Homilía para el Décimo Cuarto Domingo del ciclo litúrgico A
3 Julio 2011

Lecturas: Za 9,9-10 y Rom 8,9.11-13
Evangelio: Mt 12,25-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Evidentemente uno puede predicar una homilía marcadamente piadosa y edificante sobre cada una de las tres Lecturas.
Y con seguridad sucede esto hoy también en muchos púlpitos.
Pero, a mi juicio, rehuimos el verdadero sentido de la Lectura de Zacarías,
cuando dejamos de lado la situación concreta
de guerra y de violencia hoy en nuestro mundo.

Naturalmente no pocos en la Iglesia dicen:
Este Rey de Paz, al cual Jesús se refiere expresamente en Su entrada en Jerusalem,
este Rey de Paz es el Rey del Reino de Dios consumado al final de los tiempos.
Para las cuestiones políticas actuales no es apropiado.

Una interpretación así del texto, referida exclusivamente al final de los tiempos,
me recuerda un fatal desarrollo en la antigua Iglesia:
En algún tiempo era frecuente
recibir el Sacramento de la Reconciliación
en el lecho de muerte.
Sobre todo los poderosos del mundo cuidaban esta costumbre.
Así podían tranquilamente actuar según la llamada “razón política”,
seguir su política de poder y entregarse al oficio de la guerra.
En la faz de la muerte hacían las paces con Dios.

Detrás de esta praxis se halla el convencimiento
de que en el mundo, tal como es,
y tanto más en la política no se podría vivir
según los ideales de la Biblia-
según el Evangelio de Jesucristo y sobre todo
de ningún modo según Su Sermón de la Montaña.

Personas con una actitud fundamental así
con frecuencia se tienen por verdaderos “realistas”.
Dicen:
En nuestro mundo valen sólo principios como:
“¡El poder camina delante de la razón!” y
“¡Si quieres la paz, prepara la guerra!”
Otras posturas son rechazadas por ellos como utopías o exaltaciones idealistas.
Y quien de los llamados “realistas” se comprende como cristiano creyente, espera un mundo de justicia y de paz en el Reino de Dios al final de los tiempos.

La Sagrada Escritura tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento tiene de forma inequívoca otra comprensión del “realismo”.
Jesús mismo anuncia el Reino de Dios como una realidad que despunta ya aquí y ahora –
por consiguiente, como realidad.
Él envía a Sus discípulos a esto que ya despunta,
aunque todavía no es el Reino de Dios consumado,
no sólo para anunciarlo sino para vivirlo también
de forma totalmente real.

Mediante Sus profetas, en el Antiguo Testamento
Dios exige de su pueblo y de los poderosos y reyes que renuncien no sólo a la fuerza y a la guerra política, sino también que no hagan alianzas con los vecinos poderosos y guerreros.

Sólo un único ejemplo de los muchos que se podrían poner:
“¡Ay de aquellos que bajan a Egipto a hallar ayuda
y se fían de los caballos,
que se confían a la cantidad de sus carros
y a los jinetes numerosos.
Pero no miran al Santo de Israel
y no preguntan al Señor.” (Is 31,1)

Esta forma de alianza política y la confianza en el armamento y la fuerza militar lo señala Isaías acto seguido como un crimen.
Todos los que practican una política así fracasarán:
El protegido Israel perecerá con su gran protector Egipto.

En una descripción del Rey de la Paz enviado por Dios, Isaías también muestra alternativas:
Éste “herirá a los hombres crueles con la vara de su palabra y matará a los malvados con el hálito de su boca.
Justicia es el ceñidor de Su cintura,
fidelidad el cinturón de Su cuerpo.” (Is 11,4b-5)
Y después continúa en Isaías el maravilloso discurso plástico de la paz.
“Entonces habitará el lobo con el cordero
y la pantera se echará con el cabrito…”
Todos ustedes conocen este magnífico texto
y lo escuchan continuamente con gusto.

Ciertamente se trata de una visión de la paz del tiempo final;
Pero naturalmente, Isaías con esta visión coloca
un espejo ante los ojos de los actuales dominadores
y les exige que orienten ya a hora su propia política
hacia este imagen del Rey de la Paz.

También el Sermón de la Montaña de Jesús sigue
en la brecha al declarar bienaventurados a aquellos “que no usan la violencia” (Mt 5,5,)
Más bien hace una lista de alternativas muy concretas a una política de violencia.
Hacia el final del quinto capítulo, Jesús inicia estas alternativas con las palabras:
“Pero, Yo os digo…” (Mt 5,38 ss).

Los “realistas” mantienen, por el contrario, que no se podría hacer ninguna política con Isaías y tanto más con el Sermón de la montaña de Jesús.
La revolución pacífica de 1989 en la República Democrática Alemana muestra justamente lo contrario: “¡Se puede!”
Y no es ninguna casualidad que precisamente fueran las Iglesias Cristianas el punto de partida
de esta revolución pacífica.

Y tampoco es casualidad que la paloma bíblica de Noé se convirtiese en símbolo del movimiento por la paz y unas palabras de los profetas fuera su lema:
“¡Lanzas en podaderas!” (Miq 4,3)

Yo estoy firmemente convencido de que:
    si después de la Segunda Guerra Mundial
sólo una parte de aquellos medios
que fueron dedicados al desarrollo de armas cada vez más perfectas, hubieran sido empleados en la exploración de la paz y de los conflictos,
    si estas enormes sumas de dinero y todos los recursos intelectuales y científicos hubieran sido dedicados a desarrollar estrategias de paz en lugar de estrategias de guerra,
nuestro mundo hoy sería ciertamente no el Reino de paz consumado de Dios, pero parecería radicalmente otro – más justo, más exento de violencia, más pacífico, sencillamente más humano.

¡Nunca es demasiado tarde para dar un viraje al timón!
¡El comienzo sólo puede salir “desde abajo”, por consiguiente de nosotros!
La Lectura de Zacarías de este domingo podría ser un impulsador.
La Lectura de Pablo de la Epístola a los Romanos podría fortalecer este impulso.
Pues una política que se asienta sobre las armas y la violencia no es otra cosa en el sentido paulino ¿que una política dictada por la “carne?
“Pero si vosotros vivís según la carne, tendréis que morir”, dice Pablo.
Tenéis que vivir sólo en el Espíritu de Jesucristo.
¡Y quien no tiene este Espíritu, no pertenece a Él!

Totalmente en el mismo sentido, también nos exhorta el Evangelio:
“¡Tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí!”
“¡Mi Yugo no pesa!” dice Jesús-
muy al contrario de aquel “yugo” que los poderosos de este mundo cargan sobre todos aquellos,
que convierten en víctimas de su política de guerra y de violencia.
Estas víctimas son las verdaderas amigas y amigos de Jesús.
Él los invita: “Venid a Mí todos los que estáis cargados y agobiados y Yo os aliviaré!”
Amén.