Homilía para el Domingo Segundo
de Cuaresma del ciclo litúrgico “A”

5 Marzo 2023
Lectura: Gn 12, 1-4a
Evangelio: Mt 17,1-9
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Mínima revisión de la homilía de 2014
Dios bendice a Abraham.
Pero no le bendice sólo para sí mismo;
más bien Abraham debe ser bendición para otros.
Por medio de él, todos los linajes de la tierra pueden recibir bendiciones.

A mí me llama la atención:
La palabra de bendición en nuestro lenguaje actual está más bien rara vez presente.
Nuestro pensamiento y nuestro lenguaje está
mucho más determinado por la idea del rendimiento.
Nosotros rendimos increíblemente mucho:
Impulsamos la economía.
Naturalmente resolveremos también los problemas del medio ambiente.
Incluso creamos la paz con armas o sin armas.
Lo mismo superaremos los otros problemas de este mundo.
Y nuestra vida personal….

En oposición a este factible optimismo,
también observaba, que en la Iglesia permanecen
en crecimiento la celebración de bendiciones:
Bendiciones a los niños, bendición de la casa y de la vivienda,
bendición de las parejas el día de San Valentín
y, y, y…
Muchas personas dan mucha importancia
a que las bendigan en forma individual y muy personal.

De esta manera se produce la tensión:
+ Por una parte actúa aún siempre la Ilustración
con su discriminación ideológica crítica de la bendición como “mágica”.
+ Por otra parte crece también el sentimiento,
de que aquel delirio de grandeza humana,
que sin Dios y Su bendición cree defenderse, fracasa.

Para la mayoría de nosotros es natural probablemente ponernos bajo la bendición de Dios.
Estamos agradecidos por la cercanía de Dios,
por Su ayuda y sobre todo por cuidarse de nosotros,
incluso cuando nosotros mismos estamos lindando con nuestros límites.
Finalmente sabemos que muchas cosas de la vida y finalmente incluso la propia vida es un regalo de Dios, por tanto bendición de Dios.

Con gusto también nos adjudicamos otras bendiciones de Dios.
Nos alegramos por los deseos de bendición de los amigos para el cumpleaños o como deseo en la convalecencia.
Y cuando nosotros mismos a otra persona le deseamos el bien, sabemos como cristianos muy exactamente;
Cada deseo, que procede del corazón, es en el fondo una oración;
una petición, que el propio Dios pone en juego;
es un ruego de bendición de Dios.

Exigencia y promesa de Dios a Abraham
van más allá:
¡El propio Abraham debe ser una bendición!
Esta exigencia me rcuerda
lo alto que Dios pone el listón para todo Su pueblo:
“Sed santos porque Yo el Señor, vuestro Dios soy santo.” (Lev 19,2)
Es la misma exigencia que también Jesús eleva en el Sermón de la Montaña:
“Sed perfectos,
como también lo es vuestro Padre Celestial.”
(Mt 5,48)
Convertirse en bendición-
es decir,regalarse a sí mismo finalmente todo el bien pensable,
del mismo modo que el Padre Celestial se regala a sí mismo y la plenitud de la salvación en Su propia manifestación en Jesucristo.
A veces decimos, esta persona o aquella otra es una bendición para nosotros.
En muchos encuentros esto es totalmente cierto.
Un encuentro o una relación humana así es también un regalo de Dios.
ÉL nos regala Su bendición
reuniéndonos en el momento oportuno con esta persona.

También nosotros podemos ser bendición para otros como Abraham y como Jesús de Nazareth
porque el propio Dios quiere ser bendición por medio de nosotros.
Para hacer justicia a esta exigencia también hoy,
debiéramos mirar continuamente a Jesús:

+ Él se convirtió en bendición para las muchas personas que curó- por medio de Su ayuda,
de Su cercanía, de Su amoroso contacto,
por el tiempo que Él les dedicó.
+ Él se convirtió en bendición para los leprosos,
pero también para los pecadores, sencillamente
para todos los que estaban marginados.
+ Él se convirtió en bendición para la mujer del pozo de Jacob, a la que Él le abrió el acceso al “agua de la Vida”.
+ Él se convirtió en bendición para las madres
con sus hijos, a las que invitó en lugar de echarlas.
+ Él se convirtió en bendición para este fariseo Nicodemo, con el que tuvo un largo coloquio nocturno.
+ Él se convirtió en bendición para los novios de Caná, a los que sacó de un aprieto,
transformando el agua en vino,
quizás en el sentido literal,
pero sobre todo en un sentido figurado:
transformando su vida
en un vino siempre mejor, siempre más valioso.
+ Día tras día y en innumerables encuentros
Jesús se convirtió en bendición,
en último término para este ‘ladrón’
al que precisamente en la Cruz le abrió el paraíso.

Cuando a nosotros los cristianos nos sale bien recíprocamente y en general para personas de este mundo convertirnos en bendición,
entonces Dios anuda una red invisible de bendiciones,
que nos ofrece a todos seguridad y confianza
en nuestro mundo previsible,
pero además y cada vez más también en el grande y amplio mundo.
De esta manera crece en medio de nosotros y aquí y hoy ‘el Reino de Dios’, futuro de Dios.

Amén.
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es