Homilía para el Domingo Vigésimo Séptimo del ciclo litúrgico (A)
2 Octubre 2.005
Despedida de Don Luigi Loda
1ª Lectura: Is 5,1-7
2ª Lectura: Flp 4,6-9
Evangelio: Mt 21,33-44
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Este Evangelio se halla lleno de violencia:
Por pura codicia y por causa de su poder
se pegan entre sí los seres humanos
y se asesinan mutuamente.
Incluso Jesús de Nazareth -Dios hecho hombre-
fue víctima en la Cruz de la violencia perversa
y despreciativa del ser humano.

Violencia, prestigio y poder son también hoy los motivos
para la violencia que no quiere terminar –
para el crimen de personas individuales y de bandas completas,
pero también para violencia y guerra entre los pueblos
e incluso entre religiones y confesiones.
Los mayores de entre nosotros hemos experimentado en la piel
en la Segunda Guerra Mundial
los excesos de tal violencia criminal.
También las relaciones entre italianos y alemanes
se destruyeron en medida considerable
por esta terrible época de la historia de la humanidad.

Después de la guerra, se trató en primer lugar sobre todo de la reconstrucción económica.
A esto, aquí entre nosotros en Alemania contribuyeron esencialmente muchos italianos.
Querido Don Luigi,
Tú has venido aquí hace más de treinta años
para asistir humanamente a tus paisanos en esta situación
y acompañarlos espiritualmente.
A este servicio Te has entregado hasta hoy en cuerpo y alma.
Pero aún más:
•    Tú fuiste durante muchos años también un constructor de puentes entre italianos y alemanes.
•    Tú Te has convertido en un amigo no sólo para Tus paisanos sino también para mí y para muchos otros alemanes aquí en Göttingen.
•    Tú no has encerrado a la comunidad italiana en un getto,
sino que la has abierto ampliamente
y además has contribuido a que las personas encontrasen una nueva casa
y a que se integrasen también en las comunidades alemanas.
En verdad Tú nunca Te has familiarizado correctamente con la lengua alemana;
pero la lengua de Tu corazón expresó inequívocamente con viveza mediterránea
todo Tu amor a las personas.

De este modo nos has hecho un servicio a todos nosotros
y has prestado una maravillosa contribución a la reconstrucción humana
que, sino, hubiera tenido que ceder el paso con frecuencia a la construcción económica.

Me permito dedicarte a Ti muy personalmente la primera parte de la canción de amor profética:

“Quiero cantar en nombre de mi amigo,
un canto de amor a su viña.
Mi amigo tenía una viña en un fértil collado.
La entrecavó, la descantó
y plantó buenas cepas.
Construyó en medio una atalaya
y cavó un lagar.
Y esperó que la viña diese uvas dulces.”

En Isaías la canción de amor se convierte después en una palabra de justicia.
Lo hemos oído.
Desde nuestro punto de vista, Tu actuar aquí en Göttingen fue - querido Don Luigi -
sumamente fecundo y ha producido “dulces racimos”.
Ciertamente no es muy fácil juzgar
cómo Dios mismo ve nuestro servicio a las personas.
Sin embargo, confiemos
que Él nos contemple con buenos y misericordiosos ojos.

En el orden de Lecturas de este domingo,
el texto de la Epístola a los Filipenses del Apóstol Pablo, responde a las sombrías perspectivas de la Lectura de Isaías:

“¡Nada os preocupe, sino presentad a Dios
en toda situación vuestros ruegos
con gratitud orando y suplicando!
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
custodiará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Es una típica respuesta consoladora,
no sólo al texto de Isaías,
sino igualmente a nuestra situación de despedida.
Tú, querido Don Luigi, regresarás a Tu patria.
Tu puesto aquí, entre nosotros, no será de nuevo ocupado.
Muchos de nosotros y sobre todo la comunidad italiana se preocupan por el “triste vacío”, que ahora se origina.
Por consiguiente, en esta gran preocupación dejémonos guiar por el “sin embargo” de Pablo:
“¡Nada os preocupe, sino presentad a Dios
también en esta situación vuestros ruegos con gratitud orando y suplicando!”

Con esta confianza en Dios,
que resulta de la gratitud por los treinta años transcurridos
la Comunidad de St. Michael y su párroco
se unen en la promesa de que:
la Comunidad italiana tendrá también en el futuro
una patria entre nosotros.
Debe – más aún que hasta ahora – formar parte de nosotros.
Nos esforzaremos
para que ella siempre de nuevo también
pueda celebrar aquí, en esta iglesia, la Misa
y en su lengua materna.

¡Por consiguiente, celebremos ahora la Eucaristía
y con nuestra gratitud presentemos también ante Dios nuestros ruegos orando y suplicando!

Amén.