Homilía para el Domingo Vigésimo Segundo del Ciclo Litúrgico A

28 Agosto 2.005
Lectura: Jer 20,7-9
Evangelio: Mt 16,21-27
Autor: P. Heribert Graab S.J.
En las lecturas de domingo de hoy,
se trata de una fe consecuente.
Negativamente expresado:
Cae masivamente en la crítica de
una fe en Yahweh  “sin seguimiento”
o – dicho como hoy – de
un cristianismo “pasado por agua”.
 
En la Lectura veterotestamentaria
presenciamos la toma de postura
del Profeta Jeremías:
 
Él lucha por las consecuencias de su fe.
Le gustaría decir:
¡Señor, yo creo, pero déjame en paz!
¡Pero esto no funciona!
Escuchemos otra vez a Jeremías en su tono original:
“Cuando yo me decía: no quiero ya pensar en Él
y no hablar ya en su Nombre,
sucedía en mí como un fuego que ardía en mi corazón,
prendido en mi interior.
Yo me atormentaba para resistirme y no podía.”
 
¡La huída no es posible!
Así se convirtió la oración de Jeremías
* no en una lastimosa lamentación
* sino en una queja masiva contra Dios:
“¡Tú me llevas a la desesperación, Señor!
¡Señor, Tú tienes la culpa!
Tú me has seducido y me has forzado.
¡Yo no me he expuesto voluntariamente
a situaciones amenazadoras y humillantes!
No he cosechado más que dolor e ignominia,
escarnio y burla”.
 
Pero también frente a este grito de acusación,
se sobrepone en Jeremías una fe consecuente:
“Yo no puedo hacer otra cosa.
No cabe en mi corazón
no hacer caso de Ti, mi Dios.
Tu misión es mi misión.”
 
* Por consiguiente, él responde así a un mensaje de Dios,
que le es encomendado.
* Así nada contra corriente de su entorno.
* Así se alza contra el ateísmo de la sociedad de su tiempo.
* Así se dirige – a pesar de las consecuencias
que esto le acarrea – contra los poderosos
y contra aquel injusto régimen autoritario
y contra la opresión practicada diariamente
a los débiles y a los pequeños.
 
Que el poder se dirija contra él mismo
no es de ninguna manera un valor en sí mismo;
es más bien la mala consecuencia
de una valiente defensa de la justicia de Dios.
 
Contra una piedad de sacrificio y cruz en el pasado eclesial y a veces también hoy aún defendida,
tiene que decirse también a la vista de Jesucristo:
¡Su Cruz tampoco es un valor en sí misma!
También la Cruz no es otra cosa
que la consecuencia mala de su compromiso sin reservas por la justicia de Dios y
por Su amor a todas las personas.
 
Porque Jesús anunciaba un mensaje liberador
-         sea oportuno o inoportuno -,
* porque Él puso a los seres humanos por encima de la Ley,
* porque Él se situó libre de toda claudicación del lado de los débiles
fue entregado a la Cruz.
Él no estaba dispuesto –como Jeremías-
a retroceder
aunque de este modo hubiera podido salvar Su vida.
 
La disputa por las consecuencias de su fe,
Jeremías la había dirimido consigo mismo.
En Su oración también Jesús luchó con ello.
Esta lucha fue visible para todos
en la extremadamente violenta disputa con Pedro.
“¡Quítate de mí Satanás!” –
No estamos acostumbrados a un lenguaje tal en Jesús.
Sin embargo clarifica
cuánta era la decisión de Jesús de ir a Jerusalén,
a la cueva del lobo,
y también llegó a lo esencial de Sí mismo.
Él responde finalmente –también contra el intento de Pedro –
de forma consecuente con la voluntad de Dios.
Renuncia a andar por el camino más cómodo
aunque ésto –humanamente –
hubiera sido más que comprensible.
 
Por lo demás, también Pedro a la postre
anduvo el camino de Jesús con todas las consecuencias.
 
Ahora naturalmente se impone la pregunta sobre las consecuencias vividas de nuestra fe.
Ahora no quisiera tratar esto más de cerca,
porque verdaderamente cada uno de nosotros
tiene que responderse a sí mismo a esta pregunta.
 
Sólo:
La fe cristiana es seguimiento de Jesús.
y éste no puede limitarse apenas
a la asistencia a la Misa dominical
y a recitar conjuntamente el Credo.
 
Y todavía esto otro:
El camino ancho y cómodo, por el que las masas andan,
no es camino de la fe con gran probabilidad.
Verdaderamente la fe no está nunca en las tendencias –
aún cuando a veces pareció así en tiempos de popularidad eclesial.
En nuestro entorno secularizado,
todo lo que es usual anda, por así decirlo, a contrapelo.
Tampoco cambia nada la Jornada Mundial de la Juventud y con ella la presencia unida de fe e Iglesia en los medios de comunicación.
 
Amén.