Homilía para el Domingo Sexto
del ciclo litúrgico (B)

9 Mayo 2021
Lectura: Hch 10, 25-26.34-35.44-48/1 Jn 4,7-10
Evangelio: Jn, 9-17
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Ya hace largo tiempo que las redes sociales se han convertido en una plataforma de difusión y de odio.
Odio contra políticas y políticos.
sobre todo contra los comprometidos en la política comunal,
odio contra las comunidades religiosas –
de modo alarmante sobre todo contra los judíos,
pero también contra musulmanes y cristianos.
También las estadísticas actuales de crímenes
reflejan un odio creciente ,
que finalmente incluso conduce al asesinato
de una persona.

Todo esto debiera darnos que pensar como cristianos:
¿Cómo puede ser que el mensaje amoroso de Jesús
esté tan alejado del campo visual del público
y, según parece totalmente, no está en situación
de oponerse eficazmente al odio?
La causa de ello puede no sólo ser la creciente secularización de nuestra sociedad.
Seguramente más bien juega también un papel la pérdida de credibilidad de la Iglesia de Jesucristo,
la falta de atractivo de más de una comunidad cristiana y no en último lugar de demasiados cristianos, que presentan poca fuerza convincente y un ausente testimonio de su fe.

La parábola de la viña y sus sarmientos
hizo visible el domingo pasado la unión sumamente estrecha entre Jesucristo resucitado y nosotros como cristianos;
además ciertamente también la estrecha unión entre nosotros los cristianos e incluso entre los seres humanos en general.
Esta comunidad fraternal de todos los seres humanos
está fundamentada en el Amor de Dios hacia nosotros:
Él nos amó primero y nos mostró Su Amor
enviando a Su Hijo a este mundo
que entregó Su vida en la Cruz por todos.

El Amor de Dios abarca incluso lo que nosotros excluimos, p.e. a causa de nuestras tradiciones y
de nuestra educación - ¡con la que hemos crecido!
Por ejemplo, Cornelio nos muestra en la Primera Lectura lo difícil que fue incluso para Pedro
separarse de las tradiciones y de las ideas trasnochadas.
En principio el evidente descenso del Espíritu Santo le convenció de que la llamada de Dios y el amor abarca “incluso a los paganos”.
Así pudo la joven Iglesia dar el primer paso en el mundo de los pueblos paganos con el Bautismo de Cornelio.
El Espíritu de Pentecostés viene
para asombro de los piadosos judeo cristianos,
también sobre estos paganos y su familia…

Nosotros los católicos partimos hoy –marcados por nuestra tradición- p.e. de la “irrefutable ley natural”,
en la que sólo un hombre y una mujer pueden estar unidos por una exclusiva comunidad de amor.
Sin embargo, esta “ley natural” se basa en una antigua comprensión natural que fue desarrollada
en la Edad Media por la escolástica
y hasta hoy sobrevive en la Iglesia,
sin tener en cuenta, el desarrollo de las ciencias naturales y de los conocimientos científicos en general.
Esto conduce a que en nuestra Iglesia todavía sea denegada la bendición de Dios para su comunidad de amor a personas del mismo sexo,
exactamente como los judeocristianos en los comienzos de las comunidades cristianas
negaron el Bautismo a los “paganos”,
hasta que el Espíritu de Dios le abrió los ojos
a Pedro y a todos ellos.

Como consecuencia de la imagen de la viña y sus sarmientos, Jesús nos ordena en el Evangelio de hoy:
“¡Amaos los unos a los otros como Yo os he amado!”
El Amor de Jesús, en el que se manifiesta el Amor de Dios ¡no excluye a nadie!
¡Jesús ha entregado Su Vida por todos sin ninguna excepción!
¡Nos resulta laborioso aprender esto!

Todos nosotros estamos estrechamente unidos con Cristo resucitado por medio de Su Amor:
¡como sarmientos con la viña!
La viña y los sarmientos forman una unidad vital.
Así fluye la corriente de la vida, el Amor del Padre al Hijo, del Hijo a nosotros como cristianos y además a todos los seres humanos,
que son creados a Su imagen y semejanza.

Cristo nos ha elegido y llamado
para “dar fruto” como sarmientos en Su viña,
y un fruto que permanezca,
concretamente: El fruto del Amor:
“¡Amaos los unos a los otros como Yo os he amado!”
Por tanto, ¡sin ninguna excepción!

Por medio de un amor así,
que durante siglos podemos y debemos transmitir,
seremos creíbles como cristianos
y nuestra Iglesia ganará de nuevo confianza.
Sólo por medio de un amor así superaremos el odio de nuestra época.
¡Y así se podrá hacer viva en todos nosotros
la alegría pascual de Jesucristo!

Amén.
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