Homilía para el Domingo Séptimo
de Pascua del ciclo litúrgico (B)
16 Mayo 2021
Evangelio: Jn 17,6a.11b-23
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Sobre la base de una homilía del año 2006.
Hoy especialmente actual en el contexto del tercer día ecuménico eclesial
El Evangelio de Juan nos transmite
la gran oración de despedida de Jesús
por Sus discípulas y discípulos,
que abandona en este mundo.

En lugar sobresaliente Él pide al Padre:
“Protégelos en tu Nombre,
a los que tú me has dado,
para que ellos sean uno como lo somos nosotros.”
Por eso Él ora en primer lugar por aquellos ‘Doce’,
que Él eligió como Apóstoles.
Después continúa, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy:
“Pero Yo te pido no sólo por estos,
sino también por todos los que creerán en Mí por su palabra.
Todos deben ser uno:
como Tú, Padre, estás en mí y Yo en ti,
ellos deben también estar en nosotros,
para que el mundo crea que Tú me has enviado.”

Ciertamente ya hubo en el círculo de los ‘Doce’
caracteres muy diferentes
y seguramente también opiniones muy diferentes.
Pero Juan tenía ante la vista, cuando redactó esta petición de unidad, a las comunidades muy distintas de la Iglesia naciente.
No es difícil descubrir en los escritos de Nuevo Testamento qué fuerzas centrífugas estaban trabajando ya en los primeros comienzos de la formación de comunidades.
Pensemos sólo en las dificultades de una convivencia de judeo-cristianos y pagano-cristianos.

Por tanto era muy adecuado poner de relieve la petición de unidad, que correspondía sin duda a la voluntad del Señor de la Iglesia, entonces como hoy.
y entonces como hoy eran y son las escisiones eclesiales un escándalo para la credibilidad del mensaje cristiano.

En estos días antes de Pentecostés muchos cristianos oran en todo el mundo por la unidad de la Iglesia de Jesucristo.
A continuación yo quisiera presentarles a ustedes una fascinante visión de la unidad.
Yo me baso en un especialista de pastoral bíblica,
Prof. Dr. Bernhard Krauter de Stuttgart.
Él desarrolla una visión de unidad
relacionando la oración de Jesús por la unidad
con el número Doce de los Apóstoles elegidos por Jesús originalmente.

Jesús había llamado a doce
cuando, tras iniciales éxitos, Su naufragio ya era previsible.
Él llamó sólo a los “Doce”
sin transmitirles en principio una misión especial.
Cuando un judío creyente oye el número Doce,
piensa espontáneamente en los doce hijos del Patriarca Jacob, que se convirtieron en los patriarcas de las Doce tribus de Israel.
Eligiendo ahora Jesús especialmente a doce hombres,
Él representa simbólicamente doce nuevos patriarcas para un “nuevo Israel”.
¡Estos doce no necesitan ninguna tarea especial!
Su mera existencia es una señal de un nuevo pueblo de Dios, que escucha el mensaje de Dios y sigue la invitación.

En las comunidades judeo cristianas de Jerusalem
todavía no se sabía este significado del número doce.
Por eso era para ellos tan importante completar de nuevo este número tan rápidamente como fuera posible con la segunda elección de Matías.

En las comunidades judeo-cristianas cayó pronto
en el olvido desgraciadamente el significado del número doce.
Ya Pablo menciona sólo una única comida
y nunca la señala como constructiva de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II recurrió de nuevo a estas ideas del nuevo pueblo de Dios en su famosa Constitución “Lumen Dei” sobre la Iglesia.

El Concilio habla de nuevo de la Iglesia como
el nuevo Israel, el nuevo pueblo de Dios.
Y aún más:
El Concilio habla del Pueblo de Dios en camino y
lo une a los cuarenta años de peregrinación  por el desierto de Israel.
Así como Israel estuvo cuarenta años caminando
por el desierto, hacia la tierra prometida de Canaán,
del mismo modo la Iglesia también está de camino hacia el Reino de Dios venidero, que Jesús ha prometido.
La Iglesia, por tanto, no ha llegado a la meta.
Todavía no es perfecta.
¡En esta época nunca está en la meta!
Está en camino.

Pero en camino también significa
poder equivocarse y poder extraviarse;
Por tanto, regreso y renovación corresponden esencialmente a la naturalidad de la Iglesia.

Por tanto, con este fondo debiéramos comprender 
la oración de Jesús por la unidad de todos los que creemos en Jesucristo:
Profesor Krautter pregunta:
¿No vale la pena una reflexión en conexión con la representación de la Iglesia
como “pueblo de Dios en camino”
y en conexión con el significado simbólico del círculo de los doce, al ‘círculo de los Doce’ también hoy y en Roma devolverle su significado original?

¿Serían los “Doce” algo imaginable
como un gremio que es conducido por el Papa como “primus inter. pares” en una presidencia honorífica?
Podría tratarse de una situación semejante a la que Pedro ostentaba en la comunidad primitiva.
Por tanto, este círculo de los Doce sería un órgano colegiado, una especie de Senado del Papa
donde se discute, se asesora para luchar por la verdad, quizás también disputada y al final
-con oración y ayuno, como en la Iglesia primitiva-
se decida por medio de la votación.

¿Cómo sería si un grupo así de Doce representase a todas las grandes Iglesias,
que tuvieran voz y voto en la “cathedra Petri”?
Quizás pudieran reencontrarse en una tal “unidad en la diversidad”,
no sólo los católicos, por tanto los cristianos “petrinos”,
sino también los ortodoxos, cristianos “de Andrés” de Oriente y los cristianos “paulinos” de la Reforma.

Entonces quizás no sería ya el cargo de Pedro, por tanto el cargo de Papa, un impedimento para la unidad de la Iglesia,
sino un factor de integración,
el signo visible de unidad
de la cristiandad globalmente.

En la confesión de fe apostólica confesamos nuestra fe común en una Iglesia santa, católica (=ecuménica, es decir, globalmente cristiana) y apostólica.

En las peticiones oramos por esta unidad -
como Jesús ya ha orado en Su oración de despedida.

Amén
www.heribert-graab.de
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