Homilía para el Domingo Trigésimo del ciclo litúrgico A
23 Octubre 2011
Lectura: Ex 22,20-26 y Col 3,12-15
Evangelio: Mt 23,34-40
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Amor: después de esto todos nosotros lo ansiamos.
Amor: ¡Esta es una palabra muy grande y
una exigencia enormemente elevada!
¿Cómo podemos vivir el amor en nuestra pequeña vida diaria?

¿Cómo nos ayuda un billete de 500 euros
si queremos comprar pan?
Del mismo modo que en la vida diaria tenemos que cambiar este billete de 500 euros en billetes pequeños y monedas, así necesitamos en la vida diaria el “dinero de bolsillo” del amor.

En la Lectura paulina de la Carta a los Colosenses
tenemos ante nosotros algo así como una
“oficina de cambio” bíblica.
Aquí Pablo nos ofrece claramente billetes más pequeños e incluso éstos a veces son aún demasiado grandes para nosotros:
Se habla aquí de la misericordia sincera y de la bondad, pobreza, dulzura y paciencia.
Soportarse mutuamente ya es mucho;
y perdonarse unos a otros aún mucho más.
Hoy Pablo quizás añadiría aún:
¡Tomaos tiempo unos para otros,
buscad el diálogo y escuchaos unos a otros,
estad atentos y ayudaos mutuamente,
si uno necesita  al otro!

Así, por la gran palabra del amor, son practicables diariamente aquellas virtudes, que hacen posible
la vida en común de los seres humanos,
nuestra vida en común en el matrimonio y la familia,
en el vecindario y en los círculos de amigos,
entre colegas.

Silencio

También la primera Lectura del domingo actual
es una “oficina de cambio” del amor.
Aquí se trata de la concreción del amor político y social.
En primer lugar entre los que desaprovechamos
si no podemos ayudar, están los extranjeros,
los inmigrantes, sobre todo los refugiados;
también llamados refugiados económicos, trabajadores extranjeros  y finalmente víctimas
de la trata de seres humanos.

Acto seguido son expresamente mencionadas las viudas y los huérfanos.
Ciertamente, Dios escucha sus gritos de queja y
“se encoleriza”.
En la actualidad probablemente se mencionarían en el libro del Éxodo las madres solteras y sus hijos.

Finalmente, en la última parte del texto de la Lectura se trata de los pobres y de su explotación mediante intereses abusivos de “usureros”.
De forma predominante se dan entre nosotros intereses abusivos de modo usual
en el más o menos ilegal negocio de los préstamos.
Pero si los bancos por su propia seguridad,
exigen la solvencia necesaria a los pobres
-¿a quién si no?, no pocos son arrojados en los brazos de los “usureros”.

Debíamos reflexionar alguna vez sobre
cómo se tendría que formular en nuestra época
la siguiente frase del libro del Éxodo:
“Si tomas en prenda el manto de tu prójimo,
se lo devolverás al ponerse el sol;
pues es su única cubierta, el abrigo,
con el que cubre su cuerpo.
¿En qué va a dormir él si no?”
Silencio

A veces puede ser difícil actualizar para nosotros hoy textos bíblicos sobre la necesidad de las personas de entonces.
Pero se trata de si podemos ver en la Sagrada Escritura un hilo conductor también para nuestra vida de hoy.

También puede ser difícil interpretar un texto
como éste no sólo para el servicio social
a los pobres en particular, sino además para criterios de ayuda para el desarrollo de todos los pueblos,
que se hunden en la miseria y en el hambre.
Y tanto más difícil es y probablemente muy complicado crear una referencia entre este texto
y el comercio con empréstitos estatales a países endeudados, pero también verdaderamente pobres.
En todo caso yo haría con gusto que esta lectura fuera obligatoria para todos los banqueros
y para los ministros de finanzas en sus negociaciones en Bruselas.

Silencio

En todo esto no se trata de nada diferente que del amor al prójimo en pequeña moneda para el vivir diario social y político.
Pero ¿esto que tiene que ver con el amor al prójimo que Jesús menciona en primer lugar en el Evangelio?
Nuestra traducción del texto dice:
El amor Dios y el amor al prójimo son “igualmente importantes”.
En el texto primitivo griego se dice:
El amor a Dios y el  amor al prójimo son “homoia”.
Homoios (referente a homoia) se puede traducir ciertamente por “igualmente importantes”;
pero también por: “semejantes” o “iguales” o incluso por “idénticos”.
Y a mí me parece que “idénticos” es la traducción correcta.
Recuerden el discurso del Juicio Final de Jesús:
“Lo que hicierais con uno de mis hermanos más pequeños, Conmigo lo habéis hecho.” (Mt 25,40).
Por consiguiente no es igualmente importante, ¡como si a Mí me lo hubierais hecho!
No: “¡Esto me lo habéis hecho a Mí!”
¡Quien ama a los pobres prácticamente ama a Dios!
Y también al contrario:
¡Quien ama a Dios verdaderamente no puede hacer otra cosa que amar también al prójimo!
¡No se puede dar una cosa sin la otra!

Amén.