Homilía para el Domingo Décimo
Noveno del ciclo litúrgico A
7 Agosto 2011
Lectura: 1Re 19, 9ab. 11b-13a
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La homilía se refiere al contexto de la Lectura:
1Re 18 y 19 1-13.
Vivimos en una época de “eventos”.
El “gran show” convoca a centenares de miles de personas.
Piensen ustedes en las “luces de Colonia”.
O piensen ustedes también en la “parada del amor” de Duisburg, que por la impudencia del acontecimiento costó la vida a veintiún jóvenes.

Pero ya se dieron imponentes acontecimientos en tiempos bíblicos.
Este profeta Elías, del que hoy se trata en la Lectura, había escenificado ante los acontecimientos descritos allí, un evento así:

Él quería conducir al pueblo idólatra de Israel con un gran espectáculo ante los ojos, a que sólo había un Dios verdadero – Yahwe.
Mandó que todo el pueblo se reuniese
en la ladera del monte Carmelo
- también a los sacerdotes de Baal y de la diosa de la fertilidad Aschera.
Mandó construir un altar para los ídolos de los sacerdotes de Baal y preparar un toro como víctima.

Él hizo lo mismo para Yahwe.
Y después comenzó el gran Show:
Los sacerdotes idólatras oraron para que su “dios” quisiera aceptar la víctima.
No sucedió nada.
Elías invocó el nombre de Yahwe y, simultáneamente cayó fuego del cielo, que consumió
al toro-víctima y todo el altar.
Naturalmente no sabemos lo que entonces realmente sucedió.
En todo caso, Elías con su espectáculo consiguió que la masa jubilosa gritara muy fuerte: “¡Yahwe es Dios! ¡Yahwe es Dios!”
Y todo terminó en un linchamiento:
Más de cuatrocientos sacerdotes de Baal fueron matados.
Elías no se sentía muy inocente de ello.
Y pronto tuvo él mismo que temer por su vida.
Círculos influyentes de la Reina madre Jezael
le amenazaron de muerte.
Sin embargo, el verdadero motivo de la huída era su decepción:
El júbilo por Yahwe se extinguió pronto;
Los cultos de Baal conservaron su superioridad-
a pesar de todos sus esfuerzos.
Elías frustrado se dirige a Dios:
“¡Señor, ya es suficiente. Toma mi vida!
Tampoco soy mejor que mis antepasados.”
En mi enfrentamiento con los cultos de Baal
yo no he conseguido más que ellos.

Pero Dios no aceptó el deseo de Elías de morir.
Los ángeles le ayudaron con pan y agua a sobrevivir.
Finalmente llega al monte de Dios, al Horeb.
Y es aquí donde se sitúa el relato de la Lectura de hoy.
En el Horeb, Dios mismo se aparece a Elías.
Con el fondo de lo precedente, esta aparición de Dios se convierte en una obra didáctica no sólo para Elías.
Dios no se apareció en la “fuerte y dura tormenta, que rompió las montañas y quebró las rocas”.
Tampoco estaba Dios ni en el terremoto ni en el fuego.
Una “suave y silenciosa brisa” se convirtió en signo de la presencia de Dios; y en el silencio de este suave soplo de viento percibió Elías la Palabra de Dios, el mensaje.

¡Estruendos teatrales y grandes acontecimientos no son cosa de Dios!
Tampoco aparece Él, en impresionantes fenómenos naturales.
Yahwe actúa sin hacer ruido y en escondido.
¡Y Su Palabra es decisiva!

El propio Elías había experimentado lo poco duraderos que son los acontecimientos fantásticos con carácter de espectáculo.
Ahora tenía que cuestionarse si en el Carmelo verdaderamente Dios mandó fuego del cielo, o si él, el propio Elías era el auténtico animador del espectáculo.

La aparición de Dios en el Horeb marca un momento crucial en la historia de las religiones:
Dios no se manifiesta en sucesos de la naturaleza.
Tanto más Dios no es parte de la naturaleza.
Dios es como Espíritu más bien transcendente a la naturaleza.
Él se manifiesta en la voz que dirige al ser humano.
Él se manifiesta en Su Palabra.

También para nosotros hoy este conocimiento se superó no hace mucho tiempo.
El Dios transcendente es también para nosotros todavía un problema.
Nosotros veríamos con mucho gusto que Dios se manifestase de la forma más posiblemente sensorial y en todo caso inequívocamente o de modo demostrable.
Su voz suave no la oímos con demasiada frecuencia o, en general, no la podemos percibir por todo el “ruido” de nuestra vida.

Dios, mediante Su Encarnación en Jesucristo, nos sale al encuentro de una forma ciertamente lejana.
Pero también dice Jesús:
“Esta generación es malvada. Exige un signo, pero no se le dará otro que el signo de Jonás.” (Lc 11,29).
También al encuentro con Jesús se llega finalmente por la Palabra que Dios pronuncia a través de Él.
Él mismo es la Palabra de Dios,
que vino al mundo,
pero este mundo no le conoció (y no le conoce).

La historia de Elías sugiere la reflexión sobre los “eventos religiosos”.
¡Nada en contra de los “días católicos”!
¡Y tanto más nada en contra del JMJ!
Estos pueden abrir aquí y allí una puerta a la fe.
Pero ¿cuánta es su duración?
Los coros a Benedicto se extinguen con rapidez.
El entusiasmo se evapora.
Y después depende de escuchar de nuevo en la vida diaria, la suave voz de Dios en medio del ruido.

Amén