Homilía para el Tercer Domingo
ciclo litúrgico (A)
23 Enero 2011
Lectura: 1 Cor 1,10-13.17
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Hemos escuchado el domingo pasado en la segunda Lectura los versículos introductorios de la Primera Carta de Pablo a la comunidad de Corinto.
Muy brevemente: Remitente, destinatarios
(los “santos” de Corinto) y una fórmula de saludo.
Pablo añade algo así como una “captación de benevolencia” –por tanto, algunas palabras amistosas sobre la comunidad de Corinto–
que viste de forma estilística con una gratitud a Dios.
Esta “captación de benevolencia” se compone de seis versículos muy breves y se debe más o menos
a la cortesía.
Por ello, la Iglesia opinó que estos versículos
se podían suprimir en el orden de Lectura
de los domingos.

En los siguientes versículos –como hemos escuchado ahora mismo– Pablo va de forma
bastante brusca “al asunto”:
Después de terminar con las amables cortesías,
se trata más bien de una crítica sumamente dura
a la comunidad de Corinto –
bien entendido ¡a esta comunidad de “santos”!
Recuerden:
Corinto era una metrópoli mercantil muy joven,
muy liberal y mezclada de forma variopinta.
Pablo había fundado allí entre los años 49 y 52
d. de C. esta comunidad cristiana.
Era un reflejo de la pluralidad de la joven ciudad.
Se componía en su mayoría de cristianos procedentes del paganismo.
Pero además había también un grupo más pequeño de cristianos procedentes del judaísmo.
Principalmente formaban la comunidad asalariados
y esclavos.
Pero también había personas bien situadas:
Comerciantes y altos funcionarios.
Las mujeres jugaban en la comunidad un papel completamente emancipado –
también  esto correspondía a las costumbres
de una ciudad pobre en tradiciones.
El pluralismo cultural de esta gran urbe actuaba internamente en la joven comunidad cristiana.

No era ningún milagro que se desarrollaran agrupaciones, tensiones y partidos de oposición.
Y ciertamente con esto, comienza Pablo la queja crítica de su epístola:
“que hay discordias entre vosotros.”

Discordias en la Iglesia,
discordias en las comunidades,
yo pienso que nosotros hoy podemos tomar parte en ellas, sobre todo en una gran ciudad como Colonia.
De forma semejante a como sucedía entonces
en Corinto hoy día hay en nuestras grandes ciudades una población muy variopinta-
hasta dentro de nuestras comunidades:

•    Aquí hay enormes diferencias económicas y sociales.
•    Aquí concurren personas de diferentes regiones de Alemania y de países de todo el mundo.
•    Aquí chocan entre sí muy diferentes cuños culturales, ideológicos y también religiosos.
•    La amplitud de banda de posibles actitudes fundamentales desde la izquierda-liberal, super-conservadora hasta la más reaccionaria se halla también en la comprensión de la fe de los cristianos católicos.
•    De forma clarísima se juega este pluralismo interno en discordias sobre la liturgia:
    formas de Misa tridentina están contra la liturgia reformada después del Concilio Vaticano II y éstas contra una forma de celebrar la Misa muy libre –algunos dicen “arbitraria”-;
    la preferencia por el canto gregoriano está contra nuevas canciones espirituales –algunos dicen “cursis–;
    la música actual está contra la música religiosa tradicional –algunos dicen “de museo” – del barroco o del romántico.

En todo esto se esconde un enorme conflicto potencial.
Y desde ahí se desarrolla con frecuencia un conflicto abierto, cuando las diferentes posiciones además se personalizan –como entonces en Corinto:

Allí los grupos orientados de diferente forma religiosa estaban en referencia a personas concretas:
a apóstoles, teólogos, maestros, misioneros…
Pablo, el fundador de la comunidad inculcó
a muchos miembros de la comunidad su fe personal y su teología.
Originariamente él era un sencillo artesano a diferencia de su inmediato sucesor en la comunidad: Apolo.
(El último versículo de la Lectura de hoy es evidentemente una indirecta contra Apolo.)
Él tenía una formación académica y sobre todo retórica.
De su boca salía el anuncio del Evangelio, sobre todo para los formados en la comunidad,
de forma algo más atractiva.
Pero Pablo es de la opinión
de que con Apolo también contenidos esenciales
de la fe mediante formulaciones magistrales
se debilitarían o incluso se falsearían.

Sobre todo los judeocristianos de la comunidad
Tenían como referencia a Pedro.
Y otros enfrentaban al propio Cristo con sus seguidores.

Los paralelos con nuestra situación actual son evidentes.
En Sankt Peter y en más de otra parroquia
con frecuencia el párroco “mayor” está enfrentado con el “nuevo”.
En la Iglesia universal muchos desean un Papa
como Pío XII.
Otros, por el contrario, ponen la mano en el fuego por Juan XXIII,
que abrió puertas y ventanas de par en par.

¡Ocasión de disputas hay más que suficiente!
Como mínimo a menudo se da en la Iglesia como “discordia” una coexistencia sin entendimiento.
La comunicación apenas tiene lugar ni entre grupos con diferente orientación en la comunidad,
ni entre distintas comunidades de diferente perfil.
No pocos cristianos emigran a otras parroquias porque una “comunidad” es muy difícil.
Seguramente es legítimo elegir hoy en una gran ciudad una parroquia, en la que uno se sienta
“como en casa”.
Pero es problemático y peligroso para la unidad
de la Iglesia un pluralismo así,
cuando un grupo reclama la exigencia de tener la verdad católica arrendada para sí sólo.
¡También a esto debe dar el sí!

Aún se practica otra posibilidad para eliminar una “disputa” abierta:
Las preguntas litigiosas ni siquiera son abordadas
y menos discutidas.
Alguna discusión es ahogada “desde arriba”;
y, al mismo tiempo, se instala “abajo” la actitud:
“Yo vivo mi propia fe- que “los de arriba” digan lo que quieran. ¡Ya basta!
Sin hablar de aquellos que sencillamente se van
de la Iglesia.
Todos ustedes pueden enumerar un montón de temas, que son “cortados” de este modo:
Comenzando desde la moral sexual y el tema especialmente “caliente” de la homosexualidad,
celibato y ordenación de la mujer,
hasta las estructuras de poder en la Iglesia en conjunto y también en las parroquias.

Sencillamente falta demasiado a menudo preparación para el diálogo y esto en todos lados.
Los diálogos podrían como mínimo fomentar la comprensión mutua.
Y probablemente podrían también enriquecer la propia fe.

Pablo, en su Carta a los Corintios, coloca otro pensamiento en primer plano:
Sugiere a la comunidad reflexionar continuamente sobre lo esencial de su fe.
Y para Pablo lo esencial encuentra su expresión
en la cruz de Jesucristo.
¡En la cruz de Jesucristo también hoy difieren las opiniones!

La cruz  es– no sólo según Pablo– “locura” a los ojos de este mundo.
De ello se trata en la continuación de su epístola.
Ésta la escucharemos en la Lectura del domingo próximo.
Y sobre eso también nosotros debiéramos reflexionar juntos.

Amén.