábola se dice sencillamente:
“Después se fue de viaje."
Es la situación de nosotros los cristianos después de la Ascensión de Jesús.
Alguien puede decir:
Él nos ha dejado solos.
Nosotros nos tenemos que abrir paso solos –aparentemente sin Él- a través de los problemas de nuestra vida totalmente personal y también a través del caos político de una crisis financiera.

Pero también se puede decir:
Dios nos ha confiado algo: ¡Vosotros creáis esto!
Él nos trata como hijos que han crecido y, de algún modo, están sobre sus propios pies y tienen que tomar en las manos su propia vida con todos sus desafíos.

Con este fin, Jesús quiere alentarnos con Su parábola.
Y también da por seguro que no hemos olvidado todo lo demás que Él nos ha enseñado en Su Evangelio:
“Estad seguros: yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”
*Esto también es válido cuando no percibimos Su presencia.
*O pensamos en el don del Espíritu Santo,
que Él nos ha prometido en Su discurso de despedida,
*o como Él ha enseñado a Sus discípulos y nos ha enseñado también a nosotros  orar.
El propio Jesús ha vivido de la oración y continuamente ha sacado de ella la fuerza para Su vida y Su compromiso, incluso en el camino hacia el Gólgota.

También Le podemos seguir en esto y así experimentaremos –como Él- :
Que Dios mismo no está muy lejos,
aunque no percibamos Su cercanía.

Amén