Homilía para el Sexto Domingo
del ciclo litúrgico (A)
13 Febrero 2011
Lectura: 1 Cor 2,6-10
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Recuerden ustedes:
En las Lecturas del domingo pasado se trataba
de un retorno de la dividida comunidad de Corintio
a lo esencial de la fe:
por consiguiente, al Cristo crucificado y resucitado.
En el mensaje de la Cruz
se manifiesta la sabiduría de Dios –
para los judíos un escándalo vergonzoso,
para los “paganos” una locura,
que no provoca más que movimientos negativos
de cabeza.
Pero para los que son llamados a la fe
es ciertamente la Cruz de Jesucristo
fuerza y sabiduría de Dios.
Precisamente en la Cruz de Jesucristo
se desenmascara la sabiduría de este mundo
como la auténtica locura:
“La necedad en Dios es más sabia que los seres humanos,
y la debilidad en Dios es más fuerte que los seres humanos.”

Hoy profundiza Pablo su comprensión de la “sabiduría” y deslinda otra vez esta sabiduría regalada del Espíritu de Dios de la sabiduría del mundo y de la sabiduría de los dirigentes de este mundo.

Probablemente Pablo ha puesto los ojos en los poderosos de este mundo, en todos aquellos que llevaron a Jesús a la Cruz,
sobre todo en el Sumo Sacerdote Caifás
y en el gobernador romano Pilatos.
Sobre Caifás sabemos algo por fuentes extrabíblicas:
Mediante tácticas hábiles, mediante colaboración con los romanos y probablemente también mediante corrupción, se dice y se escribe que se mantuvo 19 años en el cargo,
aunque este cargo de Sumo Sacerdote,
según la tradición judía, tenía que ser conferido
de nuevo cada año.

En el Evangelio de Juan, se cita a Caifás con un típico ejemplo de la “sabiduría de los dirigentes
del mundo”:
“Es mejor para vosotros que muera un hombre
por el pueblo,
que no, que perezca toda una nación.”

También la conducta de Pilatos es un típico ejemplo de la “sabiduría de los dirigentes de este mundo”:
Aunque está convencido de la inocencia de Jesús,
Le condena a la muerte de Cruz,
para no poner en peligro su propia posición.

Citemos ahora un ejemplo actual único de la “sabiduría de los dirigentes de este mundo”:
Mientras Mubarak combatió a los islamistas
y garantizó la fría paz con Israel,
europeos y americanos pagaron, subvencionaron
y apoyaron su omnipresente aparato de poder.
Sólo entonces la democracia evidentemente es
un valor irrenunciable, cuando sirve a los intereses propios, estratégicos y económicos.
Así podrían contar las innumerables personas
de la Plaza de Tahrir con el respaldo de Occidente
para su lucha por los derechos humanos.

Pero en el propio Corinto se trata aún de otra versión, de una versión aparentemente muy “piadosa” de la “sabiduría del mundo”.
Había en la comunidad un grupo muy fuerte,
que se remitía a sus experiencias y talentos del Espíritu de Dios.
Se trataba para ellos de la experiencia placentera de lo divino-espiritual en su interior.
Estaban convencidos de que su propia conciencia piadosa formaría finalmente una unidad inseparable con el Espíritu de Dios mismo.
Se sentían elevados de forma altísima sobre todos los demás cristianos de la comunidad.

Pablo, de ningún modo, niega los dones del Espíritu.
Pero éstos sólo nos son ofrecidos mediante la muerte en Cruz y la resurrección de Jesucristo.
Todos los dones del Espíritu están inseparablemente unidos al mensaje de la Cruz.
Para Pablo ya el presuntuoso orgullo de los “dotados por el Espíritu” en Corinto insinúa la sospecha,
de que la presunta “perfección” sea más un sugestivo auto-engaño que verdadero talento.
En la Cruz de Jesucristo y Su resurrección,
se separan los espíritus,
se separa la sabiduría de este mundo de la sabiduría de Dios.

Inspirados por el Espíritu Santo –dice Pablo–
también nosotros podríamos reconocer la sabiduría de Dios en su plan de salvación,
en cuyo núcleo está el mensaje de salvación de la Cruz y Resurrección de Jesucristo.
Lo mucho que se precisa para este reconocimiento
un “discernimiento de espíritus”,
lo deja claro el ejemplo de Corinto.
Incluso la capacidad para el discernimiento de espíritus es, por su parte, también un don del Espíritu de Dios. (1 Cor 12,10).
Orar continuamente por este don,
es una de las condiciones previas más importantes,
cuando se trata de no caer en la “sabiduría del mundo” también en nuestra época,
sino de llegar a ser “sabios” verdaderamente,
en la línea de la sabiduría de Dios.
Se trata del don de discernimiento de espíritus en la praxis de toda nuestra vida y no menos en la vida de la Iglesia.

Para rastrear en la vida concreta el actuar del Espíritu de Dios y así llegar a decisiones “sabias”,
es una ayuda observar los criterios que son determinantes para nuestra decisión.
Sobre todo es importante que mi intención actual
corresponda a mi orientación fundamental
hacia Jesucristo y Su Evangelio.
Naturalmente aquí no se podría dejar de lado la Cruz y la Resurrección sino más bien estar en el centro de nuestra fe.
Concretamente mi intención tendría que ser expresión del amor y sobre todo mediante la inclinación a los humildes.
Tanto más Le conduce a Él el amor solidario al camino de la Cruz y mediante la obscuridad del sufrimiento y de la muerte a la clara luz de la mañana pascual.

En lo concreto y marcada por el amor,
la vida de Jesús manifiesta la sabiduría de Dios.
¿Qué significa esto para decisiones “sabias” en mi propia vida personal?
  • Pero ¿qué significa esto también para la Iglesia y para las decisiones concretas que en la Iglesia  están pendientes?
  •  ¿Qué significa esto para los enfrentamientos actuales a consecuencia de aquella crisis, que se disparó por los escándalos de abusos?
  •  ¿Qué significa esto para el proceso de diálogo, al que han invitado Obispos alemanes?
  • ¿Qué significa esto para la relación con una de las primeras aportaciones a este proceso de diálogo, con el Memorandum de más de 200 profesoras y profesores de Teología: “Iglesia 2011: Una salida necesaria”?
  • ¿Hasta qué punto se trata verdaderamente en el vehemente enfrentamiento de una seria orientación hacia Jesucristo, el Crucificado y el Resucitado?
  • Respectivamente: ¿Hasta qué punto se trata, por una parte quizás de una acrítica adaptación al espíritu de la época?
  • Y ¿hasta qué punto se trata, por la otra parte, de una conservación temerosa del ayer o también de la incapacidad para poner en cuestión lo habitual?
  • ¿Hasta qué punto ambas partes se molestan en escucharse unos a otros?
  • ¿Se habla de forma objetiva y orientada al mensaje de Jesús?
  • O ¿se trata más bien de obligar a callar al otro o incluso de difamarle?
Por consiguiente, nos deseamos y pedimos para nosotros mismos y también para nuestra Iglesia,
la sabiduría de Dios frente a toda sabiduría de este mundo y tanto más frente a la sabiduría de los dirigentes de este mundo.

Amén.