Homilía para el Tercer Domingo de Pascua
del ciclo litúrgico B

18 Abril 2021
Evangelio: Lc 24,35-48
Autor: P. Heribert Grab S.J.
“¡El propio Jesús se puso en el centro de Sus discípulos y les dijo: La paz sea con vosotros!”

Día tras día recordamos el saludo de paz pascual del Resucitado en la oración por la paz de la Santa Misa:
En Pascua Jesús se puso en medio de Sus discípulos
y les dio el saludo de la paz. Por ello pedimos:
Señor Jesucristo, el vencedor del pecado y de la muerte,
no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia
y dale según tu voluntad unidad y paz.
Después el sacerdote pronuncia el saludo de paz:
La paz del Señor sea siempre con todos vosotros.
Y todos los participantes se dan mutuamente
un signo de paz y de reconciliación.

Nosotros nos hemos acostumbrado a este saludo de paz litúrgico y esto hace que se caiga en el peligro de convertirlo en una pura fórmula de cortesía,
algo así como en la vida cotidiana las fórmulas de saludo o también las fórmulas de disculpa se convierten fácilmente en fórmulas de cortesía.

¿Qué significa para nosotros el saludo de la paz
en la Misa diaria o dominical?
¿Repercuten en nuestra vida cotidiana de forma práctica?

Para Jesucristo el saludo de la paz es algo muy diferente a una fórmula.
En último caso Él ha entregado Su vida por la reconciliación y por la paz.
Se trataba de que Dios quisiera perdonar todo por medio de Él.
“Él quería conducir todo en el cielo y en la tierra a Cristo, que lo restableció en la cruz la paz por medio de Su sangre.”(cf. Col, 19-20)

Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, continúa exponiendo estas ideas.
Él dice: “Si alguien está en Cristo, es una nueva Creación:
Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha surgido.
Pero todo esto procede de Dios, que nos ha reconciliado con Él por medio de Cristo
y a nosotros nos ha encargado el servicio de la reconciliación.
Sí, Dios fue el que ha reconciliado el mundo consigo mismo en Cristo, no valorando los delitos de los seres humanos y confiándonos la palabra de la reconciliación.” (2Cor 5,17-19)

La resurrección de Jesús es por tanto
un nuevo comienzo de la historia de Dios con los seres humanos.
Dios hace el comienzo y regala reconciliación y con ella paz.
Nos invita a actualizar la historia de la reconciliación y también a crear en nuestro tiempo paz.

Naturalmente Jesús nos tomó la delantera aquí en la tierra en Su tiempo existencial en el camino de la reconciliación.
Por así decirlo día tras día perdona su culpa a los pecadores.
Cuando cura enfermos, Él regala antes y no por casualidad el perdón.
Así los capacita para una nueva vida reconciliada,
para una vida en paz con Dios
consigo mismo y con los seres humanos.

En consecuencia reconciliación y paz tienen un lugar central en el anuncio de Jesús.
Especialmente y de forma obvia esto ya está en el programático Sermón de la Montaña:
“Bienaventurados los que crean paz,
pues ellos serán llamados hijos de Dios.”
Ya se dice con anticipación:
“Bienaventurados los que no recurren a la violencia
pues ellos heredarán la tierra”
¡Ambos van inseparablemente unidos!
El movimiento católico de paz “Pax Christi”
ha encontrado para ello una formulación muy pegadiza (en alemán):
“¡Crear paz sin armas!”

En Alemania, en la Unión Europea y en la OTAN
se habla tanto de la “seguridad política” como de la “paz política”.
En el sermón de la montaña Jesús deja claro:
¡Estas ideas no son intercambiables!
Por amor a la “seguridad” se cierran pactos militares,
por amor a la seguridad se rearman todas las partes constantemente,
por amor a la seguridad se ponen “sanciones”
y esto según el lema “como tú a mí así yo a ti”.
Así se genera una espiral de violencia,
que es incompatible con el anuncio de Jesús:
”Vosotros habéis oído lo que se ha dicho:
Ojo por ojo y diente por diente.
Pero Yo os digo:
no opongáis resistencia al que os hace algún mal,
sino que si os pega en la mejilla derecha,
ponedle también la otra.
Y si os quiere llevar a juicio
para quitaros la túnica,
dadle también el manto;
y al que te obligue a andar una milla
vete con él dos.
A quien te pida, dale
y al que desee que le prestes algo
no le vuelvas la espalda” (Mt 5,38-42)

Los llamados “políticos reales” afirman
que con el Sermón de la Montaña no se puede hacer política.
Entre bastidores amenazadores, sanciones y violencia ¡no se puede crear la paz!
Jesús le pone otros acentos al concepto de paz:
Se trata de
*    la comprensión de las necesidades de los seres humanos,
*    un seguir adelante uno tras otro,
*    escucharse mutuamente y dialogar juntos,
*    empatía, respeto, atención y benevolencia,
*    ayuda mutua y apoyo recíproco….
Brevemente y con las palabras de Jesús: “Habéis oído lo que se ha dicho:
Debes amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.
Pero Yo os digo: Amad (incluso) a vuestros enemigos…
porque vuestro Padre que está en los cielos hace salir el sol sobre malos y buenos
y llover sobre justos e injustos.” (Mt 5,43-44)

¡El Sermón de la Montaña de Jesús no es sólo para un círculo de elegidos!
Se dirige expresamente a una multitud de gentes
y también hoy al mayor número posible de personas y finalmente ¡a todos!
Y el Sermón de la montaña es válido también hoy en todos los ámbitos existenciales:
En la gran política, pero naturalmente no menos en el ámbito privado de cada uno de nosotros:
Como acompañante espiritual experimento incluso en familias:
*    que la violenta disputa hace romper – p.e. en cuestiones de herencias;
*    y que hay hijos que ya no hablan más con sus padres y al contrario – con frecuencia a lo largo de los años.

Qué sucede en su comunidad de propietarios, en el vecindario, entre los compañeros y compañeras de trabajo – deberían reflexionar alguna vez con toda tranquilidad sobre esto.
En los últimos años se ha hecho frecuente una palabra nueva en nuestro lenguaje usual: “Acoso”
Nuestro lenguaje delata mucho sobre la realidad de nuestra vida diaria.
“¡La paz sea con vosotros!”

Amén.
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