Homilía para el Tercer Domingo del ciclo litúrgico A
27 Enero 2008
Lecturas: Is 8,23b-9,3 y 1Cor 1,10-13.17
Evangelio: Mt 4,12-23
Autor: P. Heribert Graab S.J.
La lectura de Isaías de este domingo
y el Evangelio hacen suyo otra vez el misterio de la Manifestación del Señor:
“El pueblo, que caminaba en las tinieblas, vio una luz grande;
habitaban tierras de sombras de muerte
y una luz les brilló”.

Estos textos en la liturgia actual son, por así decirlo, documentos “arqueológicos” para la ordenación del año litúrgico en la Iglesia antigua.
El ciclo litúrgico de Navidad terminaba
el 2 de Febrero, fiesta de la presentación del Señor.
Nuestro pesebre de Navidad y Epifanía se orienta aún hoy a la antigua ordenación del año.

Sin embargo, yo quisiera en esta homilía dirigir su atención a la segunda Lectura de la Primera Carta a los Corintios.
Aquí se trata de problemas muy concretos de la comunidad que pudieran ser también problemas iguales o semejantes a los nuestros.
Corinto era entonces una metrópoli comercial floreciente con una población mezclada de forma muy variopinta:
Las gentes venían “de todo el mundo” en su mayoría en busca de trabajo.
Las tensiones sociales y políticas eran grandes.
La característica de Corinto era una fabulosa diversidad y pluralidad.
Diversa y policroma era también la vida religiosa:
Las gentes aportaban de todas partes sus convicciones religiosas, religiones y cultos.
Había innumerables sectas.
En este caldo de cultivo, también el cristianismo encontró su lugar.

La comunidad se formó entre los años 49 y 52 después de Cristo.
Era un reflejo de los múltiples estratos de la joven ciudad.
Se componía en gran mayoría de paganocristianos.
Pero además también había un grupo más pequeño de judeocristianos.
Principalmente formaban la comunidad asalariados y esclavos.
Pero también había personas acomodadas:
Comerciantes y funcionarios superiores.
Las mujeres jugaban en la comunidad un papel enteramente emancipado –también esto correspondía a las costumbres de una ciudad pobre en tradiciones.
Así actuaba también el pluralismo cultural de esta ciudad cosmopolita en la joven comunidad cristiana.

No es de extrañar que se desarrollasen agrupaciones,
tensiones y partidos de oposición.
Y ciertamente con esto comienza Pablo la queja crítica de su carta:
“Que hay entre vosotros disputa y discordia.”

Ahora Göttingen es seguramente en comparación con Corinto una ciudad provinciana.
Sin embargo, estamos en esta ciudad ante problemas semejantes,
que también se abren paso en la comunidad.

También nuestra comunidad está mezclada de forma policroma:
* Pocos sedentarios, muchos inmigrantes –
en parte en la segunda y tercera generación;
* jóvenes – sobre todo estudiantes – y ancianos;
* académicos, comerciantes, artesanos y muchos otros más;
* personas de todas las regiones alemanas
* y también no pocos extranjeros.
Esta situación nos coloca –como entonces a la comunidad de Corinto- ante la cuestión de la integración en la comunidad de estas personas diferentes.
Muchas de ellas no están sólo marcadas por culturas diferentes,
sino que aportan otras tradiciones religiosas y eclesiales.
En la celebración de nuestras Misas este ejemplo se hace visible en las diferentes formas de recibir la santa Comunión.
Seguramente esto entre nosotros no nos conduce a “disputa y discordia”.
Pero a menudo nos conduce a una coexistencia incomprendida.

Esta “coexistencia” se muestra también en una falta de comunicación fuera de la Misa.
Cada uno se mantiene en su grupo, en el que se conocen todos y rara vez se traban contactos más allá del horizonte de la torre de la propia iglesia.
Desde hace casi treinta años, la comunidad italiana p.e. está en St. Michael como en casa.
Y, sin embargo, en la primera época se daban contactos algo más estrechos.

