Homilía para el Domingo Trigésimo Segundo
del ciclo litúrgico A

6 Noviembre 2011
Lectura: Sb 6,12-16
Evangelio: Mt 25,1-13
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La homilía vuelve a las sugerencias del “Magnificat”, Noviembre 2011. Las citas están reproducidas con comillas.
Se debía mirar a las personas con buenos ojos-
de esto ya he hablado con mucha frecuencia.
Entonces se descubren los lados simpáticos y también se experimenta con frecuencia un enriquecimiento personal;
prescindiendo de que la comunicación se simplifica esencialmente, cuando se mira a los otros con buenos ojos.

 Lo que es válido para el encuentro con las personas en particular no es menos válido para la comunidad de diferentes religiones y cosmovisiones.
Mirar, por ejemplo, al Islam con buenos ojos o también a las filosofías actuales y a los modelos de interpretación del mundo y de la vida humana,
puede ser manifiestamente enriquecedor y fomentar enormemente el aprecio mutuo.

El pluralismo religioso e ideológico no es en absoluto un fenómeno de nuestro tiempo.
Algo así ya se refleja en los escritos del
Antiguo Testamento, sobre todo en la literatura saapiencial, de la cual es elegida la Lectura del domingo actual.

El Libro de la Sabiduría procede de la diáspora judía de Egipto y surgió en el siglo primero antes de Cristo, probablemente en Alejandría.
Esta ciudad era uno de los centros más famosos
de la sabiduría helenística.
En esta ciudad tan multicultural y religiosa se dio una “cultura característica” dominante: la griega.
La sabiduría griega y la filosofía griega, las ideas griegas de ética y la formación griega determinaron el pensamiento y la vida de los alejandrinos.
¿Podían persistir en este ámbito determinado
por el espíritu de la época, las tradiciones religiosas de Israel?
Hoy se diría:
Abandonaron sus comunidades.

El autor del libro de la Sabiduría trata de demostrar ahora que en todas las diferencias entre el pensamiento bíblico y griego hay, sin embargo, cosas en común convincentes.
La “sabiduría” griega y la “justicia” griega
son hermanas.
“Bíblicamente no hay que separar la sabiduría
de la instrucción, pues la sabiduría es aquel don divino que ayuda a los seres humanos a una vida
en justicia.”

El autor del libro de la Sabiduría apuesta totalmente por las tradiciones judías de la fe.
Pero, al mismo tiempo, descubre de forma valiente, creativa y “con buenos ojos” lo que une a la fe tradicional y  la moderna filosofía helenística.
Deja claro a sus angustiados hermanos y hermanas en la fe:
“Si nosotros conocemos y amamos nuestras propias tradiciones, no necesitamos repeler y desvalorizar de forma temerosa-agresiva los tesoros de las otras.
Podemos entablar diálogo unos con otros.
Podemos aprender unos de otros.”

También nosotros y tanto más nuestra Iglesia
nos inclinamos a menudo en buscar y hallar
en la “sabiduría” de los otros sobre todo
el error dogmático y a difamarlo como herejía.
Por el contrario, si mirásemos “con buenos ojos”,
con seguridad descubriríamos también –de forma semejante a la del libro de la Sabiduría- lo que une y más allá incluso, puntos de vista que abren nuestra propia fe a la época actual y así la vivificarían y profundizarían.
También la “sabiduría” de nuestra época nos puede abrir el acceso al Dios viviente, del que la propia sabiduría dice en el libro de los Proverbios:
“El Señor me creó al principio de su camino,
antes de sus obras en el tiempo primordial…
Cuando asentó los cielos, allí estaba yo…
Cuando asentó los cimientos de la tierra,
yo estaba allí con Él como hijo amado.
Yo era su alegría día tras día
y jugaba ante Él en todo tiempo…
Y mi alegría era estar con los seres humanos.”
(Prov 8,22-31)
Silencio

También en el Evangelio se trata de “sabiduría”,
de la sabiduría de los seres humanos-
en contraste con toda la necedad humana,
que nos sale al encuentro día tras día
y de la que nosotros mismos tampoco nos podemos declarar inocentes.
En una interpretación muy amplia de la parábola
de las vírgenes prudentes y necias se trata sobre todo de la palabra punitiva del novio en referencia  a las mujeres necias:
“¡No os conozco!”

Como amonestación para todos nosotros
se dibuja la imagen del Juez vengador,
que, de forma irrevocable, cierra la puerta de la sala del banquete de bodas, es decir, del “paraíso”, del Reino de Dios plenificado.
Muchos creyentes cristianos se preguntan:
¿Es este Juez verdaderamente el Dios misericordioso que se manifiesta en la filantropía de Jesús?
Precisamente la sabiduría del Presidente anterior de la Unión Soviética, Michail Gorbatschow, nos ayuda a una nueva comprensión de este texto con la proverbial expresión de sabiduría
“¡a quien llega demasiado tarde, la vida le castiga!”
Detrás se oculta la experiencia de que,
por regla general, la propia necedad trae consigo consecuencias y que de ello no es responsable ni Dios ni nadie sino sólo y únicamente el propio “loco”.

Esta “sabia” interpretación (en alemán “Tor” significa puerta y necio) referida al destino de las mujeres necias de la parábola deja espacio para la esperanza confiada de que incluso los “necios”,
que son castigados por las consecuencias de su propia necedad, finalmente hallen seguridad en la misericordia de Dios.
Amén.