Homilía para el Segundo Domingo,
de Cuaresma ciclo C

13 Marzo 2022
Evangelio: Lc 9,28b-36
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“¡Déjanos construir aquí tres tiendas!”
Probablemente nosotros mismos sentimos
aquí y allá esta tentación de Pedro
en momentos felices o incluso imponentes:
“¡Detente, tú eres tan hermoso!”

Sin embargo, el Evangelio de Lucas añade en seguida:
“Pero Pedro no sabía lo que decía.”
¡Precisamente los momentos difíciles no se pueden retener!
Esto también es válido para la “dicha” de una experiencia de Dios:
La realidad de Dios supera infinitamente nuestro entendimiento y, sobre todo, nuestra posibilidad de manipularla.
El misterio de Dios da también respuesta a una pregunta totalmente actual:
¿por qué permite Dios esta espantosa guerra en Ucrania y miseria y muerte para tantas personas inocentes?

La Biblia del Antiguo y del Nuevo Testamento
nos hace comprender  nuestros límites frente a Dios
continuamente con la imagen de la “Nube”:

- Como Dios se apareció a Moisés en el Sinaí
y le habló desde la Nube y en el trueno.
(cf. Ex 19, 16 ss)

- En el camino a través del desierto Dios condujo a Su pueblo hacia delante:
Durante el día en una columna para mostrarles el camino
y por la noche en una columna de fuego para alumbrarles. (Ex 13,21)

 - En la inauguración  del Templo construido por Salomón la Biblia escribe la anexión de Dios a este Templo:
“Una nube llenaba la casa del Señor.
Los sacerotes no podían realizar su servicio a causa de la nube;
porque la gloria del Señor llenaba la casa del Señor.”
(1 Co 8,10 ss)

- Y en los Hechos de los Apóstoles se dice en la Ascensión de Jesús:
Él “fue” elevado ante los ojos de los discípulos
y una nube lo cubrió y Le apartó de la mirada de ellos.” (Hch 1,9)
En todos estos textos se expresa la imagen de la nube:
¡Dios es el misterio incomprensible sencillamente!
¡La realidad de Dios se nos escapa!

Yo mismo comprendo esta imagen bíblica de la nube de forma bastante real,
desde que hace muchos años, en una caminata
por la montaña con jóvenes fui a parar a una nube:
Perdimos totalmente la orientación,
no sabíamos donde estaba la derecha y donde la izquierda,
y no sabíamos qué hace con tanto temor.
Al llegar la noche nos quedó claro
que habíamos descendido por la parte equivocada.

De esta forma describe el Evangelio también
la Transfiguración de Jesús en su encuentro con Dios como un acontecimiento lleno de misterio
que rebasaba ampliamente la comprensión de los discípulos,
y una razonable reacción se hacía imposible.
Pedro intenta capturar el acontecimiento celestial
y retenerlo de una forma palpablemente terrena.
Pero el deseo comprensible de Pedro tiene que fracasar.
Lo celestial por sí mismo no se puede retener.
Por así decirlo como reacción a la propuesta de Pedro,
llegó una nube sobre el pequeño grupo de los discípulos,
fueron a parar dentro de la nube y tuvieron miedo.

La imagen de la nube y con ello la advertencia del misterio de Dios como respuesta a nuestras preguntas puede ser decepcionante para nosotros;
pero el Evangelio continúa:
“Se oyó una voz desde la nube:
Éste es mi Hijo elegido, escuchadle a Él.”…
Nosotros confesamos en la fe:
Dios mismo se hizo ser humano,
concretamente en este ser humano Jesús de Nazareth.
Viéndole a Él y escuchándole
podemos hallar totalmente respuestas a nuestras preguntas:
Respuestas, en las que fracasa toda la especulación filosófica sobre Dios.

Por tanto, quien se orienta ampliamente (escuchando y actuando) hacia Jesús,
éste entra en contacto inmediato y dinámico con el cielo.
¡El propio Jesús es ahora lugar de la presencia de Dios!.
Y Jesús se muestra y nos dice:
Su Padre y nuestro Padre, Dios -¡Dios es Amor!

Por tanto, ¿dónde está Dios en Ucrania?
Está en todo caso en todas partes
donde los seres humanos responden unos por otros,
se dan ánimo mutuamente, se ayudan mutuamente,
alimentan a los hambrientos, vendan a los heridos,
aceptan a los refugiados hospitalariamente y les otorgan refugio.
Y todo esto en la propia Ucrania,
pero también en Polonia, en Hungría, en Eslovaquía,
en Alemania e incluso en la pequeña república de Moldavia.
Aquí ¡en todas partes está Dios!
Y en todas partes está Él en acción:
¡Pues Él tiene sólo nuestras manos y nuestros pies!
Todos nosotros experimentamos la cercanía de Dios además, cuando en momentos de soledad, por ejemplo, nos sentimos y nos sabemos seguros.
Pero sobre todo:
¡La cercanía de Dios la experimentamos no siempre, pero continuamente en la oración!
¿Recuerdan ustedes aún las palabras de entrada  de nuestro Evangelio de hoy?-“En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago aparte,
y subió con ellos a la montaña para orar.
Y mientras oraba –de ningún modo casualmente “mientras oraba”- cambió el aspecto de Su rostro
y Su túnica se convirtió de un blanco resplandeciente.”
La altura de una montaña en a menudo en la Biblia lugar de la Presencia de Dios.
Y en el monte Tabor experimenta Jesús
y experimentan también Sus discípulos
la presencia y la cercanía de Dios - ¡bien entendido en la oración!

La cercanía de Dios es naturalmente un regalo - ¡como todo encuentro!
Así experimentamos también no de forma automática, la cercanía de Dios en la oración.
Pero podemos confiar en que Él nos regala Su cercanía no siempre, pero continuamente –
bien entendido, nosotros mismos estamos abiertos a este regalo y estamos verdaderamente preparados
para aceptar este regalo.

¡Deseo para todos nosotros el regalo de Su cercanía – aquí en la oración comunitaria y en la celebración de la Eucaristía!

Amén.
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