En la Lectura de Pablo de hoy se habla sobre todo de los grupos orientados religiosamente de forma distinta, que se refieren respectivamente a personas concretas, a apóstoles, teólogos, maestros, misioneros…
Pablo, el fundador de la comunidad, ha marcado con su fe personal y su teología a muchos miembros de la comunidad.
Él era originariamente un artesano a diferencia de su inmediato sucesor en la comunidad: Apolo,
que tenía una formación académica y sobre todo una formación retórica.

Por su boca, el anuncio del Evangelio resultaba algo más atractivo sobre todo para los miembros formados de la comunidad.
Pero Pablo es de la opinión de que con él también se debilitarían o incluso se falsearían contenidos esenciales de la fe por medio de formulaciones bien hechas.
Los judeocristianos de la comunidad sobre todo se referían a Pedro.
Y otros incluso ponían al mismo Cristo contra su sucesor.

Bajo esta consideración, también podemos aquí entre nosotros – pienso yo- tomar parte.
Naturalmente hay también en nuestra comunidad
un pluralismo teológico:
* Hay conservadores y progresistas;
* hay carismáticos y éticos sociales;
* en la fe de algunos miembros de la comunidad,
María juega un papel central,
* pero otros opinan que sale perdiendo Cristo como centro de nuestra fe.

También esta variedad de la fe nos conduce
a una abierta “disputa y discordia”
y muchas veces a la “emigración” a otras comunidades.
Seguramente es legítimo hoy en la gran ciudad, elegir una comunidad, en la que uno se sienta
“en casa”.
Pero un pluralismo así es problemático y amenazador para la unidad de la Iglesia,
cuando un grupo reivindica haber arrendado
sólo para sí la verdad católica.

Con frecuencia escapamos de la “disputa y la discordia” no respondiendo en absoluto abiertamente a preguntas controvertidas – actualmente por ejemplo a la pregunta sobre la relación de los cristianos con el Islam.

Y todas las posiciones diferentes y parcialmente contradictorias en la Iglesia y en las comunidades
naturalmente también se personalizan,
como entonces en Corinto.
Se puede uno servir de los Obispos.
Se puede uno servir también de los párrocos.
Se puede uno servir incluso de los jesuitas.
Por ejemplo en el pasado se sirvió continuamente del párroco “viejo” respectivamente contra el párroco “nuevo” o a la inversa.
Para esto se ofrece este año, después de largo tiempo, la ocasión,
cuando yo abandone Göttingen en Junio.
Yo garantizo que no escribiré ninguna carta así
como escribió Pablo a su “antigua” comunidad de Corinto.
Pero, sobre todo espero que no haya la más mínima ocasión para una carta tal.
Yo no desearía oír nunca
“que entre vosotros hay discordia y disputa”.

Me deseo en esta comunidad sinceridad de unos para otros,
sinceridad para los muchos que en esta ciudad de movimiento continuamente llegan a nosotros.
Me deseo que se sientan bien en St. Michael.
Me deseo sinceridad también para el nuevo párroco
y, en suma, sinceridad para nuevas ideas.

Diálogos entre aquellos que nunca han hablado juntos,
seguramente podrían fomentar la comprensión entre ellos.
Y además también probablemente podrían enriquecer la propia fe.

Ciertamente Pablo pone en primer plano en su Carta a los Corintios otro pensamiento:
Sugiere a la comunidad recordar siempre lo esencial de su fe.
Y para Pablo lo esencial encuentra su expresión en la Cruz de Jesucristo,
* en Su Cruz que une el Viernes Santo con Pascua,
* en Su Cruz que se convirtió en esencia de Su mensaje alegre del Reino de Dios venidero;
* en Su Cruz que se convirtió en esencia de la salvación de nuestro apocamiento y lejanía de Dios.
¡También hoy se disciernen los espíritus en la cruz de Jesucristo!

Amén