Homilía para el Domingo de Cristo Rey (A),
20 Noviembre 2.005
Lectura: Ez 34, 1 (!) -17
Evangelio: Mt 25, 31 - 46
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Evidentemente para muchas personas el poder
es aún más fascinante que el dinero.
La campaña electoral que queda atrás
y las siguientes limaduras para enchufes
lo han señalado de nuevo.
Para muchos de nosotros las palabras “poder” y “poseedor de poder” tienen un deje negativo.

Yo les invito a un momento de silenciosa meditación:
¿Dónde ejerzo yo mismo el poder y cómo lo hago, por ejemplo, en la familia, en el trabajo...?

Silencio

Sin embargo, es válido frente a todas las reservas sobre el poder:
Sin autoridad y sin el poder,
de hacer respetar la legítima autoridad,
la vida humana en común en este mundo es apenas pensable:
¡La sociedad humana se hundiría en el caos!
En este punto se equivocan los “autónomos”.
Hace poco, aquí, en Göttingen nos han puesto ante la vista, dónde conduce su negación de la autoridad y del poder.

Por consiguiente, no se puede tratar de la pregunta:
¿Poder sí? O: ¿Poder no?
Más bien la pregunta reza así:
¿Cómo se relacionan las personas con su poder?
¿Y cómo debían relacionarse con él  - en el servicio a los demás?

La Lectura del Profeta Ezequiel describe desgraciadamente
una imagen muy realista del ejercicio del poder humano –
una imagen, que hoy es tan actual como entonces,
y que esencialmente contribuye – con el fondo de tales experiencias - a la muy amplia y comprensiblemente negativa mirada sobre el poder.

La segunda parte de la Lectura y el Evangelio
nos dan, sin embargo, una respuesta positiva a la pregunta sobre el Cómo del ejercicio del poder:
Criterio para ello es el modo con el que Dios mismo ejerce Su poder –
¡una enorme exigencia!

El Evangelio presenta a Jesús como Rey y Juez del tiempo final.
Todas las personas y todos los pueblos tienen que aparecer ante Él y someterse a Su juicio.
Jesucristo se ha hecho extraño a muchos de nosotros en este papel de Juez.
Le vemos como más amoroso que un amigo afectuoso, que tiene comprensión para todo y
es “dulce” hasta la autorrenuncia.
Con frecuencia nos inclinamos a una imagen de Jesús, que es totalmente “inofensiva”
y sobre todo a nosotros no nos exige consecuencias decisivas.

Aquí nos encontramos ahora con un Rey y un Juez poderoso y enérgico que entra en escena.
El criterio de Su ejercicio del poder
y el criterio de Su juicio es sólo y únicamente el amor al prójimo practicado.

Por consiguiente, la pregunta concreta sobre nuestro ejercicio del poder reza así:
¿También nosotros ponemos nuestro poder absolutamente en el servicio de nuestros prójimos y sobre todo en el servicio de los indigentes?
Esta pregunta tenemos que hacérnosla día tras día cuando nosotros ejercitamos influjo y poder en nuestro ambiente diario y en nuestra esfera existencial abarcable.

La misma pregunta es válida también cuando tenemos que juzgar sobre el ejercicio del poder de los responsables en la sociedad y en el Estado.
En una democracia todos juntos somos el soberano.
Por consiguiente todos tenemos una corresponsabilidad en el ejercicio del poder en la sociedad y en el Estado.
Todos debemos cuidar de que este ejercicio del poder político sin reservas y sin excepciones
esté al servicio de las personas,
y, sobre todo, al servicio de los miembros más débiles de esta sociedad y – en la era de la globalización –
de los miembros más débiles de la humanidad en general.

La primera parte de la Lectura
- la reprimenda a los “malos pastores”-
es -como la segunda parte del Evangelio-
* una dura condena de todos aquellos
que tienen responsabilidad y
ejercen el poder directa o indirectamente
según criterios privados o de grupos egoístas;
* por consiguiente, en una democracia también una dura condena para los que aplican en las elecciones otras escalas de valores que las del Evangelio;
* y también una dura condena para los que 
“no toman cartas en el asunto” y dejan la política
a los demás.

La cuestión de una conducción responsable del pueblo de Dios, por consiguiente de la Iglesia, necesitaría una consideración particular.
En este momento se tendrían que hacer esta pregunta de modo especial, por ejemplo, los que manifiestamente se oponen a
pedir para nuestro Obispado un nuevo Obispo.
Esperemos que se dejen estimular a una reflexión
por las Lecturas completas de este día.

La segunda parte de la Lectura de Ezequiel se ha transferido tanto a Cristo en la tradición cristiana que ante todo ha influido en nuestra imagen de Cristo decisivamente.
Además desgraciadamente fue y es interceptada frecuentemente la reprimenda de Ezequiel –
lo mismo que hoy en la selección de la  Lectura,
que debía ser expuesta sin su primera parte.
Así también hoy nosotros escuchamos con mucho gusto la primera parte del Evangelio
y preferimos dejar caer debajo de la mesa la segunda parte:
En el Leccionario está previsto, por ejemplo,
que hoy pudiera ser leída sólo la primera parte
como versión reducida del Evangelio.

¡Ambos puntos de vista son inseparables unos de otros!
Dios es tanto el Dios bueno y misericordioso,
como también el Juez recto y severo.
Ambos se reflejan en el Dios Encarnado: Jesucristo.
La supresión de una parte como de la otra
falsifica nuestra imagen de ÉL.

Así son las Lecturas del Domingo de Cristo Rey
- cuando no se excluye nada de ellas -
en todo caso un mensaje alegre y consolador,
pero al mismo tiempo también un desafío exigente:

Podríamos ir hoy a casa libres de temor y consolados.
Pero debiéramos también presentarnos el desafío y ajustar a las Lecturas de este día nuestra propia forma de relación con los demás y sobre todo nuestra forma de conducirnos y el estilo de nuestro ejercicio del poder.

La pregunta reza siempre de nuevo así:
¿Cómo tiene que ejercerse la gestión,
para que pueda salir airosa ante la exigencia de Dios y no se eche a perder por abuso de poder y arbitrariedad?

Amén.