Homilía para el Tercer Domingo
del ciclo litúrgico A
23 Enero 2.005
Evangelio: Mt 4,18-23;
Autor: P. Heribert Graab S.J. (2002)
Desde hace tiempo nuestro Belén
ya no es un Belén de Navidad.
Poco a poco se transforma en un
Belén anual
como se da en la tradición del sur de Alemania aquí y allá.
A veces se escenifica en él domingo tras domingo
el correspondiente Evangelio.
Después de la escena del Bautismo de Jesús,
nuestro Belén muestra hoy el llamamiento de los
primeros discípulos.

Ellos son – como hemos oído – pescadores en el lago de Genesareth.
“¡Venid, seguidme!
Yo os haré pescadores de hombres,”
les dice Jesús de forma natural.

Sin embargo, en nuestro lenguaje familiar esta palabra
“pescador de hombres”
no suena bien
y entonces no era diferente.
En la tradición bíblica está la expresión
pescadores de hombres p.e. en el Profeta Jeremías:
“Yo mandaré muchos pescadores – oráculo del Señor –
que los pescarán;
después mandaré muchos cazadores
que los cazarán.” (Jr 16,16).

“Ellos” no son de ningún modo los amigos del Señor,
a los que llama a Su servicio;
son más bien aquellos israelitas,
que han traicionado a su Dios,
que han corrido tras los “ídolos abominables”
y así han colmado la dimensión de su culpa.
A los “pescadores de hombres” y
a los “cazadores de hombres” de Jeremías
los deben “capturar” y “matar”;
les deben proporcionar su castigo.
También, según nuestra comprensión del lenguaje,
se halla algo negativo en la palabra “pescador de hombres”,
p.e. un momento de astucia engañosa.
Los pescadores de hombres “enredan” a otros
con sus palabras bien sonantes,
que con frecuencia no son más que palabrería o incluso mentiras.

Y hay muchos,
que “caen en la red” de estos pescadores de hombres.
Experimentamos con frecuencia en la propaganda,
este modo de pesca humana,
o aquí y allí también en la política.
por ejemplo, en la lucha electoral.
Según el libro “Fuerza para vivir”,
actualmente la campaña publicitaria es considerada por muchos
como una forma maligna de pesca humana.

Naturalmente Jesús piensa de forma muy diferente,
cuando desea hacer a Sus discípulos “pescadores de hombres”.
Para Él se trata de ganar a las personas por su modo amable
para el mensaje alegre y que genera alegría,
para el mensaje bienhechor de la bondad y la misericordia de Dios,
de aquella seguridad que sólo Él puede obsequiar,
del Reino de Dios venidero,
que finalmente hace posible la justicia
y regala la ansiada paz.

Jesús mismo es “pescador de hombres”,
hablándoles, como nadie les había hablado antes que Él:
Con poder y seductora fascinación.
Jesús mismo es “pescador de hombres”,
curando a los enfermos,
volviéndose hacia los marginados,
expulsando “demonios”
y bendiciendo a los niños.

Según el modo propio de Jesús, también Sus discípulos
deben ser pescadores de hombres.
Y además no dejan de ser lo que son: Pescadores.
En efecto, su profesión recibe una cualidad completamente distinta:
Se humaniza.
Las facultades, que hasta ahora ya necesitaban para su profesión,
cambian desde ahora de forma
para el encuentro humano:
paciencia, vigilancia, perseverancia, determinación,
una cierta lentitud de movimientos,
olfato para
no espantar a los otros por falta de atención.
Todo lo que conviene a un buen pescador,
lo necesitarán también estos discípulos en el futuro;
pero formará parte de una actitud humana;
deja de ser un modo de proceder sólo profesional.

Todos nosotros, que por el Bautismo y la Confirmación somos llamados al seguimiento de Jesús,
podemos, por consiguiente, aprender gran cantidad de cosas de estos sencillos pescadores.
También es válido para nosotros que somos llamados desde una exclusiva forma de vida privada,
llamados también desde una praxis creyente
que se considera únicamente como algo privado.

También para nosotros el llamamiento para seguir a Jesús
significa llegar a ser “pescadores de hombres” –
y esto según el modo del Maestro mismo.
Podemos y debemos impregnar también nuestro trato mutuo y con todas las personas de
aquellas facultades que, como pescadores, aportaron los primeros discípulos de Jesús.
Luego – como antes – los profanos fijarán su atención
y quizás digan: “Ved como estos cristianos se tratan entre ellos y nos tratan a nosotros.
De tales personas nos podemos beneficiar gustosos.”
Amén.