Homilía para el Domingo Vigésimo
del ciclo litúrgico A
14 Agosto 2011
Lectura: Is 56,1.6-7
Evangelio: Mt 15,21-28
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La homilía fue pronunciada durante una semana de Ora-et-Labora en el castillo para la juventud de
Neuerburg.
En Colonia hay un monumento bastante discreto, que verdaderamente anima a la reflexión:
Bajo el Rhin, en el barrio Martin está la “columna Schmitz”, que explica a los transeúntes el origen de la familia Schmitz, que hoy llena muchas páginas en el listín telefónico de Colonia.
Allí, donde hoy está la columna Schmitz se encontraba, en tiempos de los romanos, el puerto de la ciudad.
Y en el puerto se reunían los legionarios romanos
con rubias muchachas de los ubier*.
Ellos son los antepasados de la familia Schmitz.

Este monumento indica:
Colonia es desde siempre una ciudad multicultural.
En el transcurso de la historia se han encontrado allí personas de muy diferente origen y distintas culturas.
Todos ellos han realizado su –no sólo- aportación genética a la actual burguesía de Colonia.
Todos ellos han marcado esta ciudad como una ciudad multicolor, liberal y abierta,
aunque a veces contra muchas resistencias.

Imágenes como “castillo”, “fortaleza” o “bastión” significan por el contrario una sociedad cerrada contra todos los advenedizos y extranjeros-
o precisamente también una Iglesia encerrada en sí misma.

Ya después del exilio babilónico, hubo en Israel enfrentamientos fundamentales de los que regresaron entre un “partido-castillo” y un “partido-columnas Schmitz”:
El partido-castillo tendía a deslindarse de los extranjeros.
Ciertamente, después de mucho tiempo en el extranjero, se trataba de reforzar de nuevo la propia identidad en la fe.
Isaías –denominado Trito Isaías–, es decir, el “tercer Isaías” defiende la postura opuesta:
Quien cree en Dios y vive según Sus enseñanzas,
puede y debe pertenecer al pueblo de Dios, independientemente de que sea por su origen judío,
o se haya adherido como pagano a los que regresan,
o que descienda de un matrimonio mixto de la época del exilio.

Un “partido-castillo” y un “partido columnas Schmitz”, también lo hubo mucho más tarde, en el cristianismo primitivo:
Los unos se aferraron estrictamente a que alguien, que quisiera pertenecer a Cristo tenía que declararse ante todo a favor del judaísmo por medio
de la circuncisión y de la fidelidad a la Ley.
Los otros, Pablo a la cabeza de todos, abrieron las comunidades cristianas desde el principio a creyentes procedentes del paganismo.

El propio Jesús –lo hemos escuchado en el Evangelio– dio un cambio:
En principio, Él estaba convencido de que el Padre sólo lo había enviado a los hijos de Israel.
¡Pero después aprende!
Y Su “maestra” es precisamente una siro-fenicia,
es decir, una extraña, una extranjera y no judía.
Ella Le pide a Jesús que cure a su hija y recibe una respuesta tajante:
“No es justo quitar el pan a los hijos y echárselo a los perros.”
Pero esta mujer no cesa y reacciona de forma sorprendentemente aguda:
“¡Sí, tienes razón, Señor!
Pero incluso los perros reciben los restos de pan
que caen de la mesa de sus amos!”

La fe de esta mujer desarma y despierta en Jesús una nueva comprensión y Le mueve a una rectificación.
Aunque también ahora para Él Israel esté en primer plano, desde este momento Le queda claro:
Él es enviado por Dios para la salvación de todos los seres humanos y para todos los pueblos y para todas las religiones.

Por consiguiente, la Sagrada Escritura ilustra por completo lo difícil que era y es para las personas de todas las épocas, abrirse invitando también a los extraños a integrarse en nuevas y desacostumbradas formas de vida.
Pero, al mismo tiempo, atestigua desde Isaías, pasando por Jesús de Nazaretht hasta Pablo:
  • ¡Dios es el Dios de todos los seres humanos!
  • ¡Como hijos de Dios y como Sus criaturas somos entre nosotros hermanas y hermanos!
  • La Iglesia sólo puede ser la Iglesia de Jesucristo como una Iglesia abierta y atractiva.
Por consiguiente, si nosotros transformamos un viejo bastión de Neuerburg en un solarium abierto y que invita al encuentro, entonces estamos actuando correctamente.
Y después debíamos también reflexionar sobre el trabajo realizado con la mirada puesta en el significado transmitido para la configuración de la sociedad y de la Iglesia.

Amén.

* Los ubier eran una tribu de los germanos, que estaban asentados en el Rhin y en los alrededores de la actual Colonia, cuando los romanos ocuparon este territorio.