Homilía para el Domingo Vigésimo Quinto del Ciclo Litúrgico (A)
18 Septiembre 2.005
Evangelio: Mt 20, 1 – 16
Autor: P. Heribert Graab S.J.
 Puede ser una casualidad
- ya que en general hay casualidades -
que justamente hoy, el domingo de las elecciones,
se haya leído este Evangelio de gran actualidad y
políticamente interpretable.
 
Jesús observa muy atentamente
la realidad de Su tiempo –
también la situación económica y política.
Sus relatos y parábolas reflejan esta realidad.
En tiempos de Jesús hubo un paro opresivo.
Del mismo modo que las personas hoy se empujan en los pasillos de las agencias de empleo,
así se empujaban entonces en las plazas del mercado para, al menos, atrapar un empleo como jornalero.
De aquel denario que ellos podían ganar
dependía no sólo su propia supervivencia,
sino muchas veces también la supervivencia
de toda una familia.
 
Ante todo también llama la atención en la conducta del empresario los claros paralelos con
la política de plantilla en la economía de empresa
de los grandes empresarios de hoy:
La planificación de los ritmos de trabajo en las viñas
está orientado a ahorrar costes de personal.
Se trata de contratar los menos trabajadores posibles.
Cuando está claro que la meta de producción del día,
con este mínimo de mano de obra, no se puede alcanzar de ningún modo,
contrata el dueño de la viña a otros colaboradores
y repetidas veces hace lo mismo
porque ha pensado para cada hora mantener el coste salarial tan bajo como sea posible.
 
Hoy el lema consiste en:
Antes dejar hacer encaje de bolillos con las horas extraordinarias
que crear nuevos puestos de trabajo.
Y, en lo posible, colocar máquinas y ordenadores
para así ser lo más independiente posible de la mano de obra humana.
 
Por consiguiente lo mismo –también después de 2000 años:
¡No hay nada nuevo bajo el sol!
Pero después el Evangelio llama la atención:
Todos los trabajadores del día reciben el mismo salario –.
Aquellos que han soportado la carga de todo el día
reciben – como fue convenido en el contrato – un denario;
sin embargo, los que sólo trabajaron una única hora
son remunerados lo mismo.
¿Es esto justo?
 
En todo caso, para la justicia del propietario de la viña no está en primer plano la producción,
aunque todos los interesados proporcionalmente a sus posibilidades, han producido.
Para el propietario del Evangelio,
en primer lugar es importante el ser humano
y lo que él y su familia necesitan para vivir.
No se trata de una justicia de producción
en primera línea, sino de una justicia compensatoria.
Un denario es la medida para ello,
evidentemente un importe, con el que se puede vivir.
 
Bruce Marshall pone en su punto el mensaje de este Evangelio en el título de una novela:
“Nadie sale perdiendo o el salario por hora de Dios”
¡¿Qué más se quiere todavía?!
El Evangelio quiere poner a todas las personas en la correcta (=justa) medida:
Derribar a los ricos por la riqueza que clama al cielo
y sacar a los pobres de la pobreza que clama al cielo
una medida para ambos, para todos nosotros una medida humana.
 
En el centro del mensaje de Jesús está el hombre.
¡Aquí está en economía y política desde no hace aún mucho tiempo!
Estos días elogiaba el Banco Mundial los progresos de la reforma política alemana.
Se quitó especialmente
El relajamiento en la protección del despido,
la simplificación de las relaciones laborales a plazo fijo y
la fusión de la ayuda al paro y de la ayuda social.
Esto recuerda la descripción de la situación social
al comienzo de nuestra perícopa del Evangelio:
jornal diario y jornal diario a tiempo parcial;
“comprar” la mano de obra del ser humano en el mercado –
para un par de horas –para las menos horas posibles,
para enviarle de nuevo al mercado
y mantener el coste salarial tan bajo como sea posible.
 
El diario, que informaba sobre ello,
informaba en la misma página sobre la exposición automovilística internacional de Frankfurt
y sobre las tendencias (¡!), fabricar carrozas de lujo
que alcancen fácilmente 300 kilómetros por hora.
Justamente de la Volkswagen procede un modelo Bugatti que logra incluso 407 km/hora
y cuesta un millón de euros,
aparte de los impuestos.
En alguna parte tiene que quedar el dinero
que, desde los tiempos del pleno empleo,
- hace ya mucho tiempo -
no ha ido a menos –
sino todo lo contrario.
¡Justicia compensatoria!
¿Han pensado en ello cuando hoy han puesto en la papeleta electoral su cruz?
¡Justicia compensatoria!
¿Han pensado también en el desarrollo político
que pierde cada vez más significado?
También universalmente se observa que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Juan Pablo II ha dicho una vez (en su viaje a Canadá).
El  Sur pobre administrará justicia al Norte rico.
El Evangelio hoy tiene también absolutamente un aspecto universal.
 
Nadie puede objetar contra esta interpretación de que en el Evangelio se trata verdaderamente del futuro del Reino de Dios y de la justicia de Dios
en un mundo nuevo.
Cuando Dios, el Creador de todo lo que hay en este mundo, ve
•   qué política económica misantrópica funciona aquí,
•   cómo se despide aquí falsamente,
•   cómo aquí muy falsa e injustamente es distribuida la tierra,
entonces no se trata ciertamente ya del salario por hora de este mundo.
 
Entonces hemos desperdiciado nuestra posibilidad de formar un mundo justo y humano.
Entonces se trata verdaderamente del salario por hora de Dios.
Entonces sólo podemos esperar
que Él se acuerde del Evangelio de hoy.
Entonces no podemos confiar más que
en que con Él verdaderamente nadie salga perdiendo.
 
Amén.